Desde el momento que fuimos capaces de crear cosas con algún propósito, a los seres humanos nos ha guiado la curiosidad en la búsqueda de las respuestas que nuestro contacto con la realidad en toda su complejidad nos genera como inquietudes, preguntas e incertidumbres. Esta es la base y condición del desarrollo del pensamiento y el conocimiento y, con ello, el de la especie humana e general.
La historia del conocimiento es fascinante. En su Breve historia del saber[1], Van Doren nos permite, a lo largo de sus quince capítulos, ser testigo de los avances a veces lentos cuando solo contábamos con la tradición oral, otras con mayor velocidad, de nuestra capacidad de comprender la realidad. Una historia, que para algunos se explica principalmente por acumulación continua del conocimiento mientras que, para otros, como es el caso de Kuhn[2] [3], por “un proceso de cambios no acumulativos, cambios paradigmáticos, es decir, como él mismo señala: “se trata de un proceso revolucionario”.
Nuestras inquietudes por desentrañar lo insondable del universo nos ha llevado por múltiples caminos, algunos de ellos muy recientes, como son el desarrollo de grandes instrumentos de observación diseñados por la genialidad humana. El más reciente ha sido el Telescopio Espacial James Webb, también conocido como el gigante cazador de objetos estelares, que definitivamente ha superado con mucho al Hubble y no solo nos está dejando atónitos y pequeñitos con sus asombrosas imágenes de los confines del universo. Su resolución y sensibilidad para ofrecernos dichas imágenes son sin precedentes. Lo componen 18 segmentos hexagonales que, al combinarse, crean un espejo de 6,5 metros de diámetro. Se dice que por sus características técnicas permite llevar a cabo una amplia gama de investigaciones que abarcan varios subcampos de la astronomía posibilitando observar la formación de las primeras galaxias, fotografiar nubes moleculares, grupos de formación estelar, como muchos otros fenómenos que acontecen en ése enorme espacio que se extiende hacia la “nada”. Muchas creencias y teorías en torno al cosmos están cambiando.
¡Qué ingenioso ha sido el ser humano cuando se trata de la observación del cosmos o incluso el mundo subatómico!
Sin embargo, cuánto misterio aún se cierne sobre nuestra mente y su magistral sistema que la produce, el cerebro y todas las otras partes que componen el sistema nervioso central. Constituido por miles de millones de células nerviosas, conocidas como neuronas, que se van conectando entre sí como producto de la experiencia y los aprendizajes, como otros procesos de naturaleza biológica[4] y que, al mismo tiempo, nos van dotando de mayores capacidades para aprender y manejarnos en la vida de una u otra manera, continúa siendo un gran misterio aún.
Ese extraordinario órgano central de todo nuestro cuerpo, se nos presenta de manera muy compacta, pesando apenas unas tres libras, pero lleno de pliegues y surcos, donde se esconden aún muchos misterios que tienen que ver con lo que pensamos y sentimos, toda la complejidad de nuestro mundo emocional, la manera cómo aprendemos y recordamos, imaginamos y creamos realidades nuevas y desconocidas, como también toda la complejidad misma del comportamiento y la conducta manifiesta y no manifiesta, que van desde los latidos del corazón y los procesos digestivos, la circulación sanguínea, como del funcionamiento de otras tantas glándulas y partes del cuerpo.
Todo su funcionamiento a lo largo de nuestras vidas está regido por una capacidad o característica asombrosa conocida como plasticidad cerebral o neurogénesis, y que permite a las neuronas regenerarse tanto anatómica como funcionalmente, formando nuevas conexiones sinápticas. Esto quiere decir que el cerebro tiene la facultad de recuperarse y reestructurarse y, por tanto, reponerse a trastornos o lesiones. Eso significa que es capaz de reducir los efectos de alteraciones estructurales como consecuencias de patologías como la esclerosis múltiple, el parkinson, el alzheimer, la dislexia, etc.
En ese extraordinario esfuerzo por desentrañar los misterios del funcionamiento cerebral surgió la epigenética que es el estudio de las modificaciones estructurales en las regiones del genoma al través de un conjunto de mecanismos relacionados con la regulación genética[5]. El conocimiento que se viene desarrollando desde esta perspectiva abre hacia nuevas maneras tal vez más efectivas, en el manejo de enfermedades humanas en el futuro,[6] como es el caso del alzheimer, enfermedad de gran impacto en la persona y la propia familia, y para la cual se vienen desarrollando una serie de técnicas para la rehabilitación cognitiva que pueden ayudar a mejorar el estado funcional y calidad de vida de las personas que la padecen, como son entre otras:
La terapia de orientación a la realidad, proveyéndole a la persona claves personales que faciliten su orientación, previniendo así un mayor deterioro cognitivo.
La técnica de la reminiscencia, que le permita recordar y narrar situaciones del pasado, manteniendo su memoria retrógada lo más intacta posible, además de obligarle a traer al presente situaciones antes vivida con significación.
La psicomotricidad vivenciada, en la que la activación cognitiva se combina con el sentido lúdico y la rehabilitación motora.[7]
La presente década fue declarada por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como la década de los envejecientes, y ello así, como respuesta al aumento de la esperanza de vida a nivel mundial, y que como ya hemos planteado anteriormente en el caso de República Dominicana la esperanza de vida, en términos promedio, se coloca por encima del promedio mundial. Es hora ya de los organismos de Salud Pública desarrollen políticas que respondan a las necesidades de este segmento de la población, que con su trabajo ha hecho importantes aportes al desarrollo del país. Las plazas y los parques deberían ser espacios para promover actividades lúdicas, recreativas, como otras que promueven salud y bienestar como, por ejemplo, caminar, bailar, practicar taichi y chi kun o gigong que no solo sirven de recreación, sino que además aportan beneficios físicos y mentales notables.
Es importante, además, que los profesionales de la salud que tienen que ver con estos casos, concienticen a los familiares y personas allegadas a ellas, para que hagan un mayor esfuerzo por contribuir a mejorar sus condiciones de vida, llevando incluso una bitácora que permita registrar sus efectos, como los avances y retrocesos, en procura de desarrollar mejoras técnicas de abordaje del problema.
El universo de nuestro cerebro está ahí a la espera de su mayor comprensión y, por tanto, protección y cuidado, como también de los incentivos necesarios para su auto-reproducción y regulación continua.
[1] Van Doren, Ch. (1991). Breve historia del saber. La cultura al alcance de todos. Editorial Planeta, S.A. del 2021. España.
[2] Kuhn, T.S. (1962). La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica. México.
[3] Kunh, T.S. (1982). La tensión esencial. Fondo de Cultura Económica. México.
[4] Kandel, E., Schwartz, J. y Jessell, T. (2000). Neurociencia y conducta. Prentice Hall. Madrid.
[5] Jouve de la Barreda, N. (2020). La epigenética. Sus mecanismos y significado en la regulación génica. Recuperado en 405.pdf (aebioetica.org)
[6] Rodríguez Dorantes, Mauricio, Téllez Ascencio, Nelly, Cerbón, Marco A., López, Marisol, & Cervantes, Alicia. (2004). Metilación del ADN: un fenómeno epigenético de importancia médica. Revista de investigación clínica, 56(1), 56-71. Recuperado en 24 de septiembre de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-83762004000100010&lng=es&tlng=es.
[7] Castillo, G., Fermández, B. y Chamorro, D. (2021). Recuperado en 2021_25 (unne.edu.ar)