Un día después de la publicación del reportaje publicado en Acento sobre la depredación de los parques nacionales Jaragua y Baoruco, en Pedernales, a las cuentas de los pedernalenses en Facebook subieron una nota y ocho fotografías anexas con la pretensión de mostrar cuánto trabaja la Dirección Provincial de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Válido el esfuerzo.

Pero, implícitamente, el texto y las mismas escenas evidencian las profundas debilidades de vigilancia de las áreas protegidas que el Gobierno presidido por el presidente Luis Abinader presenta como buque insignia en el ambicioso proyecto de conversión de la provincia, próximamente, como destino turístico sostenible.

Se trata de la recurrencia de ese y otros hechos, sin que los autores intelectuales sean detenidos.

Veamos:

Resalta la nota que a las 6:05 de la tarde del viernes 5 de junio, camino al hoyo Pelempito, en sierra Baoruco, rescataron 10 pichones de cotorra “escondidos por desaprensivos que se dedican a su comercialización…”. Dice que investigan para apresarlos y someterlos a la justicia.

En la parte iconográfica (imágenes), en primer plano, el director provincial Alexandro Hernández y el administrador del parque, Francisco Jiménez, posan al lado de los pichones.

En las siguientes escenas, hacen lo propio los guardaparques Nicolás Corona, Manolín Peña, Jovanny Cuello y Édinson Segura, y el agente del Servicio Nacional de Protección Ambiental (Senpa).

En la víspera, 4 de junio, un reportaje difundido en este medio, y multiplicado por elCorreo.com, describía el saqueo de la  canelilla y el guaconejo; la matanza de iguanas y la depredación de cangrejos y de la vida marina en los parques nacionales Baoruco-Jaragua-Enriquillo. https://acento.com.do/ecologia/canelilla-y-guaconejo-con-aroma-a-saqueo-de-parques-nacionales-8951074.html.

Desde el 6 de noviembre de 2002, estos parques constituyen la primera reserva de la isla Española y del Caribe insular, y la 412 en el mundo, aprobada en la reunión del Consejo Internacional de Coordinación del Programa Hombre y Biósfera de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (Unesco).

El reconocimiento no ha sido fortuito. Su biodiversidad es sui generis, de alto interés científico: vegetación, fauna, arqueología, acuíferos, cuevas, islas, vida marina, clima,

Y esos méritos demandan un enfoque que trascienda las acciones coyunturales reactivas.

La depredación de estos regalos de la naturaleza es un crimen con profundas raíces. Lleva décadas. Y políticos de los partidos grandes han sido protagonistas.

Atacar ese problema comienza por reconocer su real dimensión, sin medias tintas ni relumbrones.

Las bandas de pichoneros o saqueadores de las crías de la cotorra del Amazona (Amazona ventralis, en peligro de extinción) se sienten dueñas de aquellos territorios. Y andan armadas

A finales de junio de 2005, el ahora guardaparques, conservacionista Nicolás Corona, denunció que fue golpeado y perseguido por una banda de haitianos y dominicanos al verse descubierta cuando destruía nidales de las referidas aves para robar sus crías. Bastó con que les advirtiera sobre la prohibición de la captura. Varias partidas de 40 unidades habían sacado de la sierra en una camioneta y llevadas a la provincia Barahona para la venta. En Pedernales, una de esas avecillas vale hasta 2 mil pesos, pero se encarece en otras ciudades. Las ofertan hasta 6 mil pesos.

Las cotorras no hacen cavidades para anidar. Aprovechan las existentes, naturales o dejadas por otras aves, como los carpinteros. Esos espacios escasean. Los delincuentes los tienen diagnosticados. Y las autoridades conocen a los depredadores con nombres y apellidos.

Pasa lo mismo con el guaconejo, materia prima de aceites esenciales para perfumes de marcas mundiales.

Todos saben la ruta. También la dinámica de compra y venta a través de la frontera. Un empresario espera allá para comprar los palos a precio vil, procesarlos y luego exportar el subproducto. Un negocio redondo.

Todos saben de la trocha para motores, abierta desde el final de Bahía de las Águilas, en Cuevanjón, hasta la cueva de Cabo Rojo, de donde lo embarcan en yolas hasta el otro lado de la frontera. Y no es la única vía.

De vez en cuando las autoridades incautan un cargamento, pero el subregistro es enorme, y las sanciones casi nulas.

Con la canelilla, la misma historia. Su extinción está en camino.

La bióloga Yolanda León, del Grupo Jaragua, ha advertido sobre los impactos negativos del corte de la hoja aromática y medicinal. Describe que quienes se adentran en los parques, destruyen las palmas del cacheo de Oviedo (en extinción), que sirve para nidos de cotorras; roban pichones de estas aves, matan iguanas, tumban bosques para hacer claros y permitir la entrada de sol y secar de canelilla.

Hace unos días, el encargado de Medio Ambiente en Oviedo, Aníbal Díaz, se incautó 500 sacos atestados de la hoja. El producto es trasladado a la capital donde los jefes de la red venden a 15 mil pesos cada saco. La libra a granel se expende a casi 400 pesos. En el área de las especias del supermercado Bravo, el sobre de 3,99 onzas vale 84 pesos. Es el negocio de los millones. Casi toda la que se vende en el país y se exporta a Estados Unidos la saan de aquellos sitios.

Salvar estas áreas vitales es cuestión de vida o muerte para la provincia Pedernales. Más ahora que espera por convertirse en destino turístico sustentable. Cada quien debe ser doliente.

Por la parte oficial, los responsables de atenderlos deben evitar que sucedan los hechos, a cualquier precio. Pasarían a la historia si se ponen anteojeras y atacan a los archiconocidos patronos, y gestionan con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales la elaboración de proyectos de desarrollo sostenibles para integrar a los peones.

El cáncer ha corrido mucho, pero aún se puede extirpar y salvar el cuerpo. Se ve a leguas que los guardaparques y el equipamiento resultan infinitivamente insuficientes para atender el 68% de áreas protegidas en una provincia de 2,080 kilómetros cuadrados de superficie.

La ruta de corrupción es larga: desde isla Beata, Piticabo y Trudillé hasta Enriquillo; desde Enriquillo hasta la frontera con Haití.

Demasiada riqueza natural desorbita los ojos a las mafias. El área debe ser minada con personal dotado de conciencia ambiental, insobornable, con salarios dignos y los equipos necesarios.

El dinero invertido en su protección redituará grandes beneficios sociales y una gran plusvalía.