Desde el 31 de diciembre pasado hasta el recién finalizado febrero, el dólar bajó desde RD$57.55 a solo 55 pesos y, a veces, hasta menos de 54; esto es, el peso dominicano se ha revaluado este año en cerca de 5 por ciento. Me atrevería a asegurar que, si mediante una encuesta le preguntaran a la población si eso es una buena noticia, al menos el 99% respondería que eso es muy positivo para el país. Ante la opinión pública, el gobierno que logra hacer algo así gana mucho en popularidad y el gobernador del Banco Central que le ayuda pasa a ser insustituible. Se vanagloria de la maravilla que su moneda se haya revaluado, contrario a otros países, que no saben nada de economía.

La razón de esa satisfacción es que seguramente la inmensa mayoría de la gente piensa que bajar el dólar es una forma de contrarrestar la inflación, al dar la oportunidad de comprar más baratos los bienes producidos en otros países. Esto es típico de la cultura dominicana y latinoamericana en general; contrario a lo que se vería como bueno en países asiáticos, que entenderían que lo correcto es que se vendan caros los productos foráneos para que sus habitantes prefieran los que se fabrican en su país, así como que los extranjeros también vengan a comprarlos.

Más aún, el común de la gente identifica la inflación con la devaluación de la moneda, lo cual está muy lejos de la verdad. Nada más hay que considerar que durante el largo periodo de estabilidad que vivió el país entre 1992 y diciembre del 2002 la tasa de cambio aumentó en 40% (que en diez años no es mucho), pero aun así el índice de precios aumentó en 142%.

En el 2003 el dólar subió en 113%, al pasar de RD$17.76 a RD$37.82 y, de todas maneras, el nivel de precios solo subió en 27%; al año siguiente fue lo contrario, pues la inflación fue de 51 por ciento a pesar de que el dólar bajó nuevamente a 29.33 pesos.

Las discrepancias entre ambos fenómenos volvieron a ser marcadas en los ocho años siguientes, pues de diciembre del 2012 a igual mes del 2020 la tasa de cambio subió en 45% cuando la inflacion acumulada fue de apenas 31%. Es decir que ni a corto plazo ni a largo plazo una cosa iguala a la otra. No significa que no exista relación ambos fenómenos pues, claro, en economía todo se relaciona con todo; pero de ninguna manera son iguales.

Esto no quiere decir que carezca de toda lógica la política de bajar el tipo de cambio en el intento de contrarrestar la inflación, pues hay bienes administrados por el Estado cuyo precio se fija usando como referencia la tasa de cambio, v.gr. los combustibles, pero ese no es el elemento mayor.

Quiero decir que algo se gana con bajar la tasa de cambio; pero es infinitamente más lo que se pierde. Para comenzar, los innumerables hogares dominicanos que reciben remesas, aspecto que tanto valoramos, ven como se les deteriora el valor de lo que reciben, justamente cuando los precios se les han encarecido.

En segundo lugar, los turistas que vienen aprecian que ahora les alcanzan menos los dólares que traen, y si es que no traen efectivo porque su paquete es prepagado, entonces el hotelero se lo tiene que vender más caro o absorber la pérdida por la revaluación. Pero no solo el visitante, el dominicano común irá observando cómo es más rentable consumir productos extranjeros que nacionales, con lo cual genera mucho empleo, pero en otros países, al costo del trabajador dominicano.

Y si era el industrial o agricultor dominicano el que pretendía vender fuera, pues entonces es peor, porque los propios habitantes de otros países ya no tendrán interés en nuestros productos cuando los de ellos salen más baratos. Al final, siempre sale perdiendo el trabajador dominicano; y cuantos más de ellos pierdan la oportunidad del empleo, más difícil para los otros conseguir mejoras en sus salarios reales. Los efectos perniciosos de la revaluación sobre el empleo se agudizan, porque, las políticas para lograrla suelen venir acompañadas de encarecimiento del crédito.

Y como fenómenos colaterales, pérdidas de reservas internacionales para que el Banco Central apoye el mercado cambiario, e incremento de la deuda pública y, posteriormente, del déficit fiscal (cuasi) porque para sacar dinero de circulación el Banco Central tiene que colocar valores en circulación. De hecho, en los primeros dos meses del presente año ya colocó más de dos mil millones de dólares adicionales (unos 115 mil millones de pesos).

Para que se vea, que baje el dólar puede ser muy bonito y muy gracioso y, a corto plazo, hacer muy populares a los gobiernos; pero su efecto empobrecedor suele ser menos visible, pero más profundo y permanente.