El error cometido por Saddam Hussein el 2 de agosto de 1990 cuando invadió y trató de anexar a Kuwait fue demasiado costoso. A causa de ese error, que se produjo producto de un cálculo errado, Irak fue invadido por medio millón de soldados norteamericanos.  El país fue destruido y hoy está sumido en una guerra civil. Saddam, el todo poderoso dictador, perdió el poder y la vida, cuando fue ahorcado, luego de ser juzgado y sentenciado a esa deshonrosa muerte.

Los líderes, sobre todo cuando ejercen el poder, están en el deber de pensar detenidamente en las consecuencias de sus acciones. Deben evaluar las diferentes variables y posibilidades que una acción, sobre todo militar, puede provocar, porque en la geopolítica juegan diversos equipos y con intereses gordos.  Siempre se debe proyectar la probable respuesta del otro equipo. Nadie juega solo en la cancha.

¿Acaso era sensato pensar que Irak podía invadir y anexar Kuwait, y apoderarse de su petróleo, sin que las potencias, encabezadas por Estados Unidos, con muchos intereses en esa región, respondieran de forma contundente como lo hicieron? Había que ser muy ingenuo, y al parecer Saddam lo era, pese a toda su crueldad y experiencia de Estado, para creer en semejante ingenuidad. Saddam calculó mal y él y su pueblo pagaron muy caro por ello.

II

El error cometido por Hamás el 7 de octubre de 2023 fue grave, y evidentemente iba a tener consecuencias terribles para la causa palestina y para la región del Medio Oriente. Tan graves que sus consecuencias serían mucho más nefastas que el error de Saddam de 1990.

Lo que pasó el 7 de octubre jamás debió ocurrir. Si los dirigentes de Hamás e Irán, pensaron que podían meterse en Israel y matar en una noche más de 1200 personas, y secuestrar alrededor de 250, y que la reacción del gobierno israelí, ultraderechista y encabezado por un fascista como Benjamín Netanyahu, iba a ser tibia, cometieron un tremendo error de cálculo, de consecuencias dramáticas. Gaza está destruida y con más de 50 mil muertos y cientos de miles de heridos, mutilados y desplazados. Los jefes de Hamás están muertos. Y la organización prácticamente aniquilada.

De igual manera, Hezbolá que apoyó ese error, está muy debilitado. El Líbano fue despiadadamente atacado, con un saldo de 4 mil libaneses muertos y 21 mil heridos. El líder histórico de Hezbolá, el Sayed Nassar Nasrallah, y una buena parte de la cúpula de la organización, fueron asesinados. Hoy Hezbolá no es ni sombra de lo que era, y con muy pocas posibilidades de reorganizarse, dada la desaparición del aliado Bashar Al Assad y la debilidad de Irán. Visualizo que en los próximos años, sino meses, Hezbolá dejará de ser decisivo en la política libanesa, como lo había sido en los últimos años.

La última gran consecuencia del error de Hamás es lo de Siria. Cierto, en Siria había una guerra civil desde el 2011, pero había sido controlada en 2016 y el régimen de los Assad, de 53 años, parecía estable. Sin embargo, el error de Hamás y la guerra en Gaza y en el Líbano, cambió el panorama. Abrieron una compuerta que estaba cerrada. Envalentonó a los enemigos internos y externos de Bashar Al Assad y los puso a ver lo que no estaban viendo: reorganizarse y marcharles al hombre y al régimen que parecían inexpugnables.

Hoy el panorama del Medio Oriente es muy diferente a lo que era el 7 de octubre del 2023, cuando Hamás cometió su error, en el cual envolvió a todo el mundo. ¿Qué tenemos hoy? Hamás y Hezbolá vencidos, y con poca relevancia, y la Siria de Assad, aliada de Hezbolá e Irán, aunque no tanto de Hamás, es historia. Los nuevos gobernantes de Siria son adversarios de Irán, Hamás y Hezbolá. El gran eje de la Resistencia, que Irán llevaba muchos años estructurando con esmero, dedicándole mucho tiempo y recursos, se deshizo, como un castillo de naipes, en un dos por tres.

Que los dirigentes de Hamás cometieran ese error  hasta se entiende. Son líderes forjados entre las cárceles y las extremas condiciones de vida de Gaza. Pero me cuesta entender que lo cometieran los líderes de Irán. Los iraníes tienen una larga experiencia en la diplomacia, en asuntos de Estado y sobre todo, conocen bien el juego de intereses de la geopolítica. Nunca debieron autorizar semejante acción, si es que no fueron los principales promotores de ella, que acabó con tres de sus importantes aliados: Bashar Al Assad, Hamás y Hezbolá. A Netanyahu el error de Irán y de Hamás le vino de maravilla, como anillo al dedo. Lamentablemente.