El pasado sábado 1ero. de Febrero, el recién posicionado secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio (uno de los múltiples competidores de Donald Trump en su primera zaga proselitista), dio inicio a su primer periplo exploratorio en la parte sur del hemisferio occidental.

Rubio tiene programado visitar, en este orden, a Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala, y la República Dominicana, países destacados por el incumbente como “los más propensos a beneficiarse tremendamente de una mayor cooperación con Estados Unidos.” En un reciente artículo de opinión publicado en The Wall Street Journal, Rubio se refirió a su nueva política extranjera hacia la región, como “Primero las Américas,” emulando la distintiva frase acuñada por su mando superior, “Primero América.”

El ejercicio retorico de combinar esas dos intencionalidades que históricamente han probado ser más antagónicas que complementarias, concita suspicacias sobre la veracidad y aplicabilidad de la agenda que promueve el secretario de estado en la región, la cual oscila entre la retórica y la realpolitik. Si para muestra basta un botón, hay que poner atención al mensaje transmitido por Marco Rubio al presidente panameño José Raúl Mulino, y a su ministro Martínez- Acha en su primera parada:  la disposición del presidente Trump de no tolerar la presencia china en la zona del Canal, a riesgo de atenerse a las consecuencias, en caso de que las autoridades panameñas optasen por mantener el statu quo, que a juicio de la actual administración de Trump, vulnera la neutralidad permanente del Canal, prevista bajo los términos de los tratados Torrijos-Carter, de 1977. Dicho acuerdo de neutralidad establece el compromiso de apertura del canal en tiempos de paz y de guerra y explícitamente prohíbe la discriminación entre las naciones sobre sus derechos de paso y sobre los peajes correspondientes. Desde el momento de su investidura, el presidente Trump acusó a la administración panameña del canal, de no respetar el acuerdo de marras, exigiéndole a seguidas al gobierno panameño, desconocer el régimen de neutralidad, e impedir el paso de los cargueros de matrícula China, es decir, aplicar a otros lo que el presidente Trump exige no se le aplique a él.  Quizás los procesos, razones, y propósitos subyacentes a las firmas de los acuerdos, y al traspaso del canal a sus correspondientes administradores, sean demasiado complejas para el presidente Trump entenderlas, por lo que expresa su frustración a través de la intimidación y la amenaza del uso de la fuerza militar, pero desde la perspectiva de la subregión, es claro que más allá de la dimensión pragmática bajo la que operan el Canal y sus Esclusas, subyace también una poderosa carga simbólica de resistencias a las imposiciones externas, lucha por la identidad, pero también un reconocimiento a los esfuerzos para armonizar intereses encontrados en el hemisferio.

El consiguiente destino de Marco Rubio, al pulgarcito de América, El Salvador, a cuyo presidente Nayib Bukele, le fue ofrecida la oportunidad de reafirmar y quizás a este punto, concretar, el Acuerdo Cooperativo de Asilo (ACA por sus siglas en Ingles) establecido entre ambos mandatarios, en septiembre del 2019, durante la primera presidencia de Trump, por medio del cual, el país más densamente poblado de América Latina,  se comprometió a proporcionar protección humanitaria a ciudadanos de otros países de la región que sufren persecución política en sus países de origen. La significación de este encuentro con el presidente Bukele es tremenda, en lo relativo a la validación de una visión compartida entre los dos mandatarios en su interpretación de lo que debe ser la justicia y la seguridad mutua. No puedo dejar de destacar el hecho cierto que si Estados Unidos es por muy lejos la nación con la más alta población de personas privadas de libertad a nivel mundial (entre 2 y 8 millones, sin contar los que han pasado por el sistema penal). El salvador de Bukele ha logrado colocarse, en términos proporcionales, por encima de los Estados Unidos. El presidente Bukele ofrece a Estados Unidos la oportunidad de externalizar su modelo punitivo, concitando la simpatía, y de paso, los recursos necesarios, para expandirlo en territorio salvadoreño. A ese paso, la mega-cárcel convierte a El Salvador en el “Panóptico” que Jeremy Bentham prefiguró cuatro siglos antes. 

La visita al gobierno costarricense de Rodrigo Chávez, y al guatemalteco de Bernardo Arévalo será con mucha probabilidad, más de lo mismo. Con dos salvedades, Costa Rica colinda con Nicaragua, excluida de la gira de reconocimiento, no necesariamente por los abusos que estaría cometiendo el gobierno de Ortega contra la población nicaragüense, sino más bien, por la explicita preferencia de ese país por la presencia China y Rusia, a la estadounidense. En esa tesitura, la presión al gobierno de Rodrigo Chávez para evitar la incursión china en el ámbito cibernético no se hará de esperar.   Guatemala, el único país entre los visitados que aún mantiene relaciones con Taiwán, en vez de China, también será puesta a prueba en el juego humo y espejos que transpira este recorrido.

