“La indiferencia es el corazón de la crueldad.” – George Bernard Shaw.
El exterminio sistemático de la población palestina continúa con una intensidad hoy mayor que en las primeras semanas del conflicto, cuando atrajo una cierta repercusión mundial. Los acontecimientos en Argentina, la retórica belicista de los líderes de la OTAN en Europa, las elecciones presidenciales en Estados Unidos y el esperado retiro de Biden de la contienda, la confiscación ilegal por parte de Occidente de miles de millones de activos rusos, y más recientemente, las traumáticas elecciones presidenciales en Venezuela, han desviado la atención del genocidio en curso.
El mundo, salvo por algunas protestas espontáneas en Europa, Estados Unidos y ciertas naciones asiáticas, ha dado la espalda a los palestinos de manera inexcusable, como si las matanzas masivas de mujeres y niños en la Franja de Gaza fueran compatibles con la Carta de las Naciones Unidas y otros documentos internacionales. El pueblo dominicano no ha sido la excepción, tanto a nivel oficial como en las organizaciones que se autocalifican de “izquierdistas”, progresistas o defensoras de los derechos humanos.
Parece como si la tragedia palestina no existiera y solo estuviéramos predispuestos a creer en la hipocresía y los contenidos parciales y sesgados de los medios de comunicación occidentales y sus incondicionales.
Antes de que la ineficaz ONU definiera acertadamente el concepto de genocidio, este era prácticamente sinónimo de antisemitismo. Hoy, en cambio, se ha convertido en símbolo del exterminio del pueblo palestino por parte de quienes usurparon sus tierras, sometiéndolos durante décadas a vejámenes y
Tras largos años de erradicación de la poliomielitis en Palestina, y en un contexto de déficit crítico de agua potable, destrucción total de la infraestructura sanitaria y acumulación de toneladas de basura en un territorio reducido, ha resurgido el virus de poliomielitis tipo CVPV2.
Este virus fue recientemente detectado en las aguas residuales de Jan Yunis y las provincias centrales. La poliomielitis es una enfermedad altamente infecciosa que afecta principalmente a menores de 5 años y puede causar parálisis permanente en aproximadamente 1 de cada 200 casos de infección; la mortalidad entre los casos con parálisis varía del 2% al 10%.
Se suman ahora también brotes confirmados de hepatitis A, alimentados por las inhumanas condiciones de vida en campamentos y albergues saturados de inocentes, así como debido a los constantes desplazamientos forzados decididos por el mando militar israelí.
Hoy, no solo se trata de bombardeos indiscriminados o del exterminio literal de la población palestina, sino también de la creación de condiciones propicias para la propagación de enfermedades altamente infecciosas. En este escenario de calamidad inaudita, los niños son las principales víctimas. Las familias no tienen un lugar seguro para permanecer ni saben hacia dónde desplazarse, y miles han buscado refugio en los cementerios habilitados del pequeño territorio.
La declarada guerra contra Hamás se ha convertido en la oportunidad que la ultraderecha israelí esperaba para desestabilizar totalmente y exterminar a la población que despojaron por la fuerza y la arbitrariedad de sus tierras ancestrales. El saldo actual de muertos es de 39,300 personas, con más de 90,900 heridos, muchos de ellos gravemente, y este fatídico recuento sigue creciendo cada semana.
El régimen sionista, evidentemente exento de cumplir con normas internacionales y restricciones, cuenta con el visto bueno o la indiferencia cómplice de Estados Unidos y sus aliados. Sin este apoyo financiero y armamentístico, la intensidad de esta campaña militar devastadora no sería posible. Ahora, el régimen sionista declara el inicio de las hostilidades contra el Líbano bajo el pretexto de la intensificación de las provocaciones de las milicias de Hizbulá, calificadas como terroristas por los mismos terroristas sionistas.
En los últimos días, las condiciones para una escalada regional del conflicto, que podría involucrar primero al Líbano y luego a Irán, se hacen más evidentes, especialmente cuando Israel sigue culpando a Hizbulá del ataque con cohetes contra Majdal Shams, en los Altos del Golán ocupados por Israel, y de la consecuente muerte de 12 menores.
La situación actual refleja una tragedia de magnitud sin precedentes, en la que el conflicto palestino se agrava por la complicidad o indiferencia internacional y el apoyo militar y financiero de los socios occidentales del régimen sionista. La intensificación de la crisis sanitaria y la creciente escalada militar configuran un panorama sombrío que exige atención y acción urgente para mitigar el sufrimiento de los afectados y abordar eficiente y oportunamente las profundas injusticias en juego.
Es notable que muchas naciones, que permanecen en silencio ante la tragedia palestina, muestren ahora una preocupación desmedida por el recuento de votos en Venezuela. Esto sucede a pesar de que el reclamo es completamente válido, dado que los resultados contradicen las proyecciones de todas las encuestadoras competentes e imparciales. Sin embargo, parece que las directrices externas pesan más que la solidaridad humana, y lo banal o políticamente conveniente, con inaceptable frecuencia, se impone sobre lo trascendente y esencialmente humano.