El ascenso de Petro al poder en Colombia, el laboratorio político chileno dirigido por Boris, un aprendiz de alquimista que dentro de poco tendrá en sus manos los resultados evacuados por la Constituyente instituida para reformar las bases en que se asentará el Estado y el posible regreso de Lula al poder en Brasil, podrían estar indicando que en América Latina y el Caribe se está abriendo un proceso de cambios políticos y sociales de profundo calado no simplemente coyunturales.

El reciente ascenso de un izquierdista en un país de guerrilla endémica, unido al hasta ahora muy posible triunfo de Lula, que pondría freno a la ultraderecha racista, acentúan los debates sobre los caminos hacia democracia, las reformas o revolución en la región.

 

Estos procesos tienen como trasfondo un cambio radical que se opera en la geopolítica mundial. En ese tenor, es llamativo el simbolismo de un exguerrillero que desde se proponga una “paz total” con la cual se pondría punto final  a la existencia del último grupo guerrillero aún activo en Centro y Sudamérica. Ese hecho coincide casi simultáneamente con el momento en que Cuba, al decir de su viceministra de economía, toma medidas que “tengan incidencia inmediata en los problemas de desabastecimiento", anuncia la apertura a la inversión privada extranjera en el comercio mayorista y minorista, ampliando de esa manera el lento, pero sostenido proceso de liberalización de diversas actividades económicas.

 

Mientras tanto en Venezuela, Maduro también comienza a liberalizar la economía a través de unas fluidas relaciones con sectores empresariales, al tiempo de iniciar un proceso de reactivación de sus relaciones políticas y económicas con los Estados Unidos, por recíprocas conveniencias. Este último país está urgido de carburantes de los que es rica Venezuela y esta aprovecha esa oportunidad para reactivar una economía al borde del colapso total. Ambos toman nota del nuevo contexto en que discurre la geopolítica mundial y tratan de adaptarse. Maduro también toma nota del efecto Petro en Colombia, a quien le interesa buenas relaciones con aquel para resolver temas de orden económicos e impulsar su pacto con las guerrillas colombianas transfronterizas.

 

El tema de Lula es de otro orden, pero igualmente importante para la región. Si le pone fin al predominio de la ultraderecha en Brasil, mandará el mensaje de que se puede, y se debe, detener el ultra conservadurismo elitista de todo signo que en esta parte del mundo pretende el control del Estado, la hegemonía incuestionada de lo privado sobre lo público y el mantenimiento de las excusiones sociales y políticas de diversos tipos. Además, su regreso al poder significará un fortalecimiento de la tendencia de gobiernos progresistas en la región, con estados que pongan límites a la voracidad del sector privado, establezcan una clara separación de las esferas públicas y la privada y promuevan la inclusión social. En ese espejo, como país, debemos mirarnos.

 

Ese proceso de emergencia de gobiernos de impronta progresista en América Latina y el Caribe, con altibajos, se amplia y consolida ahora con nuevas experiencias de singular significado en un contexto mundial que podría darle sostenibilidad. En ese sentido, estamos ante una apuesta de importantes sectores de la clase política por el camino de reformas de profundo calado, y no por el de la ruptura violenta del sistema, una apuesta que durante casi todo el discurrir de la historia hicieron diversos actores antisistema e incluso, por momentos, algunos del mismo sistema. Por consiguiente, emerge la democracia como escenario de la lucha política, que siempre será adversarial, de largo aliento y de clases.

 

Es solo una tendencia de cambio que, como toda tenencia, no siempre será lineal, como podría no serlo el contexto en que se desarrolla. A ese propósito, vale la pena reflexionar sobre el tema del capitalismo. En Europa, este sistema solo tuvo unos veinte años de producción y distribución de la riqueza sin crisis relativamente y mejorando significativamente las condiciones de vida de la población: las décadas de mediado de los 50, mediado de los 70. A a partir de ahí, en general, inicia el desmonte del Estado Benefactor con los recortes de recursos a los servicios sociales en las esferas de educación, salud y pensiones, y el inicio de una crisis del capitalismo que parece indetenible. Sin embargo, el desplome del socialismo soviético le dio oxígeno, posibilidad de aguantar y recomponerse.

 

Lo ha hecho a tal nivel, que se ha recompuesto en China, Rusia y Vietnam como capitalismo de estado, de estado, pero capitalismo, y Cuba tiende a tomar una larga e incierta marcha hacia el modelo chino. ¿Hacia dónde va este sistema con una crisis que ya ha devenido endémica? No se sabe, como tampoco dónde y cómo terminarán los cambios en América Latina y el Caribe.

Pero sí se puede afirmar que hay evidentes signos que indican que el capitalismo, como ha sido siempre, no tiene futuro y que América Latina y el Caribe han iniciado un proceso de cambio con claros signos de que definitivamente esta región no será como antes y, finalmente, que ningún cambio de transformación radical puede pensarse igual a los que en el pasado han fracasado en varios países.