En junio del año 2020, a inicios de la pandemia del coronavirus, fui invitado por los escritores Tony Raful y Fernando Berroa a participar en el evento de clausura de la “Cumbre por la unidad y la recuperación nacional”, que se celebró en el Club Deportivo Los Prados, de Santo Domingo. A solicitud de ambos leí, en nombre del Frente Cultural del Partido Revolucionario Moderno (PRM), un documento del sector artístico y cultural sobre el eje temático cultura-ciudadanía. Lo leí en presencia del entonces candidato presidencial del PRM y hoy presidente constitucional de la República, Luis Abinader, del expresidente Hipólito Mejía y de altos dirigentes del actual partido gobernante.

Me permito reproducir ahora ese documento por tres razones esenciales: Primero, por considerarlo de interés y pertinencia para nuestra historia política y cultural más reciente; segundo, para dejar constancia de un momento específico de la vida nacional previo a un cambio de gobierno; y tercero, porque las propuestas y demandas planteadas allí aún siguen vigentes, así nos puedan parecer hoy un tanto ingenuas o ilusorias. He aquí el texto entonces por mí leído:

“Las diversas personalidades y organizaciones que integran el sector artístico y cultural del país, a nivel nacional, provincial y comunitario, han planteado una serie de propuestas concretas, encaminadas todas a la necesaria recuperación de la vida nacional y al impulso del desarrollo cultural en nuestra sociedad.

 

  • En concreto, demandan la restructuración del Ministerio de Cultura y de todo el ámbito cultural en su relación con el Poder Ejecutivo y todas las instancias del gobierno para dignificar el trabajo artístico y promover su comercialización y la inversión en una economía creativa (la llamada “economía naranja”), con el propósito de crear empleos que aporten al Producto Interno Bruto y al crecimiento económico de la nación.

 

  • Plantean descentralizar las actividades artísticas para que puedan abarcar las tres grandes regiones del país y para que las entidades culturales del Estado puedan incidir realmente en cada provincia, municipio y barrio.

 

  • El Ministerio de Cultura debe ser la institución modelo en la labor de inclusión social a los discapacitados y la proporcionalidad de género, de forma que esta labor pueda replicarse en todas las entidades del gobierno y la sociedad civil.

 

  • Asimismo, plantean la necesidad de desarrollar proyectos para fortalecer lo identitario, esto es, eso que somos, lo que nos constituye, nuestra identidad nacional, la valorización de lo autóctono como elemento propagador de nuestro atractivo turístico.

 

  • Plantean, además, la necesidad de una alianza estratégica entre el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educación de la República Dominicana con el objetivo de mejorar la competencia de la lectoescritura, la capacidad de análisis y el bagaje cultural de los jóvenes dominicanos, implementando una estrategia eficaz para salir de los peores índices educativos en que nos colocan –vergüenza para nosotros ante el mundo- estudios técnicos internacionales como PISA. Hay que llenar de arte y educación artística las escuelas, los colegios y las universidades, fomentando allí la conciencia crítica y los valores identitarios.

 

Otras propuestas muy concretas son:

 

  • La profesionalización de los artistas nacionales en los niveles de grado y posgrado (maestría y doctorado) de manera tal que el talento y la creatividad puedan combinarse con la formación superior (universitaria). Hace falta una programación permanente de formación artística con certificación de diploma o título universitario.

 

  • La creación de un proyecto de enseñanza literaria mediante centros de escritura creativa para promover el talento y formar niños y jóvenes creativos.

 

  • El apoyo especial a eventos como la Bienal Nacional de Artes Visuales -descuidada, una y otra vez postergada en los últimos años-, los festivales de teatro y danza, los festivales de cine, las ferias del libro provinciales e internacionales, los congresos universitarios -de historia y crítica de arte, de cine, de artes plásticas, por ejemplo- que realiza cada año la Universidad Autónoma de Santo Domingo;

 

  • La conversión de la zona colonial y la zona universitaria en un circuito cultural con permanentes actividades recreativas y lúdicas, para el turismo y para la ciudadanía también, sobre todo para nuestra ciudadanía.

 

  • La adquisición de edificaciones con valor arquitectónico patrimonial, con la finalidad de utilizarlas como oficinas gubernamentales y garantizar su conservación en buen estado.

 

  • La formación en las bellas artes para convertirnos en personas más sensibles, cultas e ilustradas (¡personas cultas e ilustradas!), con una gran cruzada cultural para educar a nuestra población -sobre todo a nuestros niños y jóvenes- en aspectos básicos en los ámbitos de la música, el teatro, la danza, la pintura, el cine, la literatura… ¡Llenar de estética el país!

 

  • La expansión de los espacios receptores del producto artístico y cultural a nuevos espacios, no tradicionales: los supermercados, los centros comerciales, los salones de belleza, las avenidas y los centros urbanos más concurridos; las cárceles, las iglesias, los aeropuertos y las oficinas públicas con mayor cantidad de empleados para que la cultura y el arte no sigan siendo un mero ornamento, un adorno, sino que sean lo que realmente deben ser: un elemento esencial en nuestras vidas.

 

En definitiva, los voceros de los diferentes gremios artísticos, culturales y académicos del país están convencidos de que el crecimiento y el desarrollo de la República Dominicana no se puede dar sin que haya al mismo tiempo crecimiento y desarrollo de la cultura y del arte. Esto es imposible. La cultura es lo que nos constituye, es esencial, es lo identitario, es lo que nos promueve como seres humanos, es un modo de estar y de hacer en el mundo. El desarrollo artístico y cultural, como parte del desarrollo humano integral de la sociedad dominicana, será directamente proporcional al desarrollo del país. Este enriquecimiento fortalecerá la representación de nuestro país ante el mundo en esta época de grandes y acelerados cambios.

 

No hay identidad sin memoria y no hay memoria sin una acción artística y cultural verdadera, eficaz, humanista y transformadora. ¡Muchas gracias!”.