En marzo del 2020, cuando inicié la comunicación vía podcasts, usaba frecuentemente las frases, “la buena noticia es” y “a mantener la esperanza en la ciencia y la fe en la providencia”. Hoy las retomo para referirme al anuncio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del 4 mayo donde levantó la emergencia internacional sobre la COVID, vigente desde el 30 de enero de 2020. O sea, después de tres años y tres meses; por la notable reducción de casos graves y fallecimientos; y por mas inmunidad o protección de las vacunas o por las infecciones naturales; la pandemia pasó a una nueva fase, donde el virus continuará transmitiéndose como la influenza o una gripe mala.
Las autoridades de la OMS dijeron que la COVID llegó para quedarse; que todavía está matando y está cambiando; y que podrían surgir nuevas variantes que provocvarían nuevos aumentos de casos y muertes. Por lo que los países deberían reforzar sus sistemas sanitarios contra la COVID persistente y futuras pandemias. Y deberían aprovechar para mantener la costumbre del uso de mascarilla en farmacias, laboratorios y centros de salud, para prevenir contra el coronavirus y otros virus respiratorios.
La pandemia de la COVID ha sido el mayor desafío de la naturaleza que sufrió nuestra civilización en los últimos siglos. Comenzó con una crisis sanitaria. Y ha cambiado el mundo; porque causó enormes daños humanos. Según la OMS, oficialmente se registraron 765 millones de infectados o diagnosticados y 6.9 millones de muertes, pero en la realidad, costó más de 20 millones de vidas. Y tal vez nunca sabremos cómo aumentaron los afectados de cáncer, diabetes y daños cardiacos; y tampoco sabremos de los incalculables casos de trastornos mentales como ansiedad y depresión, y crisis de soledad y aislamiento.
Otros expertos del área económica como Joseph Siglitz, premio Nobel de Economía, y Yanet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos, afirman que causó notables daños. Por lo que esta poderosa nación debió otorgar ayudas por encima de 2 billones de dólares, el mayor rescate en su historia. Una colosal suma de dinero que al entrar en circulación contribuyó al desatar una crisis que en las últimas semanas ya ha quebrado tres bancos; más grandes que los 25 que se derrumbaron en la crisis del 2008.
Y veremos cómo superará la barrera o el techo de deuda del gobierno federal en junio. Otro agravante radica en que el costo del dinero ha subido tanto que ha paralizado importantes proyectos económicos en el planeta, donde se perdieron decenas de millones de puestos de trabajo, lo que ha subido el desempleo global al nivel de la gran depresión o crisis económica de l929.
Reconocidos científicos y médicos afirman que con los actuales avances científicos y técnicos la COVID no debió provocar tantos daños; si importantes jefes de estado hubieran respondido más rápido y unidos como actuaron los líderes Bill Clinton y Tony Blair para obtener la Descodificación del Genoma Humano en el 2000. En cambio, algunos desorientaron la población y desafiaron las evidencias científicas; como el presidente de Estados Unidos Donald Trump, al decir que tomaba hidroxicloroquina como medicina preventiva y no usaba mascarilla; y similar comportamiento asumió el presidente del Brasil Jair Bolsonaro.
Y recordemos que el primer ministro inglés, Boris Jhonson, en pleno confinamiento, celebró una fiesta, y el presidente de México López Obrador mostró dos tarjetitas que él llamaba sus talismanes protectores de la COVID, a pesar de los cuales contrajo tres veces la enfermedad, la más reciente hace unos días.
Ya las naciones no tienen la emergencia de la COVID, pero sí la amenaza de una terrible crisis económica, con un endeudamiento descomunal, y sin haber resuelto un solo de los enormes problemas, como de salud, educación, vivienda, del agua, que identifican las profundas desigualdades sociales de la humanidad. A aprender y recordar estas lecciones.