Recientemente presentaron el documental “Don Alejandro” donde relatan la vida y aportes del padre de la banca dominicana Alegrando E. Grullón Espaillat, quien nació en Santiago de los Caballeros en 1929. A los 25 años sembró una importante plantación de guineos o bananos, con un socio, pero al tumbársela un ciclón, acudió por un préstamo a The Royal Bank of Canada, y al negárselo, le dijo al banquero en forma amenazante: “’te voy a montar un banco’’. Alli nació un banquero, al convertir aquel percance en una victoria. Por lo que, permítanme ofrecer mi humilde testimonio acerca de sus esfuerzos para fundar el banco y su espíritu de servicio; en dos veces que hablamos.
La primera, yo era un niño; y una tarde del verano de 1963, llegó el joven Alejandro al negocio de provisiones, tejidos y ferretería de mi tío y segundo padre Máximo Galván en Sánchez, provincia de Samana, y éste me dijo que lo llevara a su casa. Y cuando conversaron en la galería de su casa, hubo tan buena química entre ellos, que ese día el tío aportó una importante suma de dinero, como uno de los mil y tantos accionistas del banco, tan significativa que el joven Alejandro lo invitó a la inauguración del Banco Popular Dominicano, en enero de l964. Y décadas después me dijo que se sostenía de los beneficios del Banco Popular. El documental revela cómo el presidente Juan Bosch le recomendó que redujera, de un 30 a un 20 % la participación del señor Rafael Carrión, patriarca del Banco Popular de Puerto Rico, entidad que aportó capital y tecnología al naciente banco dominicano. Y evidencia su talento para obtener la colaboración de socios, criollos y extranjeros; para lograr sus objetivos.
La segunda vez, fue otra tarde hacia 1984, que llegó manejando un flamante carro negro al parqueo de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y me le acerqué, le recordé donde nos conocimos. Y me abrazó y habló de tío Maximo, al que llamaba “mi sanchero favorito”. Y me dijo que fue a la reinauguración del cine universitario, un proyecto cultural para hijos de obreros y campesinos, remodelado por el Banco Popular. Otra vez, andaba solo. Parece que le gustaba acercarse a la gente y bajar a la realidad. Lo acompañé hasta que se marchó; y fue tan familiar, que me preguntó si estaba contento en la universidad y si deseaba trabajar en el banco.
Don Alejandro murió a los 91 años en 2020, y en la ideología marxista, era un burgués, o tal vez, un oligarca, pero práctico, liberal, abierto a las reformas, como los querían Deng Siaoping en China y Pepe Mujica en Uruguay, de los que aplican sus energías creativas, a producir riquezas, y satisfacer necesidades de sus pueblos. Y no usar el Estado para acumular y multiplicar fortunas y saciar caprichos personales. Él contribuyó a construir instituciones democráticas en el capitalismo. Y a que gentes del pueblo como billeteros y zapateros, tipo Corporán de los Santos, Jhonny Ventura o Peña Gómez, compraran y vendieran acciones de 50 pesos y se relacionaran con un banco. Y aunque provenía de una clase acomodada cibaeña, conquistó a Melba Segura, una mujer inteligente y trabajadora, nacida en una loma de Azua. La que, bajo su orientación, en lugar de entregarse al ocio; es una de las mujeres que más han hecho por los pobres y por preservar los recursos naturales del país. Y ella lo confiesa al relatar que “le agradecía su enseñanza de que solo hay una forma de hacer las cosas, es bien”. Finalmente, aunque don Alejandro no era un santo, fortaleció la fe en fieles de la Virgen de Altagracia al reproducir miles de copias de su pintura. Por lo que don Pepín Corripio, al disculparse por no apoyarlo en la fundación del banco, dijo, “es el dominicano que todos debemos tratar de ser”. Yo vi el documental tres veces, los invito a verlo en Youtube. Gloria eterna a ese héroe empresarial e hijo del pueblo. Que viva nuestra patria soberana.
** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.