El debate sobre el modelo desarrollo económico de los países subdesarrollados parecería cerrado. El neoliberalismo parece que se impuso y que no hay discusión posible. Sin embargo nunca está demás volver revisar las evidencias derivadas de las experiencia histórica y de los datos estadísticos. Las viejas discusiones de la escuela de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas), que se constituyó en el centro de pensamiento del llamado “desarrollismo latinoamericano”, con las tesis neoclásicas y neoliberales, parecen enterradas. ¿Será así? ¿No tiene relevancia consultar la evidencia histórica de la región y en particular de nuestro país?
En un artículo anterior en esta columna sobre el pensamiento del economistas coreano Ha-Joon Chang, catedrático de la universidad de Cambridge y considerado uno de los más importantes historiadores económicos vivos, citamos un dato que nos impresionó. “En el periodo proteccionista llamado “cepalino” o “desarrollista”, iniciado con la sustitución de importaciones en la década de 1950 y continuado por 30 años aproximadamente, la región (América Latina y El Caribe) experimentó un promedio anual de crecimiento de su PIB (en esos 30 años) de 3,8%. En el subsiguiente periodo, caracterizado por las políticas neoliberales definidas por el Consenso de Washington vía el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional al iniciar la década de los 1990, la media de crecimiento de América Latina y El Caribe en los 30 años subsiguientes (1990-2020) ha sido de 0,8% por año” (Chang, CEP Santiago de Chile).
En el caso de la República Dominicana el crecimiento observado según los datos aportados por el Banco Central de la República Dominicana entre 1970 y 1990 (4,7%) no arrojan una gran diferencia entre los datos observados entre 1994 y 2012 (5,6%) para un diferencial de 0,9%. Sin embargo, en el periodo entre 1950 y 1970 no existen datos disponibles, aunque fue un periodo de intenso crecimiento del sector industrial-agropecuario y del sector de sustitución de importaciones a partir de la Ley de Incentivo y Industrial 299 de abril de 1968. En los tres primeros años de la década de 1970 se observan crecimientos del PIB “a lo chino” con tasas de 10,9% en 1971; 10,4% en 1972 y 12,9% en 1973. Posteriormente esas tasas se moderan dentro del rango positivo de 5 a 8%, pero hay que tomar en cuenta el impacto del alza de los precios del petróleo a partir de las crisis en Medio Oriente en 1973 y 1978, y el llamado “embargo petrolero”.
Continuando con las consideraciones del profesor Chang afirma que “Muchas personas consideran que la historia económica, o la historia de cómo han evolucionado nuestras economías, no tienen ningún sentido. ¿Realmente necesitamos saber lo que ocurrió hace dos o tres siglos para corroborar que el libre comercio fomenta el crecimiento económico, que los impuestos altos desalientan la creación de riqueza o que la reducción de la burocracia estimula las actividades comerciales? ¿Acaso estos y otros saberes económicos de nuestra época no son, sin excepción alguna, proposiciones derivadas de teorías de una lógica irrefutable y confirmadas por una enorme cantidad de datos estadísticos contemporáneos?
La mayoría de los economistas están de acuerdo con ello. La historia económica fue una materia obligatoria en los planes de estudio de las facultades de ciencias económicas de la mayoría de las universidades norteamericanas hasta los años ochenta, pero cabe señalar que muchos de esos centros ya ni siquiera ofrecen cursos sobre historia económica. Entre los economistas de orientación mas teórica incluso impera cierta tendencia a considerar la historia económica, en el mejor de los casos, como una distracción inofensiva –como contar los vagones de un tren-, y en el peor de ellos como un refugio para los intelectualmente discapacitados que no pueden manejar material “duro” como las matemáticas y las estadísticas.
Sin embargo, he decidido presentar a mis lectores una breve (bueno, quizá no tan breve) historia del capitalismo porque es vital tener algún conocimiento de esa historia para poder comprender plenamente los fenómenos económicos contemporáneos” (Chang, Economia, 2015).
En otras palabras, conocer la historia del desarrollo económico nos da las herramientas y los instrumentos para poder diseñar y sugerir estrategias de desarrollo económico apropiadas para el mundo de hoy. El triunfo del neoliberalismo a partir de 1980 en los grandes países industriales (Thatcher en el Reino Unido en 1979 y Reagan en los EEUU en 1981) y en América Latina a partir de 1981 con el gobierno de los llamados Chicago Boys de Pinochet en Chile y el compendio del Consenso de Washington a partir de 1989 y expandidos en el mundo y la región por los organismos adscritos al Departamento del Tesoro de los Estados –Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo- nos plantean la interrogante: ¿Debemos continuar con esa orquesta entonando el himno de las buenas políticas neoliberales o habría que hacer un alto para revisar la letra de ese himno y revisar cuales son los cambios que nos convienen?
Las políticas neoliberales han promovido un desmonte de la base industrial en América Latina y El Caribe. Nos hemos convertido en importadores de todo tipo de chuchería y si intentamos cambiar eso la OMC y los tratados de libre comercio nos sancionan. No podemos proteger nuestro sector agrícola y pecuario y por tanto debemos importar los alimentos subsidiados desde los países industriales. En términos de política industrial lo más que debemos hacer es proveer mano de obra barata y sin ningún impuesto en las llamadas maquilas o zonas francas industriales. La economía se ha financiarizado a niveles inimaginables. Esto es, el control del sector financiero internacional y local de las ganancias generadas por toda la economía. Por tanto es un momento propicio para preguntarnos ¿Debemos volver a propiciar un desarrollo hacia dentro con protección de nuestros sectores productivos claves o debemos continuar con la política de apertura total de la economía y que sino “que entre el mar”?