“… No me sorprende que tanta gente busque ciegamente el significado de la vida. Lo que no parece entender es que la vida no tiene significado a través de la mera existencia o la adquisición de bienes o el entretenimiento. El significado de la vida está unido a las conexiones que hacemos con los demás a través del honor y la obligación”. (Laura C. Schlessinger).

En el mundo de la Cuarta Revolución Industrial, como fuente axiomática o corolario estamos hablando de la Responsabilidad Social Medioambiental. La humanidad llegó allí como fruto y expresión de varios saltos en las distintas evoluciones en que se fueron reconfigurando nuevos paradigmas para la interactuación social. Nuevas formas de hacer las cosas, nueva manera de pensar. Constituyó la dinámica entre evolución organizacional, empresarial y el acomodo del desarrollo humano, como punto de inflexión del rol estelar del capital humano en la creación de riqueza y relación.

El primer eslabón lo ejemplificaría: a) creación de empleo y pago de impuestos, sucedería como nuevo espacio del crecimiento del capitalismo; b) la filantropía empresarial, como acercamiento con los empleados y colaboración con el entorno en ayudas. Llegaría un tercer momento en la: c) responsabilidad con la sociedad, más allá de la mirada corta hacia el interior de las empresas, de las organizaciones. Hoy en día, podemos definir la Responsabilidad Social Corporativa como “la responsabilidad que cada empresa u organización tiene con el medio ambiente en que se desenvuelve y con la sociedad de la que forma parte”.

Es la “contribución activa y voluntaria a la mejora social, económica y ambiental”. Las organizaciones socialmente responsables trascienden las leyes, las normas; tienen un compromiso con visión de futuro, tomando en cuenta a los stakeholders, vale decir, todos los actores con que ellas interactúan, los involucrados, sobre todo, los consumidores o usuarios, en un plano de confianza, credibilidad, integridad y ética. Porque “el éxito y las posesiones sin integridad francamente son solo un gran chasco” como nos señala Marianne Jennings.

La clave hoy en día en todo lo que concierne a la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa es la necesidad ineludible de la reputación, que es el sustrato medular de la calidad humana de sus dueños que repercute en la calidad holística de la organización, generando un valor añadido, agregado. Una empresa puede ser eficiente y no ser efectiva, esto último, se logra cuando vemos a todos los actores involucrados tratando de satisfacerlos. No puede existir una organización con calidad si no opera con integridad organizacional, esto es, coadyuvando con las personas a mejorar su calidad humana, respetando su propia libertad. Pero, ¿qué es la ética empresarial? Al decir de Patricia Debeljuh “es una reflexión sobre los valores que encierra una decisión. Su objetivo consiste en aplicar los principios éticos generales a las características particulares de la empresa y los negocios”.

Decía Adam Smith, padre de la economía moderna, que más allá del mercado invisible el “capitalismo solo puede funcionar si se cumplen las leyes que lo regulan”. Hoy en día, las empresas que quieran sobrevivir a largo plazo, no solo no pueden obviar el mercado, sus necesidades, sino también, al mismo tiempo, no cerrar los ojos a las necesidades, inquietudes e intereses de sus clientes, de sus consumidores o usuarios. Desde la perspectiva holística de la dimensión ética, en la sociedad dominicana nos encontramos en el primer escalón, sin el cumplimiento a cabalidad. Algunas empresas se orientan en la segunda y tercera ola y muy pocas en la cuarta revolución industrial y el compromiso ambiental.

Una gran parte de las empresas cometen fraude social y cultura del engaño. Fraude social, según Latinobarómetro “Es lo que sucede cuando un pueblo masivamente desobedece las leyes e instala transgresiones que no tienen sanción social ni estatal porque el estado no es capaz de imponer las leyes a todos por igual. Ante esto, la gente hace su propia “compensación informal” y la debilidad del Estado lo permite masivamente”. A nivel empresarial esos fraudes se categorizan, tipifican en:

  • La evasión y elusión fiscal (40% del ITBIS y 60% del Impuesto sobre la Renta, tanto a nivel personal como jurídico).
  • Elusión en el pago real a la Tesorería de la Seguridad Social. Un empleado, por ejemplo, gana RD$100,000.00 pero el empleador le da RD$50,000.00 “informal” y la otra mitad es que canalizan al órgano de control de la Seguridad Social.
  • Etiquetado engañoso.
  • Ventas de productos vencidos.
  • Falsificación de medicina, de cigarrillos, de alcohol, de tabaco.
  • Todo lo concerniente a la sanidad: salud, medio ambiente y las condiciones de seguridad en el lugar de trabajo

