En mi entrega pasada comentaba que Danilo Medina merecía una mención de honor por los resultados del Partido de la Liberación Dominicana en las elecciones municipales de 2024. Lo pensaba porque -en el marco de un proceso de reconstrucción del PLD, con un partido afectado por factores internos y externos, funcionarios encarcelados y familiares procesados-, el presidente Medina evidenció -materialmente- lo que se decía sobre la posición real del PLD respecto de Fuerza del Pueblo como segunda fuerza política y la principal de oposición.

Quisiera analizar ahora, a raíz de los resultados electorales, la situación respecto de los intereses de Danilo Medina y el PLD en el corto plazo. Danilo ha logrado nadar hasta la orilla de la playa, se ha dado la vuelta y ha visto el horizonte. Un horizonte cuyo primer trazo ya ha sido propuesto por el presidente Abinader, quien ha advertido que, en caso de resultar elegido para un segundo mandato, hará “un llamado a todas las fuerzas políticas, económicas y sociales a un gran acuerdo de unidad nacional para completar todas las reformas que el país necesita”.

Al menos en lo que tiene que ver con las fuerzas políticas, entre las pocas agrupaciones que no conforman la alianza ‘RD Avanza’ se encuentra, como es de esperarse, Fuerza del Pueblo y el PLD. En términos políticos, esas dos agrupaciones son destinatarios clave de ese mensaje. Sin embargo, el planteamiento del presidente Abinader y el resultado electoral del partido del presidente Medina conforman la base del diálogo político del horizonte 2024-2028. Es un horizonte amplio en el que el PLD tiene mucho por ganar y poco que perder. Y en ese horizonte Danilo Medina se auto visualiza como el opositor que puede interlocutar e interactuar con el gobierno durante el periodo 2024-2028, sobre todo porque reconoce que si el PLD no ocupa ese lugar le deja espacio a Fuerza del Pueblo para llenarlo.

Como principal fuerza política opositora, sentarse en la mesa de negociación de las reformas en dicha calidad conlleva importantes incentivos para cualquier agrupación política. En el caso del PLD, entre estos incentivos se podría contar la posibilidad de procurar promover una reforma constitucional que permita al presidente Medina presentarse nueva vez como candidato presidencial. Aún al margen de esa pretensión constitucional, a Danilo Medina le conviene cohesionar la oposición en torno a su figura, sin sombras pasadas (Leonel F.) ni futuras (Omar F.) que dificulten dicho proceso, sobre todo siendo Omar Fernández pieza clave de Fuerza del Pueblo, partido que le ha disputado al PLD la primacía opositora. Procurar esa cohesión es mucho más sencillo para Danilo Medina con un Omar Fernández despachando desde la casa nacional de Fuerza del Pueblo en lugar de permitirle continuar construyendo su perfil político desde escenarios de toma de decisiones de estado.

Después de los embates y cuestionamientos sobre si el PLD era o no la segunda fuerza política del país, propiciados esencialmente por Fuerza del Pueblo, probablemente en el imaginario de Danilo Medina ha llegado la hora de reivindicar la posición del PLD como segunda mayoría en el Congreso Nacional, en los gobiernos municipales y en otras esferas de toma de decisión. Conociendo la forma en la que Danilo Medina juega la política, dudo que la desaproveche trabajando para que el hijo de su principal contendor político ocupe la senaduría de la principal plaza política dominicana. Entre otras razones y sin ánimo oculto, por esto le aconsejaba a Omar Fernández repensar sus aspiraciones a senador por el Distrito Nacional.

P.S. En mi entrega anterior advertí que, al momento de su elaboración, había sido reportado que Justicia Social se posicionaba como la tercera fuerza política municipal. Al día de hoy, con los resultados finales, Fuerza del Pueblo (no Justicia Social) ocupa el tercer lugar.