Cuando somos ciudadanos preocupados, debido a nuestra sensibilidad social, por nuestra sociedad, y nos vemos de alguna manera relacionados o involucrados con la política, tenemos problemas. Y es que en nuestro país, hace mucho tiempo ya, no se ejerce la política, sino la politiquería. Y pretender aportar en el meollo de la politiquería puede acarrearnos ciertos riesgos que, tal vez, no prevemos cuando de poner nuestro granito de arena se trata. Y es que, para enterarnos, en sociología, se entiende por politiquería a la “degeneración de la política”. La politiquería es la “intervención en la política con propósitos turbios, para ganancia personal o de un grupo, aprovechándose de forma egoísta del poder o la posición pública”. Toma como excusa los intereses generales de una población, pero su actividad en realidad nada tiene que ver con ellos, y se diferencia de la política en que “esta última tiene una noble misión de consagración al interés general y servicio a los demás”. www.definiciones-de.com.

Lo que expongo está relacionado con las suposiciones de Nuria en su último programa del sábado pasado relacionado con el nepotismo, que lo investiga en Gaspar Hernández, pero que pudiera ser en Altamira, Maimón de Bonao o Juan de Herrera de San Juan. El problema no es el qué, sino el por qué. Y es que es así como funciona la sociedad, nuestra sociedad organizada por la historia y la cultura del caciquismo, procedente incluso de más atrás, cuando los colonizadores, dueños de la tierra, repartían favores y posibilidades a sus esclavizados y luego trabajadores más fieles, sumisos y serviles.

Dichas suposiciones las hace exponiendo que los funcionarios CREEN que las dependencias públicas son sus empresas familiares. Menciona que esto es una mala práctica, que es violatorio de la ley, que la costumbre no hace ley. Pero yo creo que Nuria en eso está equivocada. Solo que para comprobarlo no solamente se necesita una investigación periodística, sino profundas investigaciones sociológicas y antropológicas que expongan el por qué de estas conductas culturales, porque, como ya he dicho, es una equivocación considerar que la costumbre no hace ley, debido a que en realidad, contrario a ello, la costumbre es la ley.

Esto tiene que ver y está muy relacionado a las dinámicas en los partidos políticos, grupos ciudadanos que se organizan para ASALTAR las instituciones públicas y convertirlas en feudos personales de repartidera de bienes y servicios. Sí, pero si no es así, de qué otra manera el ciudadano accede al ejercicio de sus derechos? NO EXISTE EN NUESTRO PAÍS EJERCICIO DE DERECHOS para quienes no entran en la dinámica de la politiquería. No existe el derecho al trabajo, tratado en la exposición de Nuria, no existe el derecho a la educación, porque el ejercicio docente es otra simple oportunidad de un empleo politiquero. Y esta realidad a mí me indigna más que el hecho de que un politiquero se haga con los bienes del Estado para beneficio de sus familiares y allegados.

Es por esto que considero que el problema está en la ausencia de derechos ciudadanos en nuestra sociedad, en el caciquismo que ha convertido nuestra sociedad en un campo de batalla y rebatiña entre los partidos tradicionales cuyas membresías, de manera hartera e inescrupulosa, torpedean e impiden las acciones de gobierno tendentes a beneficiar a la población, cuando excepcionalmente las hay, con el solo objetivo de desacreditar la administración para extraer rédito político. Nuestra sociedad está enferma. Los dirigentes politiqueros son energúmenos que se envalentonan frente a la población ejerciendo el abuso y la represión cuando no ven complacidas sus acciones de “mala práctica”, mediante las cuales se benefician del poder. Porque ellos “trabajaron”, se fajaron” para llevar gente a votar y ganar las elecciones, llevar al presidente de turno al poder y, entonces, por eso tienen derecho, se ganan el derecho de beneficiarse personalmente, de violar las leyes con su ejercicio público o de violentar y reprimir a quienes no participamos de esta terrible dinámica de reproducción del atraso social con que estas prácticas mantiene a nuestra población en la pobreza, la exclusión y la desesperanza.

Es menester que se promueva una revisión de estas prácticas en los partidos politiqueros. Que los dirigentes sean llevados al Departamento de Psicología a hacerse los análisis pertinentes para evaluar sus niveles de agresividad provenientes del resentimiento social, que se lleve a cabo una limpieza y selección de las personas idóneas, equilibradas psicológica y emocionalmente para llevar a cabo la dirigencia de las organizaciones políticas y sociales del país. Esto con relación a las propuestas del señor Guido Gómez Mazara de tomar en cuenta a los “compañeros de la base”. Ciertamente, son ciudadanos sujetos de derechos. ¿Pero y su derecho a una educación de calidad para ejercer una función digna que aporte a la sociedad? Hasta para ser agricultor eficiente debe estudiar y capacitarse una persona, y para que los partidos no sean caldo de cultivos de los infelices abandonados de la suerte y para quienes se reproduzca la dinámica de asaltar el poder y exprimir las arcas públicas con la excusa de enfrentar la pobreza.

Hay ciudadanos pendientes y en ánimo de combatir y contrarrestar esta triste realidad y llevar nuestra sociedad hacia otros rumbos más luminosos, mientras seguimos vigilantes de enderezar a cada paso a los que quieren mantenerse en las dinámicas del pasado y aprovecharse de ellas. Me incluyo entre ellos. Sépanlo.