Pablo Yermenos Forastieri, excelente dermatólogo y médico social, ha entregado a la sociedad su obra Fragmentos del camino -ideario-. Un magnífico aporte en torno al desarrollo de la medicina contemporánea, priorizando su área la dermatología en particular la lepra, patología muy agresiva y frecuente en el pasado cercano. Además nos ofrece interesantes aspectos sociales como los desarrollados en su ciudad natal de Salcedo, provincia hermanas Mirabal y su experiencia como médico a tiempo completo en la sociedad dominicana.
La trayectoria de Pablo Yermenos nos consta ha sido sobremanera positiva, ha cumplido a cabalidad el propósito de servir al pueblo. Esta obra es un gira en torno a aspectos fundamentales que colegas contemporáneos de él también deben recogerlos en libros, como contribución al debate relativo al desarrollo social dominicano.
Entre las importantes aclaraciones que nos ofrece queremos resaltar una de mucho interés en el argot político, la situó en 1979 cuando explicaba la confusión de calificar las categorías profesionales como clases sociales, acentuando el caso de los médicos que se extiende a las demás carreras:
“El hecho de que todos los miembros de la AMD seamos profesionales de la medicina en ningún caso nos homogeniza socialmente, es decir, no hay “clase médica”; provenimos de las diferentes clases sociales, constituimos un sector de ellas y de sus capas, esto determina y explica las naturales contradicciones las diferentes maneras de ver y de actuar con respecto a situaciones, especificas, cambiantes, tan propias de organizaciones policlasistas”.
No hay clase médica, clase de abogado, clase de ingeniero, etc. Todos estamos integrados dentro de las diversas clases sociales desde el trabajador o proletario hasta el burgués.
En 1980 todavía con una significativa morbilidad por lepra (cantidad de enfermos provocados por una patología), Yermenos saludaba la creación de plazas de dermatólogos en los hospitales públicos. Son estos especialistas los más autorizados para enfrentar la enfermedad como la práctica lo ha demostrado, manifestaba en esos momentos:
“Si la lepra fuera una enfermedad mortal, o “de moda”, probablemente no tuviera la fea imagen que tiene a los ojos del pueblo: sucede con ella que ha sido prejuiciada desde hace siglos, mal entendida y puesta como ejemplo de lo horroroso, pecaminosos, etc. Desafortunadamente millones de seres humanos en todos el mundo han tenido que padecer las consecuencias de la incomprensión, el aislamiento y el desprecio producto de la ignorancia de las sociedades donde les ha tocado vivir”.
Toda la razón acompañaba al maestro Yermenos cuando se quejaba amargamente de la indiferencia frente a lepra en 1981. Con su prédica y acción al igual que sus compañeros dermatólogos, han logrado la disminución radical de esta patología que presenta una sintomatología externa provocadora de horror. Inclusive ha desaparecido ese campo de concentración que se denominó leprocomio.
El autor discurre sobre el absurdo de estas instituciones. En su lucha contra la enfermedad, vivió de manera directa la experiencia del averno que constituyó el leprocomio de Nigua, con su experiencia de la operatividad de esos centros nos dice:
“Los obsoletos leprocomios del mundo, sin razón de existir después de los avances de la leprología, deshumanizados, convertidos en problemas sociales y prohijados por sectores e individualidades refractarias al progreso de la ciencia, aferrados a leyendas bíblicas retardatarias, se constituyeron en inconvenientes para el desarrollo exitoso de los programas de control y la educación sanitaria de la población”.
Pablo Yermenos Forastieri manifiesta su reconocimiento en esta jornada contra la temida lepra al Instituto de Dermatología: “No existe obra humana, de ningún tamaño, que pueda ser hecha en solitario de ahí, el mérito colectivo del valor alcanzado por el Instituto Dermatológico Dominicanos”.
