Una constante en nuestra historia ha sido la lucha incesante por el poder entre las diferentes facciones y grupos. Fue lo que ocurrió apenas proclamada la independencia nacional el 27 de febrero de 1844 cuando arrancó la confrontación entre los trinitarios encabezados por Juan Pablo Duarte y los hateros acaudillados por Pedro Santana y Tomás Bobadilla. Esa lucha llevó al destierro a varios trinitarios, entre ellos al propio Juan Pablo Duarte, y también al fusilamiento de María Trinidad Sánchez, a los hermanos Puello, a Antonio Duvergé y a su hijo Alcides, y a otros tantos.

La misma anexión del país a España fue el resultado de esa lucha. Al ver que no podía vencer a sus rivales, acaudillados en ese momento por su antiguo aliado, Buenaventura Báez, Pedro Santana prefirió anexar la nación a España antes que entregar el poder a sus adversarios dominicanos.

La Guerra de La Restauración fue también un escenario donde de inmediato se manifestó la lucha por el poder entre los diferentes grupos. La más notable consecuencia de esa lucha fue el derrocamiento del primer presidente restaurador, José Antonio Salcedo, alias Pepillo, y su posterior fusilamiento.

La Guerra de La Restauración fue una guerra de liberación contra España, pero también una guerra social, lo que explica su carácter popular y la violencia con que se manifestó. Pero además en esa guerra, prácticamente desde su inicio, también se produjo una lucha entre los propios restauradores por el control del gobierno. Es la típica lucha por el poder que se daba entonces, y se sigue dando hoy, con la misma crudeza e irracionalidad, generando terribles confrontaciones y divisiones.

Esa lucha tuvo su momento más álgido cuando altos oficiales restauradores, encabezados por  Juan Antonio Polanco, convencieron al presidente Gaspar Polanco de firmar un decreto secreto  autorizando el fusilamiento de Pepillo, hecho que se produjo, el 5 de noviembre de 1864, en una playa de Maimón, Puerto Plata. Sin ninguna prueba documental o testimonial irrefutable, Pepillo, que al decir del historiador Euclídes Gutierrez Felix, "carecía de las condiciones indispensables para manejar con carácter y firmeza un escenario de guerra como el que estaba llevando a cabo el pueblo dominicano contra España, fue acusado, en base a chismes y rumores, de ser pasivo, vacilante y débil frente a los españoles". El fusilamiento de Pepillo fue el primer magnicidio de la historia dominicana, pero no sería el último. Con los años la lucha política por el poder conduciría a otros tres magnicidios, dos de los cuales serían efectuados contra los dictadores Ulises Heureaux, Lílis, y Rafael Trujillo, chapita.