La República Dominicana, desde el viernes 17 de noviembre hasta la fecha, se ha visto afectada por un disturbio tropical que, como informa el equipo de meteorólogos, ha aportado más de trescientos mililitros de agua en el territorio nacional. En tan pocos días es mucho, para un terreno que ya está afectado por otros factores que profundizan su vulnerabilidad. Los rasgos del disturbio tropical son singulares. Se observa una lluvia intensa, sistemática, con una brisa amenazante, en algunas zonas; y con un despliegue de fuerza que inunda y derriba techos, paredes, vehículos y árboles. Pero no se limita a violentar el estado de objetos y plantas; impacta a personas, familias y animales.

El impacto del disturbio tiene una extensión más amplia, pues aísla a personas y a comunidades. Todos estos fenómenos afectan la vida cotidiana del país y, especialmente, su desarrollo. La sociedad dominicana debería estar preparada para enfrentar estos problemas atmosféricos con más seguridad y educación. Pero, todavía, cada situación anómala de la atmósfera nos encuentra con más inseguridad y con una educación precaria. En todo el proceso del disturbio, es de justicia agradecer el esfuerzo de las autoridades del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), de los Bomberos y de la Defensa Civil, para informar y orientar a la población. Aportan información clara, fundamentada y oportuna.

Los fenómenos de la naturaleza muchas veces son impredecibles y los seres humanos, no siempre tienen el poder necesario para controlar y eliminar sus incidencias. Pero, sí se pueden formular y ejecutar de forma responsable políticas públicas que aseguren el respeto que demanda la naturaleza. Esta cobra de forma inmisericorde lo que se hace en contra de ella. Los indicadores que evidencian la realidad señalada son múltiples. Los ríos Yuna y Capacho de Cotuí, Fula de Bonao y las viviendas en las proximidades del río Ozama y muchos otros, dan cuenta de la agresión que se comete contra las leyes de la naturaleza. Estas agresiones le imprimen más fuerza a las turbulencias atmosféricas.

Por todo lo anteriormente planteado, se afirma que el disturbio tropical advierte y cuestiona. Le indica a la población que urge una relación más amigable con la naturaleza. Además de admirarla y disfrutar sus encantos, hay que aprender cómo tratarla y cómo conservarla sana y robusta. De igual modo, hay que aprender a interpretar sus advertencias para respetar y prestarle atención a sus necesidades. Ya, no es admisible vivir de espaldas a los requerimientos de la naturaleza. Para esta mantener su vida y garantizar la de los seres vivos, es preciso que los humanos hagamos un esfuerzo sostenido para entenderla y saber discriminar lo que la hiere y lo que acentúa su vida.

En nuestro país, la naturaleza está afectada por la violación permanente de las leyes. La irresponsabilidad y la cultura de comercialización de funcionarios públicos y privados, atentan de forma permanente contra la naturaleza. La impunidad en este ámbito tiene décadas. Es un cáncer que deteriora la vida natural, económica y social de los dominicanos. Por esto se necesita una educación ecológica con calidad y sistematicidad. Sin este tipo de educación, desde el Nivel Inicial hasta el ámbito universitario, no habrá una transformación en la forma de relacionarnos con la naturaleza.  Los políticos y los legisladores son los primeros que deben inscribirse en este tipo de educación.

Sí. Los alumnos prioritarios en educación ecológica son los políticos, funcionarios y  legisladores, no solo por sus cargos y funciones, sino por el daño que le hacen al país. Estos actores exhiben ignorancia y habilidad para establecer y legitimar negocios que afectan a componentes centrales de la naturaleza, como ríos, parques, lagos, dunas, árboles y la biodiversidad en general. Pero, la educación ecológica es necesaria para todos. Ya no es posible abstraerse de las aportaciones y de las advertencias de la naturaleza. Por ello la Normativa 01-23 para la Formación Inicial Docente, la contempla como una de sus dimensiones. Esta dimensión requiere atención y ejecución efectivas.

El Estado dominicano ha de asumir la seguridad y la educación de los ciudadanos con más determinación y credibilidad. A su vez, los ciudadanos han de participar de forma activa y responsable en la observación de las leyes y en las relaciones con la naturaleza, en especial con la manera en que gestionamos los desechos sólidos de la vida familiar y de las empresas, los que no solo contaminan, sino que, también, bloquean drenajes. El compromiso es compartido, aunque el Estado tenga mayor responsabilidad. Es cuestionable nuestra insensibilidad hacia la naturaleza, el tipo de relación que establecemos con ella. Asimismo, es inadmisible la facilidad con la que se le somete a transacciones comerciales, sin prever daños, a sus bienes y servicios.  Es preciso un cambio de actitud y de respuesta. El cambio climático nos interpela y desafía. Actuemos en consecuencia.