En la película de Quentin Tarantino, Django Unchained (Django desencadenado), un esclavista despiadado, J. Candie, abusa contra la población negra que trabaja como esclava en su plantación de algodón. Si resulta llamativa la crueldad de este personaje interpretado por Leonardo Di Caprio, más notable es el comportamiento del esclavo Stephen.
Interpretado por Samuel Jackson, el mayordomo Stephen se encuentra a cargo de la supervisión del resto de los esclavos de la plantación. No empatiza con los que se encuentran bajo el yugo de la esclavitud. Por el contrario, como recrea muy bien Tarantino, Stephen expresa el discurso, la gestualidad y la mentalidad de su opresor.
¿Cómo debemos interpretar el hecho de que un esclavo se identifique con las prácticas del esclavista?
Retomo este problema a raíz de la lectura de un artículo publicado por la especialista en estudios culturales, Azahara Palomeque, a propósito de la agresión y asesinato perpetrado por unos policías afroamericanos contra un joven igualmente afrodescendiente llamado Tyre Nichols, en Tennessee, Estados Unidos. (Ver en https://elpais.com/opinion/2023-01-31/el-racismo-de-los-negros-victimas-de-racismo.html).
El suceso resulta particular con respecto a prácticas de brutalidad policial en Estados Unidos, porque en esta ocasión los actos no fueron realizados por policías blancos. Este hecho hace pensar que las acciones no son racistas porque, como señala la autora, se imagina el racismo como el enfrentamiento visceral entre blancos y negros, no como lo que es realmente: un sistema de prejuicios, creencias y valores arraigados en la cultura, incorporados en las instituciones e interiorizados por la ciudadanía que degrada como personas a quienes pertenecen a la población afrodescendiente.
Esta mirada hace que muchas veces se niegue la existencia del racismo dentro de una sociedad argumentando que en la misma existe una mezcolanza de etnias; afirmando que no existen leyes segregacionistas; defendiendo que se reconocen a los artistas y deportistas afrodescendientes (las sociedades esclavistas valoraron a ciertos esclavos como sujetos de entretenimiento, lo que no significaba que los consideraran iguales); o reduciendo el rechazo racial al miedo a los pobres (aporofobia).
Se olvida que la efectividad de un sistema de creencias opresor radica en su invisivilización, en el hecho de que los que se encuentran en una condición de subordinación asumen el imaginario cultural que los estigmatiza independientemente de la aparente integración y de la existencia de leyes igualitarias; que se expresa de manera tácita en discursos, acciones y valoraciones aparentemente inocentes; en la diversidad de exclusiones proporcional a la multiplicidad de juegos de lenguaje existentes.