En momentos en que observamos con espanto y resignación estoica el exterminio que se viene sucediendo a la vista de todos en Gaza a manos de Israel, también el mundo conmemora el 30 aniversario del genocidio en Ruanda de su minoría Tutsi y en donde al igual que hoy se decidió darle la espalda a esta nación mientras la orgia macabra se perpetraba. Como ya es dato histórico, por décadas las elites de Ruanda manipularon las rivalidades étnicas entre los miembros de la mayoría Hutu en contra de la minoría Tutsi, acciones encaminadas con objetivos políticos.

El malestar llegó a su punto neurálgico en 1994 cuando se desencadenó una de las masacres más espantosas del siglo veinte. Entre 500 mil y un millón de Tutsis y Hutus moderados fueron brutalmente asesinados en tan solo 14 semanas en tanto las potencias europeas y EE. UU. permanecieron impertérritas ante los sucesos. De hecho, el mismo expresidente Bill Clinton, hoy ya sabemos, ordenó a su propio staff no dirigirse al público ni mencionar los crímenes utilizando la palabra “genocidio” para así no llamar la atención ni ser presionada su administración. Inclusive se bloqueó a la ONU en el Consejo de Seguridad para que esta enviase tropas. Bill Clinton estaba concentrado en las elecciones y no quería que el tema pudiese afectarlo.

Francia, por otra parte, sacó hasta el último miembro de su personal con todo y mascotas abandonando a su suerte a los Tutsis al tiempo que continuó dando su espaldarazo al gobierno extremista Hutu responsable de llevar a cabo las atrocidades. Es decir, que la carte blanc dada por estas potencias permitió que los asesinatos, las masacres se extendieran desde la capital de Ruanda hacia el interior y al resto del país dándole a los Hutis un aire sórdido de impunidad al perpetrar sus acciones.

Cuatro años después, el mismo Clinton tuvo la desvergüenza de visitar Ruanda y ofrecer una excusa barata aduciendo que en el momento de los hechos, él y los demás lideres europeos no pudieron comprender con exactitud “la celeridad con la cual ustedes estaban siendo arropados por este terror inimaginable”… William Jefferson Clinton no tiene moral; todo un conjunto de reportes le fueron suministrados durante el desarrollo de los eventos, pero como ya dijimos, él estaba centrado en su campaña y temía abrirse otro frente con los republicanos en las elecciones de medio tiempo. Se recordará que un año antes, en octubre 3, 1993, dos helicópteros Cuervos Negros (Black Hawks) fueron derribados por las facciones de Muhammad Farah Aideed causando la muerte de 18 soldados estadounidenses.

No obstante, la vergüenza, el fracaso universal que este episodio reviste en los anales históricos, en 1993 la ONU ya había establecido el tribunal de la Haya para juzgar los responsables de genocidio tras la guerra en la extinta Yugoslavia. En 1994 el Consejo de Seguridad de la ONU estableció la Corte Internacional de Ruanda en donde se habrían de juzgar los casos de los oficiales y civiles implicados en actos de genocidio. Los juicios a los acusados del genocidio en Ruanda, así como también el tribunal paralelo para la ex Yugoslavia, trillaron el sendero para la creación de la Corte Internacional Criminal en el 2002 con jurisdicción sobre crímenes de guerra y crímenes en contra de la humanidad.  Jean Paul Akayesu, a la sazón alcalde de una de las comunas de Ruanda fue condenado a cadena perpetua en 1998. Una década mas tarde, el autor intelectual del genocidio Theoneste Bagosaora, fue también condenado a prisión perpetua en el 2008 (murió en prisión en el 2021).

En definitiva, el genocidio de Ruanda dio empuje al establecimiento de la Doctrina de la Responsabilidad de Proteger, misma que fue ratificada por los países signatarios de la ONU en el 2005.  La misma, obliga a las naciones actuar de inmediato cuando existen amenazas de genocidio, crímenes de guerra, limpieza étnica y crímenes de lesa humanidad. A principios de este mes de abril del 2024, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, celebró el aniversario reconociendo que su país y aliados “pudieron haberlo parado”, pero que “faltó la voluntad de hacerlo” aun cuando todos sabían de las masacres continuas.

A tres décadas después de este siniestro y bochornoso evento, nos enfrentamos de nuevo al drama humano que hoy padece el pueblo palestino víctima también de un genocidio a todas luces a manos de Israel y amparado por las mismas naciones que ayer permitieron el genocidio de los Hutus a manos de los Tutsis. Con los ataques indiscriminados a poblaciones civiles, bombardeos de zonas urbanas, hospitales con aviones F16, mismos que transportan bombas de hasta 2,000 libras capaces de destruir manzanas enteras e incinerar todo a su paso; el mundo hoy observa con una pasividad y frialdad cómplice esta sádica barbarie. Las fuerzas del IDF han masacrado niños, ancianos, destruido escuelas, mezquitas y todo vestigio de civilización a mansalva.  Cuando no con los ataques con sus armas mortíferas, la administración encabezada por Netanyahu se niega permitir el transporte y distribución de alimentos entre la población hambrienta logrando así que el hambre, desnutrición y expansión de las enfermedades continúen matando lo que su artillería pesada no ha logrado hacer.

El ministro de defensa Yoav Gallant ha ordenado un asedio total de los territorios carentes de electricidad, alimentos y agua potable. Y aun a pesar de los cientos de muertes de civiles a manos del estado genocida de Israel, EE. UU., Inglaterra y Alemania continúan suministrándole armamentos, aprobando nuevos paquetes de ayuda militar y negando que los sionistas estén utilizando desproporcionalmente la fuerza en contra de los palestinos.

Sin importar la demanda interpuesta por Sudáfrica ante la Corte Penal Internacional, Israel y sus aliados continúan apoyando el genocidio en contra del pueblo palestino. 33 mil muertes, 7 mil desaparecidos en los primeros 6 meses de esta formidable exterminación y limpieza étnica de un pueblo, simple y llanamente.  Más aun, Estados Unidos fue más lejos esta semana al vetar en el Consejo de Seguridad de la ONU que Palestina sea admitida en calidad de miembro con pleno derecho a dicho organismo, negándosele así su derecho a tener su propio Estado, al tiempo que Washington, en un hecho también insólito, aprobó él envió de 26 mil millones de dólares a Tel Aviv para seguir masacrando y exterminando a los palestinos. A 30 años del genocidio de Ruanda, el mundo es testigo de otro exterminio en tiempo real en Palestina. Israel, tal como a los Hutus, se le ha concedido carte blance para perpetrar esta limpieza étnica que hoy contemplamos con resignación y espanto de la misma forma que anteriormente lo hicimos con Ruanda. En definitiva, sendos eventos condenan hoy nuestro mundo con un oprobio bochornoso, impúdico e imborrable.