En este último artículo del año 2022 comparto los temas subyacentes que percibo frente a la inmensidad de informaciones que han estado disponibles para nosotros, en ocasiones casi acribillándonos de tantas y tan diversas. Tres elementos se destacan en mi visión.

La importancia del trabajo en equipo – Demostrada en procesos electorales posteriores a los sufragios presidenciales. A finales de 2020, Joe Biden ganó las elecciones presidenciales, ya sea que se tome en cuenta la totalidad del voto popular (como fue el caso de Al Gore en el año 2000 y el de Hillary Clinton en el 2020) o el sistema de colegios electorales, que es el vigente en la organización federal de los EEUU. Lo que demostraron las elecciones legislativas del 2022 es que ese resultado de 2020 fue cónsono con un rechazo a las ofertas más extremistas y que si bien la representatividad del partido del presidente descendió en la cámara de diputados, en el senado se vio favorecida. En otras palabras, el presidente cuenta con un equipo que va más allá de su propia popularidad.

En Chile, Gabriel Boric había ganado en diciembre del 2021, pero el referéndum del 2022 que sigue un proceso constituyente anterior inclusive a su candidatura, pero que contaba con su apoyo al tratarse de una propuesta de constitución que sustituya la promulgada durante el gobierno de Pinochet, no fue aprobada. En este caso, se demostró la necesidad de reunir mayor entusiasmo colectivo por una propuesta.

Con todavía menos separación en el tiempo, en el mes de mayo en Francia hubo elecciones presidenciales en las que Emanuel Macron resultó reelecto, pero con un porcentaje de apoyo menor al obtenido durante el plebiscito presidencial anterior. Más aún, en las legislativas que le siguieron, justo unas cuantas semanas después, el resultado incontestable fue un descenso todavía mayor en las opciones que él representa o apoyaría.  Estos tres procesos electorales subrayan la relevancia de que los líderes inviertan esfuerzos en trabajar con los equipos.

La preminencia de los derechos de la mujer – Por dos elementos centrales: la eliminación del carácter federal del acceso a la interrupción de embarazo en los Estados Unidos, que ha llamado al activismo en muchos otros países y por la consternación mundial creciente en torno a la muerte de una disidente iraní, Mahsa Amini. Lo que empezó como una detención que incluyó la muerte en el cuartel donde ella estaba detenida por no portar un velo sobre la cara, ha continuado con una serie de protestas que van aumentando en escala y representatividad.  La visibilidad de las reflexiones en torno a la condición de las mujeres parece mayor que la alcanzada durante la época del sufragismo en el hemisferio norte o del Equal Rights Amendement de los Estados Unidos.

Protesas en Irán en torno a situación de Mahsa Amani. Imagen de France 24.

Ampliación del protagonismo de las redes sociales – Cierto, todavía otros medios siguen manteniendo mucha importancia, pero el hecho de que un hombre a quien le gustan las candilejas (Elon Musk) haya comprado una importante red (Twitter) le confirió visibilidad a la expresión de ideas en torno a su utilización y regulación.  También en nuestras vidas individuales estas y otras redes crecen en su representatividad, tanto en valor positivo como negativo.  Las redes han sido útiles en las respuestas a las catástrofes naturales (lluvias torrenciales) y en la comunicación de informaciones sobre personas desaparecidas al mismo tiempo que continúan siendo espacio de hostigamiento y de pérdida de tiempo, pero es seguro que en el año 2022 demostraron que están aquí para quedarse.

 

Me atrevo a pensar que estas tres tendencias seguirán presentes en el 2023 aunque se les sumen otras que irán enriqueciendo nuestra construcción del mundo.