Vivimos en una sociedad afectiva. Una lectura atenta y profunda de la política contemporánea pone de relieve que el peso de los afectos y las emociones en la política es más necesario, y capaz de producir configuraciones absolutamente inesperadas, que a veces incluso se consideran espontáneamente anormales y peligrosas (como sucede con  Donald Trump, Daniel Ortega,  Nicolás Maduro, Nayib Bukele y Miguel Díaz-Canel).

 

En este sentido,  hay que poner la mirada en el papel que juegan los afectos y la emociones  en la política, y especialmente en el comportamiento de los actores políticos, originado así  así lo que se ha denominado como “giro afectivo” (The Affective Turn),  que redirecciona la visión y la práctica de la actividad política.

 

Pese a que  las ciencias sociales llevan algunos años empeñados en este "giro afectivo" que tiene como centro la recuperación de las emociones como objeto de estudio, es ahora cuando la realidad socio-política esto analizada con mayor profundidad.

 

Fenómenos como el ascenso del populismo, el protagonismo del resentimiento en las reivindicaciones públicas o la emergencia de la "posverdad" en el marco creado por la nueva conversación pública digital apuntan inequívocamente hacia la relevancia de los afectos para la vida democrática.

 

Hay que desestigmatizar el rol de los afectos en la política y pensar la importancia de éstos, no para considerarlos reacciones repentinas y marginales, sino para pensarlos en su verdadera e importante centralidad para la vida en sociedad. Todas las sociedades están llenas de emociones. Las democracias liberales no son la excepción.

 

Como expresa Martha Nussbaum en su obra Emociones Políticas: “Todas las sociedades tienen que pensar en sentimientos como la compasión ante la pérdida, la indignación ante la injusticia, o la limitación de la envidia y el asco en aras de una simpatía inclusiva”. El apoyo emocional conlleva a una cultura política pública decente  como han sostenido muchos  pensadores liberales.

 

El estudio del comportamiento político ha desarrollado también algunas de las  teorías que permiten reconsiderar el equilibrio entre  razón y  emoción.

 

Algunas de las más notorias son la teoría de la inteligencia afectiva (Marcus et al., 2000, 2006, 2007a, 2007b, 2011, 2017); la teoría de la ambivalencia partidista (Basinger y Lavine, 2005; Greene, 2005); la teoría de la transferencia afectiva (Ladd y Lenz, 2008), y la teoría del razonamiento motivado (Lodge y Taber, 2000; Taber et al., 2001), las emociones políticas (Martha Nussbaum, 2014),  y el poder político de los afectos (Chantal Mouffe, 2023).

 

Si hay algo comprobable es que la política contemporánea ha encontrado la manera de sacudir los ánimos y con ello impresionar,  preocupar,  emocionar y proteger a la gente.

 

Sin embargo,  muchos políticos han dejado de sintonizar con los afectos de los ciudadanos dejando fuera de su agenda temas como la inflación, la inseguridad, el miedo a perder el trabajo.

 

Lo emocional es político. El papel de los afectos políticos se vive como  la configuración de las conciencias políticas y la interacción social. En política importan tanto los programas como la capacidad de despertar afectos comunes.

 

Siendo así, al referirnos al poder político de los afectos no se trata de nutrir las campañas políticas con fundamentos psicológicos, sino de definir un tipo de relación directa, cercana, sincera y de doble vía entre los políticos y los ciudadanos.

 

En tal virtud, de cara al activismo político después de la COVID-19, los políticos deberán hacer suyos los afectos pendientes y merecidos de las personas más vulnerables que se han enfrentado a mayores riesgos. En política importan tanto los programas como la capacidad de despertar afectos comunes.

La esperanza es un estado emocional. Para Kompridis (2014: 2801), aquí descansa la esencia de la democracia: "Si la política democrática no fuera capaz de desvelar nuevas posibilidades, de dar forma a nuevas esperanzas allí donde las esperanzas se han agotado, ¿en qué sentido podríamos hablar rectamente de una política democrática?".

Los afectos deben ser estudiados cuidadosamente por el análisis político desde un punto de vista crítico independientemente de que algunos de ellos sean conservadores y otros progresistas.

Entre nosotros ya hierve la atmósfera electoral. La discordia está en el aire. Apostemos a una campaña política decente. La decencia vigoriza los afectos y los vínculos comunitarios fortalecen la democracia.