La República Dominicana, al menos en la región, ocupa el lugar número uno en accidentes de tránsitos y de muertes por esta causa. Día tras día, recibimos informaciones de los accidentes, de los muertos y de los heridos resultantes de accidentes de tránsito. De igual modo, son frecuentes las informaciones de los gastos que estos accidentes generan en la economía dominicana. En este mismo orden, con igual periodicidad, se informa de la cantidad de huérfanos que producen los accidentes en las familias dominicanas. No menos significativa es la cantidad de lesionados y de minusválidos que puebla las estadísticas nacionales.

Es innumerable el monto de propuestas, de consultas nacionales e internacionales para cambiar el estado de desorden en el que se encuentra el tránsito en la República Dominicana. Es increíble, también, el material legislativo que tenemos para regular el tránsito en el país. Es increíble, además, la banalización de esas leyes por la carencia de aplicación y por el irrespeto a las mismas. El problema del tránsito y sus productos -muertes e invalidez- tiene décadas. Todos  los gobiernos prometen ponerle fin al caos, ninguno ha podido acertar. Todos han perdido la vergüenza, pero no así su capacidad para prometer y mentir en esta materia.

Las cifras que aportan sobre el porcentaje de muertes al año causados por los accidentes constituye una alarma de alto nivel. Diario Libre, en su edición del 8 de diciembre de 2024, presenta información estadística sobre la muerte por accidente de tránsito en la República Dominicana. Esta noticia deja impávidos a los gobernantes. Reaccionan para incrementar sus alardes populistas. La efectividad de las políticas es una demanda social para transformar el desorden del tránsito. La respuesta al grito de la población, no se ve por ningún lado. La sociedad tiene que dejar de contemplar y de lamentarse. Tiene que participar aportando para que el cambio de esta realidad se agilice con la participación de todos. La sociedad tiene que bajar de las nubes y tomar partido en una situación que afecta a todos.

Los países más exitosos en la regulación del tránsito y en la prevención de accidentes, integran la educación vial y la aplicación de las leyes. Hay mucho discurso sobre la aplicabilidad de las leyes; pero, en la cotidianidad, se actúa al margen de lo que estas indican. Con una actuación tan irresponsable, de los gobiernos y de la sociedad, difícilmente podremos parar tantas muertes y tanta destrucción como estamos observando. Mientras tanto, queremos convertirnos en líderes de la inteligencia artificial. Este tipo de inteligencia es lo máximo, se ha convertido en el centro del discurso de gobernantes y ciudadanos. Mientras tanto, el rezago de la inteligencia natural hace que los accidentes y las muertes se multipliquen.

Podría parecer que no valoro la inteligencia artificial. No es así. Es un recurso muy valioso que hemos de aprovechar y hacerla cada vez más incluyente. Pero, no creemos que debe de sustituir a la inteligencia natural. Esta inteligencia se le debe aplicar al problema del tránsito, de los accidentes, de las muertes y de los minusválidos que continúan acentuándose en el país. Es hora de pasar del simple recuento de hechos a extirpar la raíz del problema. El gobierno y la sociedad han de aplicar la inteligencia natural para pensar, razonar el problema y buscarle solución efectiva. Se ha de empezar poniendo en práctica lo que indican las leyes. Urge establecer ruptura con la corrupción y la superficialidad que afectan la aplicación de las leyes.

Aplicar la inteligencia natural no debe crear ningún tipo de complejo. Al hacerlo así, habrá más facilidad para entender y aplicar la inteligencia artificial. Pero, hay que andar rápido si no queremos que se dispare el porcentaje de muertes y de personas traumatizadas de por vida. Se ha de revisar qué es lo que se hace a nivel curricular con respecto a este problema. El currículo no es una pieza de museo. Es una propuesta para darle respuesta a los problemas del aula, del centro educativo, de la comunidad y de la sociedad en general. Necesitamos un currículo vivo, que sirva para la vida no para la muerte. El sector educación debe convertirse en un veedor natural de los problemas socioeducativos para participar en la búsqueda de soluciones efectivas.

Hay déficits sustantivos en la aplicación de la inteligencia natural para resolver el problema de los accidentes de tránsito. El que los motoristas y conductores transiten como si nada ante un semáforo en rojo indica el nivel de incapacidad para aplicar la inteligencia natural y las leyes. Esto le resta fuerza a la gobernanza estatal y profundiza el salvajismo social. Ambos aspectos colocan a la República Dominicana en una situación difícil, en el presente y en el futuro. Desde donde estemos, es importante colaborar y no transigir ante cualquier violación a las leyes del tránsito. La cooperación que se pueda ofrecer, aunque sea mínima, va a constituir una oportunidad para apurar el cambio que se necesita en este ámbito.