Mi amigo José Miguel es como un oráculo a quien acudir para hacer preguntas difíciles y encontrar respuestas fáciles. De él suelo recordar dos frases que hoy quiero compartir reconociendo que a pesar de lo mucho que las repita, no se les gasta la utilidad, sino que siempre llegan como nuevas cuando el comportamiento de otros o las consecuencias de mis propios errores me hacen sentir que llegué a una calle sin salida.

La primera de estas frases la tomó de una canción de Alberto Cortez y dice: “Somos los demás de los demás”. Así de sencilla y corta puede ser la respuesta que nos haga entender por qué es muy normal que seamos juzgados o tratados de manera diferente a como entendemos que merecemos.

Vuelvo a esta frase cuando necesito recobrar la empatía con quien, por más esfuerzos que haga, parecería inmune a mis encantos o a mis buenas intenciones; la uso para aceptar que los demás reaccionan a la percepción que tienen de mí y no a mí misma, porque no pueden tenerme sino solo “interpretarme”. La uso para recargar energías con las que insistir para no quedarme jugando sola y seguir siendo parte del equipo.

Los humanos caemos fácilmente en la trampa de considerar que las injusticias, los errores y los abusos los cometen los demás. Son los demás los que se manejan con malas intenciones o de forma egoísta, los que dicen mentiras o verdades ofensivas, los privilegiados. Los demás son los indiferentes o los envidiosos…. Y para los demás, los demás somos nosotros.

La segunda frase José Miguel la dice siempre en primera persona, pero con ella logra la atención de su interlocutor y que éste o ésta se cuestione con relación a sus propios juicios sobre los errores. Mientras más escucho la frase, más cierta me parece: “Gran parte de lo que sé, lo aprendí equivocándome”.

¿Qué es realmente la experiencia?, ¿es solo repetir el éxito una y otra vez?; ¿es posible ser exitoso todas las veces o serlo es solo un indicador de una gran aversión al riesgo?, ¿evidencia de mucho miedo a equivocarnos?, ¿de haber hecho un pacto a favor de perpetuar el “Statu Quo”? Honestamente, he aprendido mucho de las veces que me he equivocado, y en ocasiones he tenido que cometer más de una vez el mismo error ya sea para lograr correlacionarlo con el resultado o para desarrollar por repetición la habilidad de hacerlo bien.

Empezando el año y, de seguro, con una larga lista de proyectos bajo el brazo, creo que podemos darnos el lujo de confesar que vamos hacia la conquista de los demás y de disponernos a dejar que los demás nos conquisten.

Espero no nos espantemos unos a otros con los errores que cometamos y que cada uno sea capaz de hacer su mejor esfuerzo para aprender de los propios sin ser demasiado ácidos ante los ajenos. Es mi deseo personal, profesional, familiar…