En su condición de médico social, conociendo muy bien el diagnóstico de nuestro endeble modelo sanitario, en 1980 rechazaba el paternalismo y las dádivas como terapéuticas pretendiendo resolver los problemas sanitarios locales. Frente al desdén en relación a la salubridad publica reclamaba:
“La salud, sea cual sea la definición que hagamos de este inmanente estado del ser humano, es un derecho que asiste a todos por igual y es responsabilidad absoluta del Estado proporciónala a todos los ciudadanos […]
En torno a su ciudad natal la provincia Hermanas Mirabal, evoca a su maestra en la educación primaria, que era seguidora del modelo educativo hostosiano, Ana Antonia Gómez. En esas notas reflexivas en una ocasión señalaba: “Cada época en la vida de los pueblos tiene personajes populares inolvidables”.
Resalta el patriotismo de las hermanas Mirabal, acentuando el papel estelar que desempeñaron enfrentando con valor la feroz tiranía de Rafael Trujillo y como su pueblo natal las tiene presentes:
“Patria, Minerva, María Teresa Mirabal Reyes y Rufino de la Cruz murieron el 25 de noviembre de 1960. Esa es la realidad que recoge la historia. Descansan en su Jardín-Casa-Museo cuidadas con abnegación y esmero por su hermana sobreviviente entre flores que engalanan y perfuman la gratitud y el reconocimiento de su pueblo. Las continuas excursiones escolares, prometen esperanzas sentidas para el Nunca más; los extranjeros que les visiten podrán también conocer la historia y difundirla, y aquellos que utilizan determinadas rutas aéreas sobrevolarán el espacio del pequeño territorio donde una día se aposentó para siempre la dignidad, el patriotismo, el decoro, la heroicidad y el martirologio”.
Recuerda cuando se trasladó a la Capital a estudiar medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, residió en el recinto de huéspedes universitarios regenteado por la iglesia católica conocido como Colegio Calasanz Mayor, que estaba en los terrenos de la universidad, calle Correa y Cidrón esquina Alma Mater. Sobre el Calasanz siempre tengo presente que al decidirse el cierre de esta institución, el balaguerato gobernante proyectaba apropiarse de ese importante local, a finales de abril de 1972 los universitarios ocupamos la institución ya desocupada, en una contundente movilización tras el criminal ametrallamiento de la policía balaguerista contra la universidad el día 4.
Yermenos se trasladó a México para cursar la especialidad de dermatología, y allí entre sus maestros estaba una de las principales lumbreras de esa especialidad en el área más difícil para la época la lepra, el dermatólogo mexicano Fernando Latapi.
Nos relata sus actividades como miembro y dirigente del Partido de la Liberación Dominicana. También su prolongada participación gremial.
Recuerdo cuando me gradué de inmediato incursioné en el gremialismo médico siendo miembro del grupo de los «Shanghai», el Presidente del Colegio Médico (AMD) era el querido maestro Pablo Yermenos y fuimos enconados adversarios. Luego me convencí (igual me ocurrió con otros líderes gremiales como Altagracia Guzmán Marcelino, Julio Manuel Rodríguez Grullón, Rafael Estévez Roche y el fallecido Pedro Green) de su sinceridad y su honestidad, hoy en día nos une una íntima amistad con todos ellos y con Pedro Green hasta el final de sus días.
Son múltiples los aspectos que nos sintetiza de manera objetiva el autor, que sería prolijo enumerarlos todos, como el caso de los poetas hermanos Deligne, que siempre se ha alegado fueron víctimas de lepra, pero que el cuestiona ese diagnóstico; también el uso excesivo que se dispensaba a la cortisona para el tratamiento de los leprosos, sin tomar en cuenta sus efectos nocivos secundarios, y otros temas de alto interés en el ámbito médico y social.
Pablo Yermenos Forastiere ha sido un ciudadanos preocupado por servirle decentemente a su país, y lo ha demostrado en la práctica. Incluso con la publicación de este y otros trabajos donde honestamente nos relata sus vivencias en trascendentales momentos político-sociales que debemos recordar y analizar como lo hace Yermenos, procurando aportar luz en el sendero del desarrollo que todos anhelamos para nuestro país.
Enhorabuena Fragmentos del camino -ideario-, del ilustre dermatólogo y gremialista Pablo Yermenos Forastieri.