La operación Calamar, en la que apresaron los principales miembros del mayor de los entramados de corrupción hasta ahora conocido, diseñados en las altas instancias de la cúpula del PLD para mantenerse en el poder y el debate generado por la inicua inclusión del general Ramiro Matos en la Academia Dominicana de la Historia, jalonan el debate político en estos últimos días. Para tener conocimiento del origen de esos hechos, es necesario que reflexionemos sobre el conservadurismo que lastra la sociedad dominicana y del que nos lamentamos sostenidamente. Motivan una reflexión sobre los portadores de un pensamiento que, en los últimos años, con altivez, levantan cabeza y reclaman para sí el monopolio exclusivo del poder y de la verdad.
Los conservadores desterraron a Duarte, fusilaron a Sánchez y otros próceres y devolvieron la República a España. Después de la Insurrección de Abril, los EEUU impusieron a Balaguer, el cual rearticuló los conservadores políticos/religioso//económicos en desbandada por los efectos de esa insurrección. Con ellos gobernó 12 años y con ellos como parte de sus activos pactó con el PLD para formar el malhadado Frente Patriótico con el objetivo de impedir el ascenso al poder al PRD de Peña Gómez, por todo lo que este significaba. Esa abigarrada convergencia política con predominio ideológico del conservadurismo constituye el pecado original del del proyecto de poder del PLD.
Fueron los conservadores quienes llevaron a Santana al Panteón Nacional, y se ubican en ese sector quienes llevaron el general Matos a la ADH. A su vez, en esencia, son progresistas, por diversas razones, quienes dentro y fuera de esa institución adversan esa inclusión. Es la eterna lucha entre conservadores y progresista que ha jalonado nuestra historia. Entre sus muchas taras, la generalidad de los conservadores suele creerse exclusivos depositarios del destino y recursos de los países, lo cual los conduce hacia una irrefrenable propensión a la corrupción en los ámbitos de la política, la economía y a la arbitrariedad y soberbia en debate de las ideas, a imponer sus puntos de vista por cualquier medio, a los pactos espurios y a las exclusiones/vejaciones sin límites. Sólo un puñado de ellos es consciente del daño que estas actitudes producen.
Entonces, éstos tienden a cruzar puentes que conducen al entendimiento en algunos debates y coyunturas. Son la excepción. Pero en sentido general, en este país es exigua la cantidad de este tipo de personajes. El conservadurismo dominicano se amplió y profundizó con el advenimiento del PLD al poder, y ha permeado importantes esferas del tejido social del país. Sectores venidos del progresismo y de la izquierda fueron cooptados por ese poder, convirtiéndose en apoyo técnico, político y hasta sus validadores en el plano “ideológico”. Es importante reflexionar sobre ese fenómeno, porque la deriva conservadora de nuestro país, en términos ideológico/político, está bien incrustado en otros partidos.
Por ejemplo, sobre la llamada FUPU gravita poderosamente el grupúsculo más recalcitrante del conservadurismo, además de que en esa colectividad están ingresando personajes que se caracterizan por sus posiciones reaccionarias y que vienen del sombrío litoral del general Matos, por lo cual ese partido tiende a ser otro intento de reagrupamiento del conservadurismo político dominicano. También debe preocupar la presencia/incidencia de sectores conservadores en las filas del PRM, algo a tener presente no sólo por quienes dentro de esa organización se reclaman herederos de las jornadas de lucha por la libertad y la inclusión social que encabezó aquel PRD de Peña, sino por aquellos que si bien no vienen de esa tradición, creen sinceramente que este este país debe cambiar de rumbo para aprovechar sus potencialidades.
En tal sentido, la acción del Ministerio Pública orientada hacia el desmantelamiento de la estructura delincuencial con la llamada Operación Calamar, además de otras estructuras de ese tipo, es aplaudida con entusiasmo en la plaza pública no sólo por sectores del gobierno, sino quienes de diversas maneras lo adversan. Estos último lo hacen porque son conscientes de que las acciones del MP apuntan hacia uno de los elementos claves que han marcado la lógica de las élites gobernantes de nuestro país (incluyendo los poderes fácticos): la impunidad de sus actos de corrupción. Un hecho inédito en nuestra historia política que sirve de referencia para cualquier proyecto político de cara al futuro, inmediato o largo aliento
Por consiguiente, para que las acciones contra la impunidad del Ministerio Público tengan sostenibilidad es necesario complementarlas con un decidido combate al conservadurismo en todos los espacios. Porque si, a pesar de todo, aquí existe un árbol de las libertades, este ha sido abonado con la sangre de los héroes de de Luperón, del 14 de junio de 1959 y de Las Manaclas; la de muchos militantes y simpatizantes de las diversas expresiones organizadas de la izquierda y de sectores progresistas, al igual que la de periodistas de la estirpe de Luis Reyes Acosta Yolanda Guzmán y Orlando Martínez, entre otros; al igual que aquellos que jugaron un papel determinante en la resistencia al balaguerismo, por lo cual muchos fueron acosados y exiliados por ese régimen.
Esos hechos, son los sirven de referencia a quienes condenamos esa soberbia de los conservadores que, entre víctimas y verdugos defienden a los verdugos y que entre la justicia y los ladrones defienden a los ladrones.