Contrario a toda costumbre, haré un dos en uno para referirme a dos hechos que me parecen importantes. El uno es el discurso del presidente Abinader frente al Congreso el pasado 27 de febrero y el otro es la elección de una mujer como secretaria del mayor partido de oposición de Italia. Aparentemente, el uno no tiene nada que ver con el otro, pero ambas circunstancias las leo en clave de la complejidad de la política de estos tiempos. Del discurso del presidente, como de costumbre, mucha tinta será derramada y diversos juicios, sensatos, precisos y simplistas se escribirán y se oirán, por tanto, solo haré una breve referencia de ambos temas. De la italiana, me llama la atención no solo su condición de mujer, el significado de su elección.

 

  1. Fue, el del presidente, un discurso muy bien articulado. leído con fluidez y emotividad, esta última, para mi gusto, al final algo excesiva. Para los fines del mandatario y en la perspectiva de su ya iniciado proyecto reeleccionista, las comparaciones de las cifras de los resultados de su gestión con las de los pasados gobiernos (de Danilo y Leonel) no solo fueron pertinentes, sino impactantes. Pero haciendo una atenta lectura de estas algunas de ellas, podrían ser redimensionables, precisables. Abinader alega que con menos recursos y tiempo  en medio de una crisis como la de la COVID y la guerra Ucrania/Rusia ha hecho más que otros gobiernos apostillando que, con pulcritud en el manejo de los recursos, el sector público puede ser eficiente; dio varios ejemplos.

 

Ese aserto del presidente habla bien de su gestión en el manejo de algunas áreas de la cosa pública, pero como bien dice Fabricio Gómez, llama la atención, porque el sector privado del gran capital tiene una fuerte presencia en su gobierno. Ese sector ha creado la falsa conciencia de que lo público es sinónimo de ineficiencia, y no es descaminado decir que en gran medida muchas de las opciones de esta administración han sido guiadas por esa falsa conciencia/ideología. Si el presidente recurre al discurso de la eficiencia de lo público para explicar lo que dice ser clave en el éxito de su gestión, habría que esperar/exigir que sea consecuente con esa declaración, que no sea un recurso discursivo de carácter coyuntural en este año de precampaña reeleccionista.

 

  1. En Italia, el pasado domingo, el Partido Democrático, PD, que agrupa la mayoría de la izquierda de ese país, ha celebrado unas elecciones primarias para elegir a su máxima figura dirigencial en las que se eligió una mujer, cuyo perfil manda un mensaje no sólo a ese país, sino al mundo, como expresión de los cambios que están produciéndose en este tiempo. Primero, por primera vez una mujer asume la dirección del mayor partido de izquierda de Italia y segundo, se declara abiertamente bisexual, se ha formado políticamente fuera de las estructuras de ese partido, pero ha sido diputada en el parlamento europeo y de su país, viene de la contestación de masas en las calles, enfrentando tenazmente el conservadurismo político/religioso que hoy campea el norte de Italia y es del ala izquierda de la base de su partido.

 

Se trata de Elena- Elly- Schlein, que ante una agresión verbal homofóbica de un alto dirigente político ultranacionalista y racista le respondió sin ambages: “Sono una donna. Amo un’altra donna e non sono una madre, ma non per questo sono meno donna", (soy una mujer, amo a otra mujer, no soy madre, pero no por eso soy menos mujer). Su elección ha despertado mucho entusiasmo y una esperanza de producir un reagrupamiento de la izquierda italiana para construir un consenso que ponga fin al gobierno de la ultraderecha que encabeza otra mujer salida de las catacumbas del neofascismo del referido país. Nacida en Suiza, de padre norteamericano y madre italiana, ha sido diputada en los parlamentos italiano y europeo. En los EEUU, militó a favor de la candidatura de Obama.

 

¿Por qué hago este dos en uno?, porque mientras en Italia se elige una persona del perfil de la Schlein, demostrando la sociedad italiana una aleccionadora madurez, valentía, tolerancia a la diversidad y de cambio de época, aquí el ultra conservadurismo político, social y religioso, vive azuzando fantasmas, mitos y miedos. Esos sectores difunden el veneno del racismo, la xenofobia, la homofobia y la fábula de la “conspiración de las potencias extranjera para unir nuestro país con Haití, socavar nuestra soberanía, difundir la “ideología” de género y destruir la familia”, entre otras sandeces. Algunos elementos del discurso del supuesto peligro de la soberanía el país, amplificado por los ultranacionalistas, son identificables en la última parte del discurso del presidente.

 

Por consiguiente, cualquier llamado a solución consensuada de ese tema resultaría inviable porque los ultranacionalistas, como siempre, ya lo han impuesto como recurso de campaña, como en cada momento lo hicieron contra Peña Gómez.  De un proceso electoral que discurra bajo ese ominoso signo no sale ganancioso ningún partido. En términos económico, social y de imagen el gran perdedor sería el país y sería, además, otra expresión de nuestra arritmia histórica, de ir a la zaga y en contra de la voluntad progresista e inclusiva de algunos países de esta región y del mundo.