La memoria es un artilugio que está en manos del poder. Por lo que está anhelada como una suerte de pasión por ser conocida, en lo que mucho llaman recuperación, quizás expiación; por lo que se perdió para siempre. ¿O tal vez, no?
Lo que se ha llamado memoria, no es más que un archivo distorsionado, el cual se recrea en los amores preferidos. Lo que se puedan mostrar al público y no afecta el poder de las élites en su amplio espacio de clase. Lo que pertenece, a la lujuria de la interpretación, se recrea póstumamente, por los episodios de manías de la bohemia intelectual que intenta disponer de manuales y construir interpretaciones con una mirada desde sus púlpitos legalizados, por las motivaciones de la época. Otros, los menos, buscan respuestas que se embarque en una escritura crítica y desde un enfoque feminista, en fin…
No obstante, existe un cebo para algunos anónimos personajes que adoran los títulos y los grados de números de las grandes academias. ¿Se intenta sacar algo que sea nuevo? Hay muy pocas señales de humo. Se lo dejan a la expresión literaria, para que cuenten los adorados secretos de la alcoba, cuyas habitaciones, otros frecuentaban en el pasado.
Los historiadores e historiadoras no relatan sobre las muertes de mujeres, a manos del poder de los hombres. Si las mujeres, no pertenecen a la clase que sostiene el poder desde antaño, simplemente, no existen, ni se tratan las memorias. Y algunas, ni siquiera entran en esos relatos odiosos de víctimas, por el pudor público de sus familias. Otras se describen por su posición de subordinadas u oprimidas y muchas veces se omiten hasta sus nombres.
Empero, hay un punto básico, para los intelectuales y es tener un ranking, sin importarle el diálogo confrontado, por los discursos en el que la triada representación, referente y verdad está fuera de los lindes fronterizos que tocan las relaciones entre los géneros. Ya ustedes saben se derriban las puntas de los mogotes de Los Haitises. Donde no hay monedas, no muestran interés, los hombres cultos de esta media isla.
Las mujeres, siempre han sido sospechosas, y sobre todo si piensan.
A los hombres y mujeres de letras dominicanos, no les gusta contar las historias de los vampiros isleños. Eso no vende. En la isla, el contexto de interés puede ser diverso, pero exclusivo, como la buena cocina. Los relatos aburridos de historia patria, cuentos de guerras, vida política y económica, pero siempre en un coloquio no sexuado y desde el ángulo del blanqueo. Un modelo de historiar en el que la verdad masculina es siempre el referente.
Cabe señalar que la penetración simbólica se siente. La trama local, llega hasta los fondos de los ligues del saber. Los recursos económicos son escasos para la investigación sobre memorias de mujeres. Esta señora que escribe, no lo conoce. No he leído nada, que me diga, “todo esto es suyo señora”. No existe un presupuesto o algún centavo que se pueda entrar en un sobre para esta gente amada de Dios.
Nunca escuche un murmullo que diga, “disponemos de algunas monedas en peso oro dominicano para revisar estos archivos”. O por ejemplo, por favor necesitamos que nos cuente sobre el papel de las mujeres en la historia dominicana. Yo creo que las mujeres son espíritus que producen miedo, en pleno siglo XXI.
A las universidades locales, no les importa, estos diretes femeninos. No conozco un presupuesto disponible para este tipo de investigación y me muevo en varias universidades. Yo sé que es peligroso para ciertos grupos de clases, que se pueda entender, los sentidos de quiebre, los cuales pueden interiorizar, los viejos y gastados alfabetos de los archiveros. Las mujeres están dentro de una historia regulada por la costura, las modas, los excesos de los deseos y la pastelería, etc. Aquí, no hay recursos económicos para cubrir esos pasajes que permitan entender a las mujeres, si es que se puede. Para descifrar, y dar respuestas, sobre los avatares de su existencia como sujeto de la historia.
