Trump quizás no sea el autócrata narcisista, simplón y fanfarrón, que conocemos. Ni tampoco sus ministros y colaboradores sean del todo incondicionales a él. Detrás del estrafalario presidente, está el poder económico y el fundamentalismo religioso de Estados Unidos.
Esto ha quedado demostrado en la selección de su gabinete y en la ordenes ejecutivas firmadas: responden al “Poyecto 2025”, documento de 900 páginas elaborado por la fundación Heritage- “think tank” de extrema derecha radicado en Wahington-, que viene haciendo recomendaciones a los presidentes republicanos desde 1981.
Durante el primer gobierno de Trump, esta fundación hizo público que el mandatario cumplió las dos terceras partes de las propuestas que ellos pusieron en su mesa de trabajo.
En la pasada campaña electoral, los candidatos demócratas advirtieron sobre el proyecto 2025. Donald Trump, experimentado mentiroso, afirmó que “desconocía el documento…”
A pesar de la mentira, la verdad es que entre los principales autores del estratégico plan estuvieron sus colaboradores, quienes ocupan hoy posiciones relevantes en su gabinete: el jefe de la CIA, John Ratcliff, el “zar de la frontera” Tom Homan, el supervisor de las comunicaciones federales, Brendan Carr, y otros propulsores de la estrategia ultraconservadora.
Es una especie de plan quinquenal a lo comunista- pero este es cuatrienal y derechista-, que Trump deberá cumplir al dedillo. Hasta ahora, sigue al punto las 900 páginas de las propuestas de “Heritage”.
El arrollador líder norteamericano – quien recientemente decidió meter la Franja de Gaza, junto a Groenlandia, Canadá y Panamá, en su “shopping bag”- inició la guerra de las tarifas, la negación de la crisis climática, y un aumento de la perforación y dependencia del petróleo. Además de otras medidas peligrosas a corto, mediano, y largo plazo; como la de incrementar el poder presidencial y reducir el Estado.
Es razonable pensar, que ningún grupo compuesto por billonarios, fanáticos religiosos y ultraconservadores (quienes estuvieron detrás de Dick Cheyne, convirtiéndolo en el vicepresidente más poderoso de la historia estadounidense), escogiera, para ejecutar su agenda, a un líder capaz de revelarse. Imposible. Una agenda tan ambiciosa requiere obediencia absoluta.
En otras palabras: es de suponer que los cerebros del “Proyecto 2025” dan por seguro que Trump, a pesar de su egocentrismo irreflexivo, no es capaz de abandonar el redil.
El líder de los republicanos se inicia en la carrera presidencial como un candidato de ideas simples, obcecado con el dinero y la necesidad personal de alcanzar la cumbre del estrellato. Carecía de un pensamiento político definido. De ahí, que no fuera difícil adoctrinarlo en los dogmas de “Heritage”.
Lo anterior, puede parecer una de esas teorías conspirativas que van y vienen. No obstante, el “proyecto 2025” existe y su ejecución marcha vertiginosamente. El imperio no quiere desfallecer y retoma la política del “Big stick”, la del garrote; ejecutada por Theodore Roosevelt en 1904.
Entonces, es licito concluir, que el actual mandatario estadounidense no es un autócrata independiente: sus actuales ejecutorias estuvieron diseñadas y ordenadas por otros antes de llegar al poder.
Dicho de otra manera: Donald Trump puede que sea un sicario político cumpliendo un contrato de “la organización”. Esa que intenta dictarle normas extremas a su país y al resto de occidente. En los próximos años veremos el resultado de esa encomienda…