El mundo analiza, celebra y difunde por todos los medios, la magia de la Inteligencia Artificial (IA). Para muchos es el descubrimiento y la innovación máxima del siglo XXI. Para otros, es una oportunidad para resolver problemas irresueltos en la medicina, en la educación y en otros campos de las ciencias. De la misma forma, es considerada por sectores intelectuales y sociales como una amenaza. Que se produzcan dudas y miedos ante una creación tecnológica tan potente y versátil, como se plantea, es un fenómeno normal. Asimismo, es lógico que despierte un entusiasmo inaudito y una valoración por encima de lo que realmente pueda aportar la creación tecnológica indicada. Los planteamientos anteriores responden a la proclama de Bill Gates con respecto a que la Inteligencia Artificial sustituirá a los maestros.
Para el señor Gates, dedicado en los últimos tiempos a preconizar, desde el cambio climático hasta educación, a los maestros les queda una corta existencia, pues serán sustituidos por la fuerza de la Inteligencia Artificial. El señor Gates, sin dudas, es un genio en el campo de las tecnologías de la información y comunicación. Los indicadores son vastos; por esto es admirable y creíble. Su saber tecnológico es indiscutible. No así su saber sobre la educación. Por tal motivo, su premonición la traduzco afirmando que la Inteligencia Artificial lo que hace es presentarle a los maestros desafíos múltiples. Pero, en ningún caso implica la desaparición de los maestros de la sociedad, de los centros educativos, de las aulas.
Lo que tenemos que hacer los maestros es apurar el paso; darle importancia a la puesta al día, para no llegar con retraso, ni con vacíos, a los avances de las ciencias, de la información y de la comunicación. Los avances tecnológicos nos interpelan y desafían. Para adelantar el paso no podemos depender exclusivamente de lo que programe y realice el Estado. Puede ser que al Estado y al Sindicato no les interesen maestros con pensamiento crítico, ni con formación consistente por su calidad y compromiso ético. Puede ser que tampoco al Estado y al Sindicato les interesen maestros que trabajen para producir cambios estructurales en el sector educación.
La Inteligencia Artificial, desde mi punto de vista, les indica a los maestros que, para no desaparecer, como presagia Gates, han de darle un giro de trescientos sesenta grados a su formación y a su práctica. Ambos aspectos deben estar fundamentados en evidencias científicas que garanticen solidez y actualización. De igual modo, los maestros han de trabajar activamente la autonomía. Sin autonomía no hay creatividad, no hay innovación. Esta autonomía tiene que construirla y defenderla en diálogo responsable y transparente con el Ministerio de Educación y con el Sindicato. La dependencia de ambas entidades, sin criterios propios, acentúa la cosificación del magisterio y el atraso intelectual y social. En esta misma dirección, los maestros han de identificarse con su profesión; no deben sentir vergüenza de ser maestros. Con crisis de identidad no se avanza. Se le hace un daño profundo a la profesión misma y el maestro pulveriza su propia autoestima. Los maestros han de ponerle atención a las variables del contexto social y educativo que tienen como objetivo socavar los cimientos de su autoestima, de su prestigio; así como de su integridad emocional y social.
La Inteligencia Artificial desafía a los maestros a ponerle fin al complejo de inferioridad que exhiben ante otras profesiones. Los impele a buscar estrategias para que la carrera de educación se respete y se desarrolle con el nivel y el rigor que las Ciencias de la Educación demandan. Ha de profundizarse el rechazo a una carrera que es trampolín para muchos que son descartados en otras profesiones. Esto no es solo cuestión de perfiles y selección de estudiantes con los mejores talentos para el magisterio. Es cuestión, también, de que se determinen perfiles y criterios para instituciones formadoras de maestros, apoyadas con una evaluación continua y rendición de cuentas de forma sistemática.
De igual manera, la Inteligencia Artificial desafía a los maestros a leer, a escribir, a estudiar y a participar en el debate de los temas que impactan la educación del país. Acostumbrarse a voceros es una estrategia que alimenta la pasividad y hasta la instrumentalización. Se necesitan maestros que estén atentos a los fenómenos que inciden en el desarrollo de la educación, de la sociedad y, especialmente, de los aprendizajes de los estudiantes. Además, han de estar en estado de alerta para que constaten sus propios aprendizajes o sus involuciones. Es necesario llenar de sentido y de contenido el título de maestro. Atrás un título vacío e inconsistente. Adelante un maestro coherente con los desafíos de su profesión y de los tiempos presentes y futuros.