Título de exquisita obra sobre biopolítica, los cuerpos, las nuevas formaciones de la izquierda y las mucho más recientes preocupaciones del feminismo y los colectivos queer, en especial la resistencia frente a la precariedad.

Escrita a “cuatro manos” y “gritado a dos voces”.  Las de Judith Butler, quien se crió en el seno de una familia judía y estudió filosofía en la Universidad de Yale. Ocupa la cátedra de Retórica, Literatura comparada y Estudios de la Mujer de la Universidad de California en Berkeley y es, sin duda, una de las figuras más relevantes de la filosofía posestructuralista, de la teoría queer y la filosofía política. Conjuntamente con  las de Athena Athanasiou, profesora en el Departamento de Antropología Social de la Panteion University of Social and Political Sciences, en Atenas, quien cuenta entre sus libros más detacados La vida al límite: ensayos sobre género, cuerpo y biopolítica y Teoría feminista y crítica cultural.

Por lo general, la desposesión se refiere a cómo los cuerpos humanos se materializan o desmaterializan a través de las historias de las políticas de esclavitud, colonización, apartheid, alienación capitalista, inmigración y asilo, del multiculturalismo liberal poscolonial, de la normatividad sexual  y de género, de la gubernamentalidad securitaria y de la razón humanitaria.

Las autoras destacan que “la palabra desposesión se refiere originalmente a la práctica de la usurpación de tierras. Supone la violenta apropiación del trabajo y el agotamiento de los cuerpos  laborales y no laborales. Esto se ha manifestado en las políticas contemporáneas de precariedad económica en forma de trabajo temporales mal pagados e inseguros, en combinación con los recortes a las prestaciones sociales y con la expropiación de la educación pública y las instituciones de salud”.

También destacan que la desposesión es una condición dolorosa impuesta por la violencia normativa y normalizadora que determina los términos de subjetividad, supervivencia y capacidad de vivir. La desposesión implica una doble valencia ya que puede ser un término ser término que marca el límite de la autosuficiencia y que nos establece como seres interdependientes y relacionales.

La desposesión es lo que sucede cuando las poblaciones pierden su tierra, su ciudadanía, sus medios de supervivencia y se transforman en sujetos de la violencia militar y legal. Implica además la presunción de que alguien ha sido privado de algo que por derecho le corresponde. En este sentido, la desposesión es similar al concepto marxista de alienación, que opera en dos niveles: a los sujetos trabajadores se les desprovee de la habilidad de poseer algún tipo de control sobre sus vidas, pero también se les niega la conciencia  de esta subyugación al ser interpelados como sujetos de una libertad inalienable.

Resulta importante pensar en la desposesión como una condición que no se combate simplemente con la apropiación, un término que restablece la posesión y la propiedad como los derechos primordiales de la persona creadora de sí misma. El desafío al que nos enfrenta el tema es un desafío simultáneamente ético, político y teórico.

Estableciendo cómo debemos reflexionar sobre la desposesión sin pasar por la lógica de la posesión (como una marca distintiva de la modernidad, el liberalismo y el humanismo), no solamente evitando, sino poniendo en cuestión el cálculo de exclusión de propiedad en las formas de poder del liberalismo tardío; y en segundo lugar, debemos elaborar la razón por la cual este gesto reflexivo es políticamente reflexivo.

Esto nos lleva a preguntarnos si debemos encontrar modos éticos y políticos de oposición a la desposesión forzosa y coercitiva que no dependan de la valoración del individualismo posesivo, llegando a la conclusión de la necesidad de comprometernos críticamente con las variadas formaciones discursivas, subjetivas, institucionales y afectivas del razonamiento del liberalismo tardío en contextos nacionales y globales.

Uno de los grandes beneficios de esta obra escrita  en el 2012, cuando la revolución egipcia se encontraba en un punto álgido y la  izquierda griega planteó un serio desafío al neoliberalismo y a su política de austeridad, abriendo la posibilidad de una nueva izquierda europea opuesta a la distribución diferencial de la precariedad y la supresión tecnocrática de la democracia, fue la formulación  de que lo se pretendía expresar con “política de lo performativo”.

