El autocontrol o autodisciplina es la capacidad de regular y controlar pensamientos, emociones, y comportamientos para decidir y alcanzar objetivos a largo plazo. Hace pocos años que los psicólogos empezaron a estudiar científicamente el autocontrol, la  mente y los comportamientos humanos a partir del estudio del cerebro, y no de los sueños o el subconsciente, como predominaba.

Así lo confirmó el  excepcional estudio conducido por el sicólogo Walter Mischel y sus colegas, tan famoso, que el  presidente Obama le preguntó más detalles de esta investigación a sus autores, y  que sirvió de base al libro El test de la golosina, o cómo entender y manejar el autocontrol, el cual, al decir de Daniel Kahneman, el único psicólogo ganador de un Premio Nobel, podría cambiar la opinión del lector sobre la naturaleza humana.

Dicho estudio se inició en la década de los sesenta, en la Universidad de Stanford, Estados Unidos, y consistió en colocar como 600 alumnos de 4 a 6 años en el duro dilema de elegir una golosina, malvadisco, galleta o caramelo, que eran recompensas o gratificaciones  inmediatas, o  el doble, si esperaban más de 15 minutos. A cada niño lo sentaron solo en un cuarto, con una mesa donde miraba la golosina. Y lo grababan y luego lo entrevistaban. El seguimiento a esos alumnos se prolongó más de 40 años después del experimento original; y, con los avances de la ciencia y la técnica, especialmente de las imágenes de Resonancia magnética.

De estas investigaciones obtuvieron interesantes datos, entre ellos: que el autocontrol y la disciplina pueden desarrollarse y mejorarse. Esto lo demostraron algunos niños que, para distraerse, se cubrían los ojos, hablaban consigo mismos, pensaban y atendían otras cosas para resistir la tentación de comer la golosina. O sea se autodistanciaban de la tentación.

Otro resultado muy importante consistió en que los niños que se autocontrolaron, y demoraron recibir la recompensa,  luego fueron adultos con mejores resultados académicos, un estilo de vida más exitosa y saludable, mejor figura física, menor gordura y mayor autoestima. Eran personas, menos impulsivas y tomaban mejores decisiones futuras. En pocas palabras, alcanzaron más éxito profesional y personal.

Estos resultados evidenciaron que los científicos identificaron en zonas cerebrales unas  funciones ejecutivas que pueden cambiar y adaptarse en respuesta a la experiencia; y son más modificables y maleables de lo que se pensaba. Esenciales en las decisiones y planificación a largo plazo, que no son músculos, no se fatigan ni agotan con el ejercicio físico, y, se fortalecen con ejercicios mentales o espirituales. Estas funciones ejecutivas influyen en nuestro destino y en una vida creadora y exitosa. Explican las razones por las que  personas talentosas y destacadas se comportan de manera torpe en determinadas situaciones.

Y podrían explicar la triste fama de República Dominicana, al aparecer en el primer lugar de muertos por accidentes de tránsito en el mundo. Aquí, hay facilidades para la venta y el consumo de alcohol y sustancias ilícitas; especialmente entre conductores de patanas y otros vehículos; existe un deficiente nivel sistema educativo,  que fortalece poco el autocontrol y la disciplina; y las autoridades controlan poco la circulación de vehículos y son permisivas  en las violaciones a la ley de tránsito, principalmente de los motoristas.

Afortunadamente, estas funciones ejecutivas también influyen en los casos de empresarios que se auto controlaron, y ahorraron o aplazaron el consumo de bienes improductivos o suntuarios. Puedo poner de ejemplos a un poderoso empresario domínico español y un acaudalado pariente mío, quienes se enorgullecían de relatar cuánto demoraron para adquirir segundas casas, o autos de lujos.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván.