Laureano Guerrero es abogado, periodista y político. Se inició primero en el ritual de las letras como periodista. Habría descubierto quizás su fascinación por ese mundo mientras ponía en práctica las seis preguntas del reportero, esto es, el quién, el qué, el cuándo, el porqué y el cómo en su búsqueda de noticias. Gracias a esta condición empezaría a dar el salto de ese espacio confinado de pronombres a secas para identificar el sentido connotativo detrás de las palabras que hilvanaba en su trabajo cotidiano, así como los matices de las historias que construía, lo cual no es posible encontrarlos en la mera pasión del periodista por el hecho objetivo y neutro que narra. De semejante registro de experiencias humanas habría surgido el oficio de narrador en Guerrero, no ya el periodístico, sino, el literario.

Sin embargo, la afición por lo literario despierta temprano en el autor, en su deleite y placer por la lectura de las obras de grandes maestros de la narración, tanto la corta como la de largo aliento, como las de un García Márquez, un Vargas Llosa, un Chejov, un Bosch, entre otros escritores, en quienes admira el realismo, la claridad, la concisión y la sobriedad en la expresión, para nada distinto a sus construcciones del concepto, cuyos estilos no sorprendería, pues, que haya adoptado en sus novelas. Del realismo le llega a nuestro autor su creencia en los valores democráticos, en su preferencia por el uso de elementos de la cotidianidad y de la vida de la gente común. Se destaca en su concentración en tratar los orígenes, las implicaciones y los efectos que ejerce la historia y sociedad dominicanas en la condición de sus gentes, agitadas por las fuerzas sociales que se han desatado últimamente en las que el globalismo, como la muerte, que todo lo nivela, alcanza el mayor relieve. Como consecuencia natural, se entiende que en sus novelas Laureano se haya identificado con la ideología neoliberal, no desde la perspectiva del capitalismo salvaje, sino desde la vertiente de un capitalismo humano.

Las novelas de Guerrero hunden sus raíces en materiales de su propia biografía y en su calidad de abogado y de político; de abogado, por su rechazo a las injusticias y crueldades en perjuicio de los más vulnerables e indefensos según se refleja en la obra La Costa. Apartheid dominicano; y de político, por su reconocida militancia en el partido oficialista; lo cual explica, que haya conocido a Bosch y se haya acercado al mismo como modelo perfecto de su ideal de vida. De ahí la razón de su impulso en contar historias aun en medio del tráfago de sus responsabilidades como funcionario público similar al del Profesor. Los fuertes intereses literarios en Laureano lo impulsaron también a entablar amistad con este a un nivel tal que fue de los miembros fundadores del Partido de la Liberación Dominicana en 1973, en los tiempos en que esta organización fue una escuela, además de política, de elevados principios y de ideales de redención social con ribetes de sacerdocio. No por azar a las novelas de Guerrero las envuelve esa atmósfera de grandes inquietudes sociales. Lleva escritas alrededor de diez novelas y un libro de cuentos.

Se adivina sin dificultad en las obras de Guerrero su esbozo de personajes representantes del pequeñoburgués, no los “sin lealtad a nada ni a nadie” como postula Bosch en Composición social dominicana (1970), sino los que en la movilidad social que han experimentado en su dilatado paso por el poder, hay atisbos de redención, barruntos de aquel concepto boschiano de la redención social. Es el caso, por ejemplo, de Eduardo en Chéché, y el de Mozura, en la obra homónima, que, de campesino, se hace barbero, a no dudar, una proyección simbólica del mismo Guerrero. Con la diferencia, de que, en la vida real, no ha sucedido así exactamente con los pupilos del maestro, a excepción, digamos, del propio novelista bajo estudio, y de otros, muy pocos, pero a los que el pesado cortinaje de la ambigüedad y el silencio no los deja divisar.

Como el escritor que ha logrado ser, es posible que Laureano no entienda en toda su magnitud el significado último de la dinámica de los cambios sociales e históricos que han sucedido en el país, y que han llevado a su partido a renegar de sus principios, sin que se inmuten siquiera. El novelista es el tipo de escritor peledeísta que por lo visto ha dedicado largas horas de reflexión y meditación sobre la metamorfosis que ha sufrido el PLD en términos ideológicos y morales en su práctica del poder en la República Dominicana, al prohijar las prescripciones de la política neoliberal que han rubricado sus gobiernos en sus casi 20 años de dominio de la escena política nacional. Guerrero podría entender que como agentes de los cambios que han provocado las diferentes gestiones gubernamentales peledeístas en el tejido social e histórico del país, por más grandes que hayan sido los ideales de redimir al pueblo dominicano de la pobreza que preconizaban, habría caído en la cuenta de que como condición, esta es inevitable, concepto contestatario que le habría sido también insuflado como el practicante católico que es, por la ideología cristiana, cuando afirma que “a los pobres siempre los tendrán con ustedes”.  (Mc. 14:7)

Partidario en otra época del ideario de centroizquierda que no llegó a cuajar, como en el resto de los izquierdistas dominicanos, de ahí que Laureano, y con él, sus correligionarios, hayan pasado a cantar, en un abrir y cerrar de ojos, la supuesta bonanza del neoliberalismo después de probar sus primeras mieles, como lo simboliza el primer encuentro entre Eduardo y Laura y Beatriz, representante de las clases oligarcas criollas en la novela Cheché, sin que comprenda, por lo propio, los alcances, en toda su extensión, de este otro sistema; concentrados, como estaban, en solo repetir eslóganes vacíos cuales papagayos, sin haber contado con un proyecto de nación ni con una plataforma revolucionaria que les haya servido de base. Tras el derrumbe del Muro de Berlín en 1989, de buenas a primeras, descubrieron que se quedaron sin ideología. Por eso la estampida que se produjo en semejantes izquierdistas y su paso a cerrar a filas en torno a los partidos del sistema, a donde fueron a recalar con toda su carga de resentimientos, impotencias y amarguras. Muchos terminaron militando en el PLD.

Las preocupaciones y los intereses intelectuales en Laureano por dramatizar los cambios históricos que han ocurrido en la sociedad dominicana con el advenimiento del PLD al poder han llevado a Giovanni Di Pietro a reunir en su obra La novelística de Laureano Guerrero (SD: Santuario, 2019) siete ensayos equivalentes a igual número de novelas que el autor ha publicado. El crítico se concentra en descifrar la dimensión simbólica presente en dichas obras en su conjunto, al grado de que, si algún éxito tienen, es por la coherencia que se mantiene novela tras novela, una condición, según Di Pietro, que la hace única en la novelística dominicana. De no haber sido por ese rasgo, habrían fracasado, visto el carácter lineal del grueso de las novelas de Guerrero. “La importancia de cada una de las novelas, entonces”, sostiene el crítico, “no está en la historia que se cuenta; está más bien, en esa dimensión simbólica que encontramos en ella”. (27)

Di Pietro, de nuevo, hace hincapié en su obra crítica en la unidad que se observa en la carga simbólica que se registra en la narrativa de Laureano. Se produce en ella una tensión que se da entre las fuerzas conscientes e inconscientes en el autor, lo que el pintor dadaísta francés Marcel Duchamp se dio en llamar el “coeficiente artístico”, en la que el inconsciente gana la batalla en el artista; semejante fuerza, desde donde cobra cuerpo la dimensión simbólica que salva las novelas de Guerrero. He ahí el fuerte en las obras de arte, por la razón de que como el artista no puede programar de antemano la variedad de sentidos de su obra, visto su carácter multívoco, se liberan. A juicio de Giovanni, con esta característica de sus novelas Guerrero habría creado una nueva modalidad en la novelística nacional: la unidad de la dimensión simbólica en ella. Por cierto, de la novela Mi niño lindo nos dice el crítico, “es una gigantesca metáfora de los procesos de desarrollo económico que se han dado en el país desde la caída del régimen de Trujillo hasta los años noventa.”, (2); en La sentencia, el Dr, Creales, es el pueblo dominicano, representado por Pedro el ciego y Manuel su amigo en El estudiante ciego; por Eduardo, en Cheché, en tanto que Laura Beatriz simboliza a los sectores oligarcas dominicanos. Igualmente, otros símbolos del pueblo que resaltan en otras de las novelas de Laureano son Faruk y Manuel en Amores extraños, mientras que José Osvaldo es una representación del elemento represivo de los Doce Años de Balaguer, y su esposa doña Margarita, es la simbolización de la patria que surgió del régimen trujillista en la misma obra, dice Di Pietro. (36) Y otro tanto sucede en la novela La Costa. Apartheid dominicano con el personaje de la mulata Carmen Luisa como representación simbólica de la humanidad entera, de acuerdo al crítico. (Cfr. 50)

Como ha sostenido en otros ensayos varios, para Di Pietro ha habido una continua preocupación en los novelistas dominicanos por la suerte de su país (Cfr. 2, 5), una unidad de sentimientos que se remonta a la narrativa del siglo XIX con Bonó, Cestero, Billini, que atravesó todo el siglo pasado en autores como Bosch, Marrero Aristy, Veloz Maggiolo, Deive, Marcallé Abreu, Peix, Andrés L. Mateo, Mora Serrano, entre otros escritores, y que aún persiste en autores como Piña Contreras, Edwin Disla, Laureano Guerrero y otros tantos novelistas. Empero, en la nueva generación de novelistas, se advierte su intento de distanciarse de ese tema para practicar la novela light y experimentalista, ganados, conforme lo sugiere Giovanni, por los cantos de sirena de la globalización. (Cfr. 7)

