Si algo hay que celebrarle a la clase política latinoamericana, es la creatividad en el discurso político que lanzan a estos pueblos nuestros. Maduro anunció que empezaba la “Fiesta de la Democracia" en Venezuela con la llegada de las elecciones de este domingo 28 de julio. La gente se entusiasmó para ir a la fiesta, aunque todo lo que presidió aquel evento venía dando señales del tipo de fiesta que podía darse…
No todos podían participar, como la líder opositora María Corina Machado que se quedó con los moños hechos, y que, aunque era la más popular para estar en esa fiesta, hasta los frenos a su carro le cortaron. En otra oportunidad, hasta la nariz le rompieron – resignada, aceptó que otro fuera a representarla (el Embajador Edmundo González Urrutia).
Se restringió la participación de los observadores internacionales a las elecciones presidenciales en Venezuela, sacados de la lista a última hora, permitiéndole al ex presidente Leonel Fernández, viejo amigo del régimen, un acercamiento deferente, obviando este la mala fe del anfitrión, que ya había anunciado que si las cosas no salían como él quería, podía haber un derramamiento de sangre.
Como era de esperarse, el pueblo asistió masivamente a la fiesta: unos 21.6 millones de electores en Venezuela madrugaron y llegaron con sus mejores atuendos, empobrecidos pero limpios. Una cierta calma se respiraba, era un escenario optimista y esperanzador para gente que ya ha sido invitada y burlada varias veces en estos últimos 25 años, bajo la amenaza de que participen y al final se les toma el pelo, se les irrespeta. Todo es un montaje – desde la organización del evento hasta el nombre que se le da, “elecciones transparentes”; las instituciones y los actores que participan, llenos de hipocresía y maldad, cómplices al servicio del anfitrión; los invitados socavados, agotados por la espera del cambio que no llega nunca son reprimidos por sus anfitriones políticos cuando disienten con los resultados fraudulentos.
Es así como Nicolás Maduro, gran anfitrión y candidato a reelegirse tras 13 años en el poder, fue anunciado el lunes 29 por el Centro Nacional Electoral como “ganador”, sin terminar de contarse los votos, ganando las elecciones con 51.2 % frente al candidato opositor con 44 % (que dice haber obtenido el 73% de los votos escrutados).
A nivel internacional, nadie cree que en esa fiesta, las cosas estuvieran claras. Todos saben que algo pasó, se divide la aprobación, y las felicitaciones llegan desde Rusia, China, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Honduras e Irán, en medio de la ruptura de relaciones con Argentina, Panamá, Rep. Dominicana, Costa Rica, Chile, Perú. Y la Unión Europea, junto al Centro Carter exige la publicación de resultados por separados.
Unos 7,7 millones de venezolanos han salido por el mundo, buscando un lugar donde dormir. De esos, apenas 69 mil fueron invitados a la “fiesta de la democracia”
Una especie de ingenuidad global envuelve esta “fiesta por la democracia” en Venezuela: uno se pregunta ¿qué esperaban?, si desde el 3er año de gobierno de Chávez ya se sabía quienes habían organizado las elecciones, máquinas y técnicos, y las modificaciones a la constitución.
¿Cómo puede la gente ser tan ingenua ante tanta perversidad política, que se viene practicando desde que Chávez agredió a Caldera, en aquella toma de posesión el 2 de febrero de 1999, jurando sobre la “moribunda” constitución que fue cambiada ese mismo año?
Todos los analistas políticos – que no habían alcanzado a descifrar la tendencia de aquel ‘outsider’ desenfadado, líder, carismático mesiánico, primario, populista – llegaron a la conclusión de que estaban ante un atípico personaje. Sólo los cubanos conocían de lo que sería capaz… dada su emocionalidad, le colocaron a Maduro. Chávez fue sólo un instrumento para que un país se apoderara de otro, sin consecuencias delante de los ojos del mundo.
El discurso para justificar todo aquello sigue vigente. No obstante, el fin de la ideología de Fukuyama, se habla de imperialismo, calificando de ‘fascista’ la oposición, de ‘mal nacidos’ los críticos, y de ‘diablos’ los ganadores, etc., mientras que los que caen en desgracia con el régimen y se van de Venezuela, son “revolucionarios disidentes” que compran casas en Mónaco, castillos en Europa, y lujosos apartamentos en New York.
Unos 7,7 millones de venezolanos han salido por el mundo, buscando un lugar donde dormir. De esos, apenas 69 mil fueron invitados a la “fiesta de la democracia” del 28 de julio (históricamente precedida por la constituyente en 1999, cuando el 55 % de votantes se abstuvieron). Desde entonces, todas las elecciones en Venezuela arrastran la sombra del fraude.
A pesar del socavamiento económico y existencial al que ha sido sometido el pueblo, Venezuela está en la encrucijada de un baño de sangre o la negociación geopolítica del crimen organizado, “negociar o que entre el mar”. La oposición ha creído que ese tipo de gobierno se saca del poder a través de elecciones – haciéndole el juego a unos gobernantes perversos durante 25 años, mientras una generación completa se nutrió de un discurso polarizado, lleno de odio, y ciertos intereses internacionales se apropiaban del territorio nacional.
Ni Bolívar se salvó de la instrumentalización: sometido a una manipulación “genética” para ocultar que era un blanquito, hijo de mantuanos colonizadores. Bolívar, que estuvo en Haití buscando ayuda de los negros libres, fue molestado en su tumba, para hacerlo zambo (“morenito”), más parecido al pueblo. Se construyó una narrativa en torno a la Revolución Bolivariana, basada en la explotación, capitalismo, corrupción, racismo, etc. Mientras ellos explotan y roban sin reparo, arruinando un país rico, llevando a la gente a comer en zafacones, mientras ellos comen en lujosos restaurantes, repitiendo como para no olvidarlo que el “bienestar de la nación está en la Revolución Bolivariana” dolarizada.
Ese discurso desprovisto de contenido ha sido lo mejor que ha podido elaborar el Chavismo y el Madurismo, muy parecidos a los cantos de cuna que arrullan la revolución cubana y que, en algún momento, inspiró a la izquierda latinoamericana.
La “fiesta de la democracia” de Nicolás Maduro ha terminado con su proclamación como ganador por 3ra vez, dando inicio a la “orgía por la democracia”, evento ya iniciado que lleva 17 muertos y miles apresados, a la altura de otros procesos. Allí se secuestra, se tortura sin reparo, se mata sin contemplación, y se verán pajaritos. Apenas a un día después de las elecciones, la represión para controlar la espontaneidad de 6.2 millones de invitados que votaron por la oposición, comenzó.