Comprender las elecciones estadounidenses y los misterios que rodean a los principales protagonistas es un ejercicio que me fascina desde hace mucho tiempo. El 1° de noviembre de 2024, sin embargo, estaba preguntando a mi teléfono sobre Costa Rica. Preguntas que haría un niño. Quería saber si la Avenida Central, el Teatro y el Museo Nacional, el Parque Central seguían con sus impresionantes visitas diarias de antes. Mentalmente, me vi paseando por la Plaza de la Cultura. De repente, tuve la impresión de que mi corazón iba a detenerse: 35 años después, el perfume del cine donde asistí a una bella película, en maravillosa compañía, se reconstituyó en mi memoria olfativa.

Una frase también sonó a mis oídos: «Monumental informa y comenta». Dicha frase era el lema del boletín de media hora de Radio Monumental, destacada emisora costarricense. Inmediatamente quise leer los titulares de La Nación y La República, importantes diarios de Costa Rica. Se podría pensar que la decisión del parlamento de El Salvador sobre el envío de un contingente militar a Haití ha reavivado mi interés por Centroamérica.

Debo admitir que para la actualidad de los demás países, tal vez sea cierto; sin embargo, con la mayor honestidad reconozco que Costa Rica, su capital San José y su Avenida Central, Guanacaste (frontera con Nicaragua) y Sarchí (inolvidables carretas típicas) han permanecido en mi corazón de forma maravillosamente inexplicable.

Mientras yo debería tratar de entender una de las elecciones estadounidenses más complejas, la de 2024, aquí estoy el 1° de noviembre en un increíble diálogo imaginario con la poetisa Lilly Guardia (1922-2006):

-¿Cómo se enamora de un país? Recuerdo haber leído un diálogo similar entre Jorge Luis Borges y Leopoldo Lugones en El Hacedor.

Donde vivo, más allá de los viajes, rupturas, desafíos, terremotos de todo tipo, está colgado en la pared desde hace 35 años un plato de recuerdo de Costa Rica, junto a tantos calendarios sucesivos. Lo que me parece muy extraño es que nunca nadie se ha atrevido a moverlo. Compré este plato, así como un paquete de café en el Mercado Central de San José, la tarde del día anterior a mi salida. A unos metros del Mercado había una tienda de discos. Allí conseguí uno de los éxitos entonces de moda en 45 rpm, «Si el amor se va» de Roberto Carlos. Obviamente, 35 años después, me di cuenta de que el amor no se ha ido…