Somos uno de los países de la Región con mayores niveles de fraude social según Latinobarómetro. Solo hemos acotado un poco de los alusivos al mundo empresarial. El fraude social contiene la cultura del engaño, sin embargo, el primero es ilegal y no aborda la licitud. El engaño puede ser legal, empero, no tiene nada de licitud. La legalidad tiene como epicentro el respeto a las normas establecidas. Lo legal es todo aquello que está revestido a través del comportamiento que encierra las expectativas de las leyes. La adecuación: leyes y acciones, decisiones. La licitud es la expresión que encierra y determina la bondad o la maldad de nuestros comportamientos o decisiones. Ni siquiera la Ley No. 358 – 05 de Protección de los Derechos del Consumidor se lleva a cabo, sobre todo lo referido a los artículos 63, 67, 68, 69 y 70 y las obligaciones y responsabilidades de los proveedores contenida en su artículo 98. Foro Económico Global nos ha venido evaluando en los últimos tiempos y en el acápite que tiene que ver con la responsabilidad social, eso es la ética empresarial, hemos sacado 137/142, esto es de los peores.

La cultura del engaño es cuando una empresa te vende un bien o servicio. Ese bien o producto tiene una garantía de 3 a 5 años. Se le daña al año. La “preocupación del empresario” es donde está la factura. Ellos tienen la venta registrada en la computadora con tu nombre y fecha. Si no hay factura, absolutamente, no te reciben el bien. En la cultura del engaño obra la cultura de compra del dominicano: el 95% no guarda factura. Mucho menos de más de un año. Pero, resulta que, al mismo tiempo, la copia que te expiden (rosadas), al cabo de un tiempo se borra.

Compré una batería con una garantía de 36 meses. Al cabo de un año y 4 meses fui a la empresa. Me dijeron es la batería que está dañada. “Tiene su factura” me indagaron. Me vi abocado a comprar una nueva y dejé la anterior en la reconocida organización, con más de 59 años de fundada. Pagué por la batería nueva. Una semana después encontré la factura y fui a la empresa creyendo que me darían por lo menos una NOTA DE CREDITO. Me señalaron que no podían hacer nada porque la batería que le había dejado ya se la habían llevado (ellos mismos, la empresa). ¡Insólito! Sin embargo, el cuadro espeluznante no termina ahí. Un joven me confesó que tenía copia de su factura en el celular, que la enseñó y estaba dispuesto a reproducirla físicamente. Simplemente, le dijeron que era la que ellos le habían dado.

Esto denota el enorme atraso social secular en que nos encontramos y desenvolvemos en la sociedad dominicana. En la mayoría de los países de ingresos medio alto como el nuestro, ya no usan facturas de papel, sino que la envían al cliente a su correo o WhatsApp. Verbigracia: En los Estados Unidos y Canadá nadie que se vacunó contra el COVID-19 le dieron un papel como muestra y evidencia. Arismendy Díaz Santana, economista y experto en seguridad social, acuñó una frase “Hemos ido en una vanguardia económica y una retaguardia social”.

La oclocracia nos reduce como sociedad, como personas en su calidad humana Nos sumerge de manera sempiterna en el dilema ético, que al decir de John Maxwell “es una decisión indeseable o desagradable relacionada con un principio o práctica moral”. El autor nos refiere en su libro de ética, de tres dilemas ético: a) Hacemos lo que nos resulta más conveniente; b) Hacemos todo lo necesario para ganar, y, c) Nosotros pensamos nuestras opciones con relativismo.

La cultura del engaño, del abuso del poder y la jerarquización en la pirámide social lleva a muchos a entramparse en la ilicitud de sus decisiones, desgarrando en su interior la dimensión de la integridad y del vacío nodalmente existencial. Nos vamos a morir y lo material no conduce inexorablemente a la inmortalidad. Alejandro Magno les dijo a sus generales cómo quería que fuera su despedida:

  • Su ataúd debía ser portado en procesión hasta la tumba por los mejores médicos.
  • Todos los tesoros que había acumulado en sus 13 años de conquista, que formaban varias fortunas en forma de oro, plata, piedras preciosas, joyas … debían ser esparcidos por el camino que llevaba a su tumba.
  • Sus manos, las manos del rey debían quedar fuera del sepulcro y a la vista de todos, colgando.

“Porque al final ni los mejores médicos tienen poder sobre la muerte, que los bienes que aquí se conquistan aquí se quedan y que mis manos queden fuera del ataúd para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías y nos vamos con las manos vacías”. Como diría una frase anónima citada por Marianne M. Jennings “Lo correcto es correcto, aunque nadie lo esté haciendo. Lo que es errado es errado, aunque todo el mundo lo esté haciendo”.