Alumno de Bosch al fin, tributario de su visión política y social, Guerrero condena el pasado violento y represivo cifrado tanto en el de la montonera como en el de Trujillo y el de Balaguer, el de este último, como se refleja a través del personaje José Osvaldo en la obra Amores extraños. Idéntico pasado es simbolizado por el sonambulismo del personaje Pedro y el suicidio del personaje Manuel (8) en la novela El estudiante ciego, una actitud, a sugerencia del autor, que el dominicano ha de superar para poder alcanzar el progreso; de donde se colige que Laureano es también deudor de la ideología positivista de Bosch, y subsumida en la suya, la de Hostos, visión que también comparte con sus correligionarios. No en balde Di Pietro implica que Guerrero ve en Europa el ideal de redención social reflejado en una constitución de vanguardia como la de 1963. En otras palabras, Laureano dramatiza el ideal liberal y progresista del maestro en sus obras. Ha interiorizado el ideal democrático (Cfr., 8, 9); es decir, el novelista destila sus lecciones aprendidas del Profesor en sus novelas. Resiste el sonambulismo y el suicidio de los dominicanos del pasado. Condena la actitud retrógrada en la tradición del pesimismo histórico que había mantenido al país en la inercia.

En sus reflexiones sobre la novelística de Guerrero, para Di Pietro la República Dominicana no pudo lograr su desarrollo antes “por su historia violenta, desde la Colonia hasta las muchas dictaduras y la etapa de las izquierdas bobas” (p. ), lo cual no deja de traer a la memoria en cierto sentido a Canto general (1950), de Neruda, quien ve la historia de nuestros países como un ciclo en el que se alternan colonizadores vs. libertadores, y dictadores vs. héroes, por lo visto, una tradición latinoamericanista. Empero, Laureano, en su optimismo, apuesta al país, ejerce fe en su futuro.

En la lucha globalismo vs. nacionalismo que se libra en La sentencia, en alusión a la polémica sentencia 168-13 dictada por el Tribunal Constitucional dominicano en lo que respecta al tema de las relaciones domínico-haitianas, es entendible que por la noción de los valores y los sentimientos de solidaridad que tenía Bosch hacia el haitiano común, como lo simboliza su cuento “Luis Pie”, Guerrero haya sido conmovido al igual que sus compañeros de partido por la moraleja que contiene. Su íntima amistad con el maestro ha dejado su huella en él en ese sentido. El influjo de sus enseñanzas permea su conciencia de escritor y político.

Para Di Pietro, Guerrero en Cheché se torna en apologista del neoliberalismo globalista, sin darse cuenta, quizás, que como una ideología más al fin centraliza e instrumentaliza el poder, pero no menos, porque su rechazo al modelo neoliberal, a la retórica populista y a la tradición del autoritarismo fue la principal bandera de lucha del peledeísmo histórico. A juicio del crítico: “no estamos leyendo una obra de carácter romántico, que es lo que parece en la superficie, sino una obra que, mediante la relación entre esos personajes [Eduardo y Laura Beatriz] presenta todo un cuadro de lo que fue, a finales de los años ochenta y principios de los años noventa, el paso progresivo de un mundo dominado por la ideología – el socialismo y el capitalismo—a otro que en ese tiempo se entendió que iba más allá de las ideologías, que las superaría, y que prometía la palingenesia de un paraíso terrenal donde el sistema capitalista y la democracia terminarían siendo la misma cosa”. (19)

Guerrero magnifica la ideología neoliberal en desmedro del izquierdismo democrático que su partido había abrazado en el pasado, y de la cual ha renegado por su materialismo. Lo rechaza a través del personaje de Eduardo y en su lugar hace que este valore la dimensión espiritual reflejada en las obras de Dante y Petrarca, según Giovanni. Por consiguiente, se deduce de su empleo de este recurso literario el porqué Laureano idealiza el sistema neoliberal. Hace que el personaje renuncie al socialismo para que alcance aquella dimensión espiritual cifrada en las obras de los poetas italianos. No obstante, nuestro crítico cuestiona que un ideal tan sublime como el de estos poetas se desvirtúe en la proyección de una ideología de bienestar económico también de origen material como lo es el neoliberalismo. (21)

