A ser precavido se aprende con las experiencias y vivencias del diario vivir. Es por eso que toda persona que ejerza un rol educativo y desea lo mejor para sus hijos, estudiantes o discípulos, debe de permitirles y propiciarles la exposición a la cotidianidad, sí, con sus desafíos y vicisitudes, con responsabilidad y acompañamiento.

Querer evitarles o impedirles a nuestros hijos las dificultades de la cotidianidad no es un acto educativo, ya que las experiencias de la cotidianidad representan un proceso de aprendizaje.

“La calle está dura”, expresión que puede hacer alusión a un amplio número de actividades sociales, “la calle está dura!, pero hay que salir a la interacción social; hay que salir a interactuar en la sociedad, al compartir, a los centros de estudios, a los mercados laborales, hay que salir a convivir socialmente en el medio que nos ha tocado.

En la historia de las sociedades hemos visto como diferentes circunstancias económicas y políticas moldean las generaciones y las formas de convivencias que aprenden los individuos al desenvolverse en cada época.

La crisis económica de 1929, junto con las dos guerras mundiales afectó significativamente, la forma de percibir “lo seguro del sistema capitalista” de una generación, dando cabida a que se percibiera al comunismo como una opción mesiánica por esa generación de entonces. La generación de esa época “silenciosa” y la posterior “Baby boomers” experimentaron los efectos de dichas crisis, aprendieron de forma vivenciada la importancia de ser precavido en el sistema capitalista y también tuvieron la oportunidad de comprobar que el sistema comunista no era lo que prometía.

Adolfo Hitler, el dictador alemán que provocó la II Guerra Mundial.

Para quienes vivimos en la época actual 2023 “la generación X” y “subsiguientes” hasta llegar a la más reciente “la generación de cristal” la crisis del COVID-19, junto con los cada vez más comunes desastres naturales que se evidencian alrededor del mundo, provocados por el cambio climático, sin duda nos han llevado a cuestionarnos, sobre las fortalezas de esa modernidad para la supervivencia humana, ya que pareciera todo lo contrario.

Que, a pesar de los alcances tecnológicos en prácticamente todas las áreas de profesionalización alcanzados por la modernidad, no hemos podido hacer valer los derechos humanos, ni erradicar el hambre, ni el analfabetismo, ni el trabajo infantil, ni la protección de los glaciares y océanos, ni hemos podido frenar la desertificación, los incendios forestales, ni la deforestación, ni la pobreza con todos sus males; pero que, además, la ciencia médica puede ser sorprendida y hacer poco ante la embestida de una pandemia.

Ser precavido sigue siendo una prioridad para la supervivencia humana, como en los tiempos en que el hombre nómada salía a cazar lo que iba a comer, había que salir preparado para la defensa de otros depredadores.

Hoy en día esos depredadores pueden ser a nivel mundial, la violencia en todas sus manifestaciones de la conducta humana, la delincuencia, la falta de salud mental de una gran parte de la población lo que pone en riesgo tanto a sí mismos como con quienes interactúan, la desintegración familiar, La producción y consumo de drogas y otras adicciones comportamentales que afectan directa o indirectamente el bienestar de las sociedades en donde convivimos, la falta de valores fundamentales para educar nuestros hijos, la falta de empatía con el más débil, la explotación al medio ambiente, la discriminación racial, el fanatismo religioso entre otros.

En nuestra República Dominicana ya que vivimos del turismo, la agricultura, las remesas y las zonas francas, debemos ser precavidos para que cada vez más nuestras ciudades y campos tengan edificaciones propicias para enfrentar las inclemencias del cambio climático y desastres naturales que cada vez serán más comunes. De este modo estaremos contribuyendo con una salud mental desde una perspectiva ecológica.

Esta última experiencia medio ambiental del pasado fin de semana, traumática y dolorosa, nos ha hecho aprender y caer en la conciencia de forma empírica que tenemos que ser más precavidos y tomar actitudes de auto cuidado, ante los fenómenos atmosféricos impredecibles que se pudieran seguir presentando, producto del daño que hemos hecho al medio ambiente.

Desde cada espacio de interacción social estamos llamados a prevenir situaciones como las del pasado fin de semana, nos tomará un tiempo, meses tal vez años para poder concienciar y educar en ser precavidos, es nuestra opción de adaptación y de supervivencia en la época actual.