Trujillo dividió el país entre patriotas y traidores; así consolidó su dictadura en la década de 1930 y gobernó 31 años. Balaguer dividió el país entre amantes del orden y el caos, y así consolidó su régimen a fines de la década de 1960 y gobernó 22 años (12 primero y 10 después). El PLD se decantó por el progreso versus el atraso económico y así gobernó 20 años (16 consecutivos).
O sea, los gobiernos suelen dividir entre buenos y malos para gestar legitimidad y apoyos.
El PRM ganó las elecciones de 2020 montado en una ola anticorrupción articulada por fuerzas nacionales e internacionales desde principios del 2017. El eje articulador del cambio fue la diferenciación entre corruptos y honestos, con el PRM colocado en el polo honesto y el PLD en el corrupto.
Es muy probable que Luis Abinader pueda reelegirse en mayo 2024 simplemente apelando a la diferenciación entre corruptos y honestos. Pero su objetivo no es solo reelegirse, busca mostrar músculo político, sobrepasando el 61.4% de los votos que obtuvo Danilo Medina en su reelección de 2016.
¿Cómo lo logró Medina? Al llegar al poder en el 2012 asignó el 4% del PIB a la educación (la mayor demanda social de aquellos años), estableció las visitas sorpresas que lo mostraron cercano al pueblo, denunció públicamente el contrato con la Barrick Gold, recuperó las tierras de Bahía de las Águilas y expandió los programas sociales.
¿Cómo piensa lograrlo Abinader? Desde el 2020 asumió la anticorrupción como bandera política y la mantendrá en esta campaña para diferenciarse del peledeísmo (PLD y FP). Pero la anticorrupción no es suficiente en el 2024 para lograr un triunfo arrollador, porque los sometimientos judiciales siguen en proceso y se ha detectado corrupción en este Gobierno sin judicialización.
A nivel macroeconómico hay relativa estabilidad y eso ayuda la reelección, como ayudó en su momento al PLD. Pero ahora hay una inflación acumulada que afecta negativamente a muchos. Por eso el Gobierno ha ampliado los subsidios sociales.
Ante estas dificultades, Abinader asumió desde el 2021 la defensa nacional con relación a Haití para generar mayor aprobación; y Haití es una fuente inagotable de problemas que sirven para aglutinar a los dominicanos.
El tema haitiano ha servido también a Abinader para golpear políticamente a Leonel Fernández, quien, desde el ocaso de Balaguer en 1996, fungió como líder de la ultraderecha dominicana (recuerden el Frente Patriótico de 1996 contra Peña Gómez). Importantes voceros de ese sector ya se han alineado con Abinader.
Apegado a su estrategia de resaltar el peligro haitiano, Abinader lleva más de dos años reavivando ese tema, sea por las bandas violentas, las parturientas, la indiferencia internacional o el canal.
Con el tema apela al nacionalismo, aunque se logren escasos resultados porque la República Dominicana no controla lo que ocurre en Haití, necesita su mano de obra barata y exporta mucho hacia allá.
Para lograr una victoria arrolladora que sobrepase el 62%, Abinader se beneficia de una oposición dividida, con una alianza débil y parcial.