Según el diccionario de la Lengua Española, el orgullo es un sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios, o por algo de una persona o nación. El potente buscador ChatGPT 4 plantea que el orgullo dominicano se manifiesta a través de una rica herencia cultural, una fuerte identidad nacional y un sentido de comunidad arraigado en la historia, la música, la gastronomía y las tradiciones del país. Es una combinación de pasión por su tierra, su gente y su legado, que se refleja en el carácter amigable, cálido y hospitalario de los dominicanos. Y la destacada escritora y periodista Angela Peña, en su libro "Los Dominicanos", afirma que  es probable que no exista en el mundo un ser más estudiado que el dominicano.

El origen del pueblo dominicano quizás pueda sintetizarse en la célebre copla anónima que dice: "Ayer español nací, / en la tarde fui francés, /en la noche etíope fui / hoy dicen que soy inglés, ¡No sé qué será de mí!". La cual revela nuestras raíces europeas, africanas y caribeñas; por lo que somos mayoritariamente mulatos, morenos o mestizos, y con una minoría de blancos y negros.

Por su parte, el poeta nacional Dr. Pedro Mir, de madre puertorriqueña y padre cubano, escribió en Cuba en 1949 su emblemático poema "Hay un país en el mundo", tan popular que algunos lo consideran el segundo himno nacional; acerca del cual relataba que le inspiró escribirlo y titularlo el profundo anhelo de que el mundo supiera que existía este país, hermoso y productivo; y triste y oprimido, pero que era su país, y deseaba que lo respetaran y amaran.

En base a la ciencia, mediante la secuenciación del genoma humano, los dominicanos no somos especiales ni diferentes a los demás seres humanos. Y  la psicología moderna ha establecido que cada persona es única e irrepetible, compleja e impredecible.

Se trata de una nación pequeña en población y territorio; pero con un gran carácter donde la mayoría de sus gentes se autocontrolan, con un adecuado nivel educativo, que aprovechan el tiempo. De donde han surgido talentosos pensadores, políticos, empresarios, peloteros, músicos. Hablo de personas laboriosas, optimistas y valientes, pertenecientes a un pueblo, de los que existen pocos que han pagado un  precio tan alto por  su libertad e independencia. Que luchó a muerte para separarse del yugo haitiano en 1844, para liberarse de España en la Guerra de Restauración en 1865, y expulsar, dos veces, en 1924 y 1965; las botas americanas que mancillaron su territorio.

Por ahora, los dominicanos convivimos en paz con los haitianos, principalmente con su mano de obra en la agropecuaria, la construcción y los servicios; pero, como el mundo cada vez se torna más brutal y arbitrario, tal y como lo evidencian  las guerras en proceso y en escalada. Y como cada día se identifican más indicios y hechos que indican que en Haití el hambre y la violencia producirán una estampida incontrolable hacia nuestro país, es posible que potencias y organismos influyentes perciban como sencilla la fusión de Haití y República Dominicana. Esta ocurrencia seria una  decisión tan fatal que quebrantaría el orgullo dominicano, y afectaría los logros y tributos  que nos distinguen como nación. Lo que no sería poca cosa.

Recordemos que el psicólogo Daniel  Kahneman sostiene que los humanos son adversos a las pérdidas, y que los dominicanos perderían tanto; incluido los legados de nuestros padres fundadores Duarte, Sánchez y Mella, de héroes como Máximo Gómez y Gregorio Gilbert, Luperón, de intelectuales como Pedro Henríquez Ureña y Pedro Mir, y perderíamos la estabilidad política, económica y social; sufriríamos cambios tan profundos en servicios públicos, como en la educación, salud, transporte, vivienda…

Cambios que tampoco serían poca cosa. Por lo que, posiblemente, “habrá sangre de nuevo en el país”, como dice el poeta Mir, porque existen poderosas causas y razones, políticas, económicas,  culturales, sociales, históricas, psicológicas, religiosas, lingüísticas, para defender nuestra patria libre, independiente y soberana.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván.