Aquaman es uno de mis youtubers de viaje favoritos. Con sus videos, me ha mostrado rincones de ensueño de nuestro país. Ríos, arroyos, cascadas y playas que nos recuerdan la belleza de esta tierra. También interactúa con las personas de los lugares que visita. Ver las caras sonrientes de la gente de nuestros pueblos alegra el corazón, da la sensación de ser parte de una comunidad amable y acogedora, de un país de gente buena.

Lamentablemente el hombre que nos ha hecho sentir orgullosos de nuestra naturaleza, se ha sumado, como otras figuras públicas, a las manifestaciones en contra de los migrantes haitianos convocadas por la Antigua Orden Dominicana. La Antigua Orden es una organización de ideas y comportamientos abiertamente xenófobos y racistas, como ya es de conocimiento público.

Independientemente de las ideas políticas que se profesen, y del énfasis, éticamente cuestionable, en atacar a los más vulnerables y no a quienes sí destruyen el país, apoyar a un grupo extremista que ha iniciado acciones violentas supone cruzar una línea que nos puede llevar por un camino de difícil retorno. La violencia que hoy se siembra contra un grupo, se cosechará mañana y nos puede arrastrar a todos.

No debemos ceder a la irracionalidad. En tiempos inciertos, y ante la situación de inseguridad que se vive en Haití, es fácil entregarse al miedo y a discursos sensacionalistas e irracionales con los que -unos más  y otros menos- hemos sido adoctrinados.

Regular la migración, con un enfoque que tome en cuenta asuntos humanitarios, económicos y de buena vecindad es un pedido válido. Apoyar a personas y grupos que han amenazado a activistas y a medios de comunicación, cuando se trabaja con la palabra, es afilar cuchillo contra nuestras propias gargantas.

Estamos a tiempo de detenernos a reflexionar. Mis queridos Aquaman, Cheddy y Raymond todavía pueden dar un paso atrás y no caer en la espiral de discursos de odio, violencia, miedo y sinrazón.

En medio de la sinrazón, muchos no ven el peligro del fuego que ayudan a encender. Comediantes como Raymond Pozo y Cheddy García también se han sumado a los gritos que avivan el odio. El humor es un espacio de disputas en el que con frecuencia se pueden crear polémicas por chistes que se convierten o se perciben como ofensas. Esas disputas deben darse siempre desde la palabra, el aprendizaje y el diálogo, y no desde acciones violentas.

Y ya los grupos antihaitianos no dan la batalla solo desde la palabra. Cruzaron esa fina línea en la Ciudad Juan Bosch, cuando incursionaron en el barrio a amenazar a migrantes haitianos y a cualquier negro que les resultara sospechoso. ¿Qué les impedirá mañana amenazar o golpear a un comediante por un chiste que les disguste? Los fanáticos toleran cada vez menos espacios de libertad.

Estamos a tiempo de detenernos a reflexionar. Mis queridos Aquaman, Cheddy y Raymond todavía pueden dar un paso atrás y no caer en la espiral de discursos de odio, violencia, miedo y sinrazón. No creo que ellos sean racistas o antihaitianos. Son tiempos volátiles y es fácil dejarse arrastrar por el pánico. Lo importante es que están, estamos a tiempo de parar.

Y necesitamos parar. Los constantes discursos de odio nos dañan principalmente a nosotros mismos, las dominicanas y los dominicanos que todavía lidiamos con las consecuencias del racismo, el endorracismo y el colorismo, al igual que otras sociedades caribeñas y latinoamericanas.

Comunicadores que hacen un valioso aporte al divulgar la importancia de conservar nuestros recursos naturales como Aquaman, artistas y periodistas deben pensar si quieren ser recordados como parte del grupo que contribuyó con la violencia o como parte de aquellos que la detuvieron o que al menos trataron de detenerla. Allá cada cual, con su conciencia, con sus palabras y con sus silencios.