La gira diplomática tiene previsto concluir en nuestra media isla, un aliado económico, estratégico, y, desde el primer cuarto del presente siglo, un colaborador de Estados Unidos en el ámbito de la seguridad regional. República Dominicana ofrece un perfil auspicioso para Estados Unidos; siendo un miembro activo del Sistema de Integración Centroamericano (SICA), el país ha fungido formal o informalmente como interlocutor entre el Caribe hispanoparlante, en la promoción de la cooperación para el desarrollo de los países miembros (Belice, El Salvador, Costa Rica, Guatemala Nicaragua, Honduras, Panamá y República Dominicana) y Estados Unidos. Asimismo, siendo la Republica Dominicana un país emisor y receptor de diásporas, vale destacar su contribución a la región, amortiguando parte de la presión política, social y económica de desplazados de Venezuela, Cuba, Haití, y del propio país. Gracias a su relativa estabilidad política, a la par con su diversificación económica, potenciada por las remesas de dominicanos, el turismo, la banca, y la inversión extranjera inter-regional y estadounidense, es de esperarse que la administración Trump enfatizara en la ampliación de la inversión privada, (estimada ésta en aproximadamente 40%). En materia de seguridad regional, las Fuerzas Armadas Dominicanas han sido en la región el colaborador más consistente del Comando Sur, y en ese sentido, una especie de amortiguador del flujo de drogas y otros ilícitos que entran en EE.UU. no así los que se orientan a Europa. En ese sentido, el país no solo continúa siendo un corredor importante de la droga que transita en la ruta del Caribe hacia países europeos -sobre todo Holanda y Bélgica- pero además dicho tráfico se ha reactivado en años recientes, si tomamos en cuenta las interdicciones de 30 toneladas el año pasado y las 28 toneladas incautadas en el 2022 (Insightcrime, 2025).

Es muy probable que el mensaje que ha venido transmitiendo el secretario de estado estadounidense desde el momento de haber pisado territorio panameño, sobre las preocupaciones de Trump sobre las avenencias de la política exterior de los países de la región con respecto a China, también sean un foco de interés en su diálogo con el presidente dominicano Luis Abinader, y su gabinete económico y de política exterior. Dado que el país rompió relaciones con Taiwán en el año, 2018, como también lo hicieron muchos otros países caribeños y centroamericanos, con la excepción de Belice, Guatemala, Haití, St. Kitts y Nevis, St. Lucia y St. Vicente y las Granadinas, para establecer relaciones económicas y diplomáticas con China, no sería de extrañar que ello sea también tema más que de conversación, la reafirmación de lealtades, una carta de juego de mucho valor para Donald Trump.

Esta es parte de la coreografía en la que se enmarca el periplo de Marco Rubio, sin embargo, no es la historia completa. Esta visita a la región esta precedida, y concurre, con varias decisiones importantes que compiten con los intereses y el bienestar de la región.

Primeramente, el cierre de operaciones de USAID, la fuente principal de ayuda humanitaria y para el desarrollo para países con escasos recursos, y de valor estratégico para los Estados Unidos, tendrá un impacto conmensurable para Centroamérica y parte del Caribe. Pese a las declaraciones emitidas por Marco rubio, administrador general de USAID, de mantener parte de los programas de ayuda actualmente vigentes, la decisión emanada de Elon Musk socava la credibilidad de la supuesta alianza con los países de la región, y el discurso de pretendido interés común que abandera Marco Rubio. Al respecto, en su más reciente reporte, el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos destaca que los aportes de USAID en todo el mundo para el año 2023 equivalieron a 43.400 millones de dólares, una cantidad pírrica del presupuesto estadounidense, especialmente si se lo compara con los $857.9 billones asignados por el “Acta de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés) al sector de defensa, para el mismo periodo.

En este contexto, los supuestos propósitos de la gira del secretario de estado Marco Rubio no parecen ser consecuentes con la dimensión más simbólica que material, que los fondos de USAID han representado históricamente en el despliegue del “poder blando” de EE.UU. hacia los países dentro de su órbita de influencia.

En la misma tónica, hay que prestar atención a las declaraciones del enviado para América Latina, Mauricio Claver-Carone, en la antesala de la gira del secretario Rubio, en la que el primero exalta “el inicio de la edad dorada del EE.UU. de Trump, (…) que comienza aquí, haciendo a “América (no las Américas) Grande otra vez, con el crecimiento de la manufactura, la reindustrialización de América, y los grandes aportes con los que ha contribuido a nivel mundial, y particularmente, el Canal de Panamá”

En el marco de esta nueva era de competencia inter-hegemónica con la que administración de Trump inaugura su pretendida “Edad de oro” también reverberan ecos de la que fuera la política que quizás más ha referenciado la relación de Estados Unidos con la región desde inicios del siglo veinte, la que el entonces presidente Theodore Roosevelt sugirió como estrategia hacia la región; para llegar lejos, “Habla suavemente, y lleva un gran Garrote”

(*) Lilian Bobea, lbobea@fitchburgstate.edu socióloga dominicana, profesora asociada del programa de Justicia criminal de la Universidad Estatal de Fitchburg, Massachusetts.