El venidero 19 de mayo en República Dominicana se celebrarán votaciones generales para elegir un nuevo presidente y legisladores, por lo que enunciaré algunas debilidades del carácter de la mayoría de los dominicanos; entre las que los estudiosos y las evidencias identifican la impuntualidad, hablar de lo que no sabe, ocuparse de asuntos sin importancia y descuidar otros; pero, tal vez la más importante debilidad o defecto, por su impacto en el destino nuestro pueblo, es el irrespeto a las leyes. Se trata de la tendencia a aplazar, diferir y hasta desacatar los mandatos de la Constitución, de las leyes, convenciones, pactos, acuerdos internacionales, reglamentos y Normas prudenciales, ordenanzas y recomendaciones de las autoridades.

Ahora pasaré a poner unos ejemplos.

En 1961, aprobaron una Ley que establece para la Universidad Autónoma de Santo Domingo, una asignación anual superior al cinco por ciento del Presupuesto Nacional; suma que nunca ha recibido, como tampoco reciben la asignación legal la mayoría de órganos y poderes públicos, incluidos ministerios y alcaldías.

En 1993, aprobaron el Código de Trabajo y su Reglamento de aplicación, que establece que ochenta por ciento, por lo menos, del número de trabajadores de una empresa debe estar integrado por dominicanos; y no más de un 20 por ciento extranjero; pero en la agropecuaria y la construcción la mayor parte del personal son haitianos.

En 1993, aprobaron el régimen monetario y financiero, o las llamadas Normas prudenciales que regula los  fundamentos de  las operaciones bancarias, pero fue tan  irrespetado que trajo la quiebra  bancaria del 2003, una de las más grandes del mundo.

En el 2001, aprobaron la Ley de Seguridad Social, con una cotización mensual tan baja por trabajadores y empleados, que las pensiones de los servidores públicos son  insuficientes para proteger a los afiliados; y las Administradoras de Riesgos de Salud o ARS, cada día ofrecen  servicios más limitados a los asegurados. Esta Ley establece que debía revisarse a los 10 años, pero han pasado 23 años; y no la han modificado.

En el 2010, una Asamblea Nacional Revisora proclamó una nueva Constitución, la que ordena aprobar decenas de leyes complementarias, pero la mayoría faltan por aprobarse.

En 2017, aprobaron una moderna y amplia Ley de Tránsito y Seguridad Vial, pero se ha irrespetado tanto que la nación dominicana aparece en el puesto número uno en el mundo, con la tasa más alta de muertos por accidentes de tránsito; más de 67 muertos por cada 100,000 habitantes cada año, y, algo más grave, los motoristas se han convertido en un azote en las calles por la cantidad de accidentes que causan; porque no la cumplen en ningún sentido.

Esta lamentable debilidad, en los dominicanos, los expertos la asocian a causas y razones políticas, educativas; como el oscurantismo y el autoritarismo de la Era de Trujillo y gobiernos sucesivos, que enseñaron e instalaron el desprecio a las leyes y obediencia ciega a las personas. Aquí, cualquier humilde autoridad, civil o militar se siente y comporta por encima de la ley. La interpreta y aplica a su criterio. Esto revela una gran debilidad institucional. Y así no podemos seguir. ¡Que viva nuestra patria soberana!

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván.