En mi artículo anterior (https://acento.com.do/opinion/el-racismo-de-los-afrodescendientes-9159239.html), me referí a la imagen popular de que el racismo constituye una batalla campal entre agentes de diferentes razas, cuando realmente se trata de un sistema de prejuicios, creencias y valores que se encuentran arraizados en una cultura determinada operando desde las instituciones a través de individuos que actúan de modo inconsciente.
Pensemos el caso de una mujer que ha sido educada en una sociedad donde los patrones de belleza trasmitidos a través del entorno cotidiano, la escuela y los medios de comunicación se asocian a la piel blanca. Desde temprana edad, observa que, abrumadoramente, las personas a las que se les reconoce en los comerciales, películas, musicales o concursos de belleza son de tez blanca. Al mismo tiempo, observa que en los mismos productos culturales a las personas que tienen rasgos de piel negra se les asocia con la fealdad, la maldad, la ignorancia, o los puestos de trabajo poco cualificados. Nuestra mujer va interiorizando paulatinamente un imaginario de quien es ella y de su lugar en la estratificación de la sociedad. En este proceso de socialización, ningún individuo en especifico es el responsable total de la educación racista. Se trata de un problema estructural.
Un reportaje del periódico El país retoma este problema de gran relevancia para América Latina. (https://elpais.com/mexico/2023-02-04/cual-es-el-problema-de-no-ser-blanco.html). El escrito nos muestra las vivencias personales de personas destacadas en la ciencia, la literatura, el arte, el periodismo y el diseño que, como en nuestro ejemplo, han experimentado el racismo estructural.
A través de estas historias accedemos a experiencias que resultan incomprensibles para la mayoría de las personas, incluyendo para aquellas que las sufren. Estas, además de cargar con el peso del estigma y de la discriminación negativa, distorsionan el significado de sus experiencias opresivas a través del lente del sistema de prejuicios institucionalizado (injusticia hermenéutica). El proceso de su “re-conocimiento” es tortuoso y, si consiguen hacerlo, se encuentran con el muro de la marginación o del silenciamiento hermenéuticos.
La lectura de estas historias nos recuerda la gravedad de negar o minimizar el racismo estructural y la necesidad de trascender la lectura maniquea que lo muestra como el escenario de una batalla entre agentes.