La calidad de la educación y de las instituciones educativas públicas y privadas del país debe verse necesariamente bajo el prisma de la democracia.  Es una manera segura de evitar que se  amplíen las brechas educativas entre los más ricos y los más pobres, que las desigualdades aumenten y se vuelva más frágil el derecho de todos a una educación de calidad.

 

Desde esta perspectiva no deben haber  libros de texto para “escuelas públicas” y para “escuelas privadas”. Deben ser para el sistema educativo  sin distinción. Tampoco hay que ensayar riesgosamente en la elaboración de los libros de texto del país cayendo en el “Sindrome de Adán” que pretende  comenzar de cero en la tarea de elaboración de libros de texto cuando todo indica que no es necesario.

 

En este escenario, se requiere de una “defensoría” del libro de texto de calidad.   Ésta debe asumirse con la  misma pasión, celeridad y  entereza de aquellos que asumen voluntariamente la defensa de nuestros ríos y bosques; que defienden la calidad de nuestro café, y nuestro cacao y hacen suyos los valores patrimoniales de la bachata y el casabe.

 

En nombre de la calidad de la educación no puede admitirse una escuela sin libros de texto. Esto es un hecho grave, siendo de que a pesar de la gran variedad de recursos educativos existente en el mercado y los avances producidos en el campo tecnológico la práctica de la enseñanza-aprendizaje se sigue apoyando mayoritariamente en el libro de texto.

 

Fortalece la necesidad de esta “Defensoría” del libro de texto, lo que avalan  diversas investigaciones, que los estudiantes que utilizan libros de texto tienen mejores resultados que aquellos que no los utilizan. En este sentido, no se concibe que la “educación pública” carezca de libros de texto desde el 2019 a la fecha.

 

Esta carencia injustificable impacta a más de dos millones de la población dominicana entre estudiantes, profesores, orientadores y padres de familia cuyo desarrollo integral se ve boicoteado por una educación mediocre e insuficiente.

 

Resulta también altamente preocupante la  “fórmula” controversial,  riesgosa e improvisada adoptada  por las autoridades educativas para elaborar los libros de

texto para el próximo año escolar, utilizando “autores primerizos” y sin las debidas competencias pedagógicas y editoriales demostradas, poniendo en riesgo la calidad de los libros de texto y, por ende, la calidad de la educación del país.

 

Precupa también la exclusión  de las empresas  editoriales educativas del país que cuentan con autores y técnicos experimentados y un “know how” tecnológico de clase mundial y que han elaborando y editando por años los libros de texto para las escuelas públicas y privadas del país.

 

El libro de texto es un medio de poder e influencia, portador de sentidos explícitos e implícitos que establece una relación entre el texto, la corriente pedagógica y la sensibilidad social que intenta favorecer, interpretar y desarrollar una educación  para formar personas capaces de construir una sociedad democrática y participativa, justa y solidaria como lo consigna el Art. 5 de la Ley de Educación 66´97.

 

En este sentido, los autores de libros de texto deben tener formación académica competente y actualizada, así como un conocimiento de la realidad social  de las nuevas corrientes pedagógicas, tales como el Aprendizaje y Evaluación por Competencias, la Taxonomía de Bloom para hacer pertinente los niveles de complejidad del aprendizaje y las transformaciones que produce la Cuarta Revolución Industrial en la educación y en la sociedad de hoy.

 

En cuanto a la redacción de los libros de texto, los autores deben dominar las reglas de redacción que el texto académico requiere a diferencia de otros tipos de materiales educativos.  Este requisito se ubica en una esfera del uso de la lengua científico-académica lo cual exige la adopción de un conjunto de reglas formales y temáticas precisas. (https://www.cinconoticias.com/redaccion-academica/).

 

En ese mismo orden hay que destacar lo delicado y complejo que resulta la diagramación y maquetación del libro de texto. Este proceso no puede ser realizado por los “autores primerizos” ni por su institución sombrilla. Requiere de una tecnología editorial de punta, así como  de un banco de datos, fotografías e infografías pertinentes.

 

La diagramación tiene la tarea de permitir que texto e imagen transmitan una armonía un mensaje. La labor del diagramador es encontrar el mejor balance entre espacio, tamaño del texto, imágenes y objetivos del libro de texto.  (https://www.autoreseditores.com/guia-edicion-diagramacion.html).

 

La Defensoría del Libro de Texto no es una labor pasiva y alejada de la práctica. Consiste en “ver-juzgar-actuar” para lograr producir libros de texto de calidad para el sistema educativo evitando la pérdida de tiempo, dinero y prestigio, generando alarmas, hándicaps y peligros en contra de  la calidad educativa del país.

 Se necesitan  defensores de todos los linderos. ¡Súmese!