He sostenido, y sigo sosteniendo, que la alianza del Líbano con la República Islámica de Irán, a través de Hezbolá, ha causado muchos daños al Líbano. Llevar al Líbano, un país pequeño, con un ejército débil, sin tradición de guerras con otras naciones, a una confrontación bélica con Israel, a sangre y fuego, ha sido nefasto. Nadie quiere ver a su país destruyéndose producto de una política errada, para beneficiar las ínfulas de expansión de otro país. Los problemas de Irán con Israel les toca a Irán resolverlos. El Líbano no tiene velas en ese entierro. Hezbolá, ejecutando las políticas iraníes, nos metió en una guerra, en la que no debimos meternos, y de la que nada podíamos ganar. Solo perder.

Al otro día del costoso error de Hamás del 7 de octubre del 2023 escribí aquí mismo esto: "Ojalá que Hezbolá, en solidaridad con Hamás y cumpliendo instrucciones de Irán, no se entusiasme y empiece a lanzar cohetes desde el Sur. Si lo hace, las consecuencias serán desastrosas para el Líbano". Lo hicieron, y ahí están los resultados. Miles de muertos y heridos, ciudades destruidas y un Hezbolá muy debilitado. Y una cosa hay que decir: suerte que no arrasaron a Beirut como a Gaza. Si se hubiesen decidido a hacerlo lo hubiesen hecho y no pasa nada. Nadie se lo hubiera podido impedir. La comunidad internacional no existe para las naciones chiquitas. Esa es la verdad monda y lironda.

Las guerras se echan cuando se está en condiciones de hacerlo, no cuando se quiere. Las guerras no son asuntos de deseos, sino de posibilidades. El Líbano, al margen de las fanfarronerías de Hezbolá, no está en condiciones de ir a una guerra, ni le interesa, con Israel, ni con nadie. Si ni siquiera Irán o Siria están en condiciones de una confrontación abierta y a gran escala con Israel, ¿Cómo el Líbano lo va a estar?

Ahora, debilitado Hezbolá, decapitada la dictadura de los Assad en Siria, rota la ruta de suministros de armas desde Irán a Hezbolá, el Líbano tiene la oportunidad de reencauzar el camino, de cambiar el rumbo de los últimos años. El Líbano tiene que mirar otra vez hacia Occidente, y dejar atrás a Irán, si queremos superar los problemas económicos y volver a vivir en paz y bienestar. La caída de la dictadura de los Assad, a mi ver, es una bendición para el Líbano. Es la oportunidad deseada para zafarse de las poderosas garras de Siria, que desde 1976, cuando entraron con su ejército al Líbano, están determinando la política libanesa, y también, quién vive y quién muere.