¿Quién sabe algo sobre los sueños, las interferencias, las desviaciones, la sexualidad o el poder de las mujeres? Cuáles son las implicaciones de una tutelación permanente desde la colonia, en el drama de la cultura y sus efectos psicosociales en las relaciones entre los géneros. Qué se conoce sobre las alianzas del saber, el poder y la memoria. Qué se sabe sobre la trama de la cultura para inscribir una práctica de aislamiento y exclusión de las mujeres del poder político, sin importar las clases sociales.
El análisis psicosocial, es muy escaso en la cultura dominicana. No hay lazos que nos permitan unir los encajes y mucho menos, si existe una continuidad de esas memorias del pasado con el presente. Y me pregunto, en qué lugar se encuentran esas cadenas asociativas. No existen análisis sobre los elogios a la estupidez de cuerpos que necesitan transformarse continuamente, por una demanda masculina. Cómo se han producido estos cambios que dan poder a los hombres sobre el cuerpo femenino, a través de nuestra historia local. Un poder que limita movimiento y lo destroza. Acaso, no se ha discutido que el linaje, la clase, la religión, el poder epocal construyen discursos, transforman pensamientos, modelan conductas, construyen fantasías y asesinan mujeres etc.
Hoy me pregunto, cómo es que logramos convertirnos en el país que en el 2023, alcanzó la sumatoria de tener un total de 51 vidas de mujeres pérdidas en el espacio y el tiempo, a causa de crímenes de odio contra ellas.
¿Los archivos distorsionados pueden dar cuenta de esas melodías de muerte, en el pasado?. No tenemos estudios. Y vuelvo a preguntarme, si historiar la violencia sobre las mujeres, a través de los archivos, es un recurso significativo para construir nuevas relaciones y poder entender, lo que acontece en el presente y detener estos crímenes de odio. Con humildad, creo que es necesario nombrar, navegar en los archivos, buscar filiación, analizar testamentos y memorias de mujeres de todas las clases sociales, coloridos e identidades sexuales, para dar cuenta, de los continuos epílogos que conforman un espacio temporal en el texto y analizar las diferentes variables que intervienen en la repetición de la violencia y en su efecto, la muerte de las mujeres en el país.
El olvido es una patología social controlada desde arriba y por el Estado. Está enmarcado en signos que siempre se han manifestado de manera indirecta, por medios de menciones que trascienden el tiempo. La memoria está deformada por la palabra. Es un subsuelo enigmático que se fuga por los diferentes recovecos y proponen fronteras. Ese mal del archivo, para tomarle la expresión de Derrida es solo un saber, un gesto que le pertenece a los hombres.
Y esos archivos se manifiestan por el silencio epocal. Pero por mucho silencio. ¿Los archivos de las mujeres existen? claro, que si, como todo, atrapado en la cultura patriarcal. Han sido amasados con lenguaje masculino, el cual oculta el poder de las mujeres en la historia. Además contienen historias. Cuenta sobre la violencia que se ha ejercido sobre ellas, en todos los aspectos jurídicos, sociales, psicológicos y económicos. Hay que rastrearlos y descifrarlos. Es un bien necesario interpretarlos.
Esos archivos distorsionados de la historia, contienen los balbuceos de los despreciables del inconsciente, ya que encubren violencia, sollozos, y los saberes femeninos. Las mujeres, siempre han sido sospechosas, y sobre todo si piensan. Y en ese orden, el poder masculino cuestiona su libertad y pensamiento, ya que se inscriben en los códigos que llevan al desborde u ocasionan perdida al poder masculino.
Los feminicidios forman parte de viejas reglas coloniales. La República Dominicana en su 180 años de fundada, hace gárgara de guatapanal con la supuesta liberación y derechos de las mujeres. La historia dominicana no quiere contar la memoria de exclusión y violencia que aún hoy tiene filiación con nuestro pasado y que se hace presente en nuestro territorio y estación cultural.