El sábado me olvidé de la delincuencia que hay que acabar; del sargazo y su posible utilidad; del primer hecho de violencia fronteriza, que lamentablemente se quedará en la impunidad; de todas las yerbas del insustancial chismorreo político; de Haití y su peligroso caos, con el que debiéramos trabajar en español y creole. Me olvidé, pues, “irresponsablemente” de este país y me reencontré con el mar y mis recuerdos de infancia (retándolo sin saber nadar y espiando por las azoteas a núbiles doncellas)…Y de ahí, atrapado por la reina Milly Quezada, me sumergí en el merengue, que me alegrará el alma hasta que vuelva Juanita).