Cada vez es más evidente el entramado de cosas sucias que suceden en las campañas políticas, no solo porque el dinero ha sido siempre considerado la llave para abrir puertas, generar simpatías y penetrar mentes intentando convencer a los votantes a través del uso de medios de comunicación y otros instrumentos, razón por la cual, con tal de obtenerlo incurren en todo tipo de acciones ilegítimas o ilegales, sino porque las mentiras han sido utilizadas para tratar de derribar opositores intentando desacreditarlos, algunas de las cuales, cuando pueden ser desmontadas, ya han surtido sus nefastos propósitos.
Partidos políticos y candidatos en todas partes del mundo han incurrido en múltiples irregularidades en sus campañas, y por eso se han dictado leyes para regular los aportes en estas, imponer límites y controles así como para establecer sanciones, y desde hace algunas décadas se fue haciendo cada vez más común que en ciertos países principalmente de Europa, se llevaran a cabo procesos por el uso de falsas facturas, y otros mecanismos de financiación irregular de partidos y campañas, hasta casos de condenas por corrupción como la del ex presidente de Francia Nicolás Sarkozy, por financiación ilegal de su campaña, o de investigación por corrupción de partidos, como la que motivó el reciente registro de la sede del Partido Popular Europeo por la policía.
Durante años en nuestro país las denuncias se redujeron al uso y abuso de los recursos del Estado, y la inequidad que se derivaba de esta mala práctica, la cual se entendía se reduciría con la inclusión de la contribución económica del Estado a los partidos en la Ley electoral 275-97, aunque rápidamente se demostró que no fue así, como también ha quedado evidenciado que a pesar de que la Constitución vigente prevé que la Junta Central Electoral debe velar “porque los procesos electorales se realicen con sujeción a los principios de libertad y equidad en el desarrollo de las campañas y transparencia en la utilización del financiamiento”, y que a estos fines “tendrá facultad para reglamentar los tiempos y límites en los gastos de campaña”, esto no ha sido ni remotamente el caso.
Aunque algunos dirigentes políticos locales alegan con frecuencia que se les quiere destruir, como respuesta a denuncias ciudadanas, o a investigaciones por corrupción de sus miembros y pasados funcionarios, a veces da la impresión de que ellos mismos no se dan cuenta de que quienes en ocasiones provocan su destrucción son ellos mismos, por la miopía que no les permite ver los elementos que los desgastan y los conducen al descrédito y a la autodestrucción, lo que en algunos países de la región ha llevado a que partidos tradicionales hayan desaparecido por el hartazgo de la población por los escándalos de corrupción y recurrentes mentiras, y lo peor es que muchas veces han sido sucedidos por otros, que luego de atacarlos por sus acciones, han sido iguales o peores.
Las mentiras, en esta época de posverdades y teorías conspirativas se hacen cada vez más frecuentes en las luchas electorales, y eso es lo que ha quedado demostrado en el caso de la demanda por difamación interpuesta por la empresa de tecnología electoral Dominion Voting Sytems contra la cadena televisiva de derecha Fox News, pues a pesar de la decepción de muchos por el acuerdo por el cual pagará la suma de 787.5 millones de dólares, la más alta pagada en una transacción por difamación, que le evitó el juicio, es innegable que constituye una admisión de culpa de dicho medio por haber dado informaciones mendaces respecto del supuesto fraude cometido en las elecciones de 2020, sin que pudiera argumentar con éxito que fundamentarse en afirmaciones del entonces presidente Donald Trump fuera suficiente para impedir su condenación, y lo cierto es que entendió que la forma menos humillante de la que podía salir de esta situación era esa, pues ya el juez apoderado del caso había señalado que la evidencia demuestra que es claro como el agua (“crystal clear”), que ninguno de las afirmaciones expresadas por esta respecto de Dominion y las elecciones de 2020 eran ciertas, y constituían difamación per se. Con esto queda también demostrado que, aunque las mentiras tienen más que nunca piernas veloces para correr en el espacio sin fronteras de las redes sociales, como dice el viejo refrán, tienen las piernas cortas, y por eso no pueden escapar de la verdad por mucho tiempo.