En Cheché, Eduardo conoce a Laura Beatriz, símbolo de las clases oligárquicas dominicanas. Salta a la vista sus obvias asociaciones con los dos personajes principales de las obras de Petrarca y Dante, respectivamente –como muy bien observa Di Pietro. Laura Beatriz lo introduce a la paradisíaca vida del neoliberalismo en sus principales mecas en el mundo, los Estados Unidos y Europa. Ya no habrá marcha atrás para Eduardo después de esta experiencia. Ahora bien, deslumbrado por el brillo del poder neoliberal, experimentará sentimientos de mea culpa cuando se vea cara a cara con un hermano pobre que vive en Nueva York, quien le advierte que no se deje llevar por los cantos de sirena del verbo neoliberal. (Cfr. 23) “Esto pone a reflexionar a Eduardo”, dice el crítico. (Ibid.) La dimensión sicológica que resultará de la reflexión a la que se entrega Eduardo como consecuencia es de un valor tal que merece un estudio aparte en otro ensayo.

En este mundo de lucha ideológica no se trata de hacer las veces de ‘tonto útil’, conforme lo sugiere Di Pietro, por no haberse madurado el centroizquierdismo en el otrora PLD como partido de cuadros y de círculos de estudio para ser ganado con facilidad por las ideas de las presuntas bondades de la política neoliberal de un modo acrítico.  Lo que aconteció con los actuales peledeístas en su giro ideológico radical es lo que igualmente sucedió con la estampida que se dio con los antiguos izquierdistas criollos que terminaron afiliados a dicho partido y otras organizaciones afines del sistema, con su carga de amarguras, resentimientos e impotencias a rastras, incapaces de haber previsto el fin de su ideología en el derrumbe del Muro de Berlín en 1989.  De ahí que se explique que los pupilos de Bosch en el poder hayan pactado, con ‘espíritu de cuerpo’, con las mismas fuerzas oligárquicas que derrocaron al maestro en 1963, materia de profunda reflexión sobre la posible justificación o no de su breve gobierno por parte de sus alumnos, a juzgar por el inconfundible estilo de corte neoliberal de todas las gestiones peledeístas en sus casi veinte años de ejercicio de poder (Cfr. 22). En este punto del tiempo, resulta que estos han desnaturalizado con sus acciones el ideal del maestro; por lo que no solo se entregarán a la práctica descarnada de la corrupción gubernamental, sino que, con conciencia de su nueva condición de potentados sin rival, con una enorme base económica, se escudan en la protección que les ha brindado la impunidad en su intento de blindaje de las instituciones judiciales, un caso único en su especie en la historia política dominicana.

Mientras Guerrero ensalza lo que entiende es el bienestar del neoliberalismo, un reputado novelista como Marcallé Abreu, en cambio, se va al otro extremo del espectro, al concentrarse en describir mayormente el rostro grotesco que representa el espíritu que trasciende de la citada ideología, como se adivina en obras como Las calles enemigas (2013), Bruma de gente inhóspita (2015), La manipulación de los espejos (2012) y otras obras narrativas afines. En otras palabras, es incompatible adoptar el neoliberalismo en el uso del poder y seguir los antiguos principios centroizquierdistas tal como antes se practicaban en el PLD cuando estaba en la oposición. No hay medias tintas ni espacios grises entre el empleo de la política neoliberal y el otrora ordenamiento ético y moral de la organización cuando era presidida por el Profesor Bosch, como ahora pretende Guerrero. En este sentido, como dice Di Pietro en unas de sus argumentaciones sobre Cheché, “[y]a que el partido de Eduardo está compuesto por seres ‘inteligentes’ y ‘bienintencionados’ ella [Laura Beatriz] confía en que ‘sabrán gobernar respetando las reglas del sistema’, pero ‘permitiendo al mismo tiempo que [la sociedad] avance hacia un futuro más próspero y promisorio”. (25)

En suma, con la unidad y la coherencia en la carga simbólica que se observa a través de su novelística, el escritor Laureano Guerrero, a criterios de Di Pietro, habría creado una nueva modalidad en la novelística nacional. Con nuestra lectura de sus novelas, podemos concluir con Giovanni en que Guerrero es quizás –o sin quizás– el único escritor imaginativo del oficialismo que ha reflexionado a profundidad en el plano artístico sobre el vuelco radical que ha dado su partido en términos ideológicos en su abrazo del neoliberalismo a través del tiempo. Más tarde, en ese mismo orden, el novelista medita sobre la nueva conducta de sus compañeros frente al poder, sobre lo que se gana y se pierde en el ínterin; racionaliza acerca del significado y el alcance de su movilidad social como conjunto. En el conjunto de su obra narrativa está presente su preocupación por la suerte del país, una constante en los novelistas dominicanos a lo largo de la historia republicana, como bien apunta Giovanni, así como la dramatización mayormente en una de sus obras de los cambios ideológicos que sufrió el PLD en su práctica del poder político y de su defensa a la Iglesia como sostén del sistema.