Inspiradas principalmente en Butler, ambas autoras presentan las cuestiones fundamentales para su teoría de la performatividad. Toman de Foucault la idea de que no existe un sexo biológico y un género construido, sino que lo único que hay son cuerpos construidos culturalmente y no existe la posibilidad de sexo “natural”, porque los acercamientos al sexo siempre están mediados por la cultura y la lengua. Con esto las autoras dinamitan el sistema e sexo género; ambos resultan un continuo.

Decir que el sexo es una construcción, en términos de las autoras, tampoco significa que sea una ilusión o una construcción artificial. Se trata más bien de que existe una producción discursiva que hace aceptable una  relación binaria. “La univocidad de género, la coherencia interna del género y el marco binario para sexo y género son ficciones reguladoras que refuerzan y naturalizan los regímenes de poder convergentes de la opresión masculina y heretosexista” (Butler, 1990: 99).

El lenguaje, entonces,  crea identidades sexuales, binarias, fijas y excluyentes que ignoran la fragmentación interna de la clase, el color, la edad, la religión, la opción sexual, etc. Esas  inscripciones del lenguaje son contingentes y crean fantasía de estabilidad y coherencia con fines de lograr la hegemonía de un modelo y el disciplinamiento de los seres.  Butler se refiere a este tipo de fundamentos cuando habla de la  falsa estabilidad de la categoría “mujeres”.

En Gender Trouble (El Género en Disputa) Butler postula que el sexo ya no se puede considerar una verdad, sino que estamos ante una significación performativamente realizada. Lo interesante de esta propuesta es que esa significación puede  deshacerse de su interioridad o esencia ( que está construida y naturalizada culturalmente) y puede provocar la “proliferación paródica y la interacción subversiva de significados con género”. De tal forma que al alterar y desplazar las nociones de género naturalizadas (que sustentan la hegemonía masculina y heterosexista), se problematiza el género: se movilizan, confunden, multiplican, de forma subversiva, las categorías constitutivas que intentan preservar el género en el sitio que le corresponde al presentarse como las ilusiones que crean la identidad. Los géneros no son ni verdaderos ni falsos, sino que se crean como “efectos de verdad” de un discurso de identidad primaria y estable.

La primera impresión que nos deja la lectura de El Género en Disputa de Judith Butler (1990), cuya riqueza consiste en la aguda revisión de la categoría de sexo a la luz de la perspectiva de género es la de encontrarnos con un claro intento de “generizar” el sexo. Esto significa, mostrar como en realidad la constatación (casi) naturalista  de la existencia de un sexo fisiológico anterior a la producción social  del género es ya en sí misma  una construcción propia de un sistema social ya generalizado.

Esta interpretación  es la que ha llevado a asumir –en algunos casos-  que si el sexo es una categoría producida por el género podríamos/deberíamos obviarla y referirnos al género.

Sin embargo, luego de desmontar el mito de que el sexo es a la naturaleza, como el género a la cultura, el siguiente paso de Butler será señalar que la cuestión de la sexuación de los sujetos parecería conducir a ciertas teorías constructivistas o culturalistas del género a un camino sin salida: si el sexo no es más que género, y a su vez el género no otra cosa que la división contingente –en el sentido social, de ser un efecto del lenguaje de la humanidad en dos, lo que quedaría más allá de la  determinación arbitraria del género sería un sujeto universal demasiado fácilmente homologable al sujeto cartesiano, puro espíritu sin cuerpo -sin marca, que obtendría su universalidad (su capacidad de representar al todo de los seres humanos) de la exclusión de todos los otros subordinados, y que a lo largo de la historia fue encarnado por el sujeto trascendental kantiano, el “hombre de la igualdad, la fraternidad y la libertad de la revolución francesa, el ciudadano abstracto de la democracia formal.

Queda pendiente la gratitud de todos los políticos, filósofos, intelectuales, sociólogos, psicólogos, psiquiatras,  comunicadores, escritores, profesores, universitarios, científicos, padres y líderes  por el aporte que supone el profundo   análisis de las autoras sobre la  Desposesión: lo performativo en lo político.

Las autoras llevan el tema de la desposesión a las universidades, las cuales habrán de asumirlo de manera permanente como tema de debate, seminarios, conferencias, clases y consultas. Deberá ser un tema  obligado para las universidades. Sí, para las universidades e IES de todo el país.