Sábado. La noche duerme y una brisa agradable anunciando a diciembre recorre la ciudad. En silencio rebusco en la computadora. De pronto un titular paraliza mi respiración y el corazón se hace pedazos: ¡El Bacho ha muerto!
Incrédulo, leí el titular varias veces con la ilusión de que la noticia no fuera cierta. Leí la noticia y mis ojos se llenaron de lágrimas. ¡No podía ser! Porque el Bacho justamente antes de diciembre iba a depositar una flor donde asesinaron a Manolo, todos los años.
Conocí al Bacho tiempo después de haber bajado de la guerrilla y siempre entendí que nunca lo había hecho porque nunca dejó de ser guerrillero. Era un guerrillero de la injusticia, un guerrillero de la revolución, un guerrillero de la dignidad, un guerrillero de la paz.
En la montaña perdió la vista, le nacieron en los ojos dos luceros llenos de esperanzas, de ternura y de dignidad. Cambió el fusil por la palabra. Una voz lapidaria que nunca transigió ni jamás se vendió. Era una pluma insobornable. Era una lengua de máuser, porque en la cercanía con las estrellas en la montaña le dijo adiós al miedo. Lo perdió para siempre a pesar de los psiquiatras, la represión, los peligros y los desafíos revolucionarios.
Su amor por la patria no tenía pausas ni final. Era un baluarte de libertad y la dignidad de la identidad. Su obsesión era su pasión. Amante de las manifestaciones del pueblo, como Chaljub, de sus leyendas y de sus tradiciones, de la poesía popular y de su música. Disfrutamos a Compay Segundo, a Pio Leiva y a Bartolito gracias a sus sueños en su admiración por el son.
Reivindicó las dimensiones del sancocho como plato popular en su valorización de la gastronomía dominicana, aunque era débil por un mangú con queso blanco, cebolla y aguacate, que varias veces compartí con él. Lo vi “alocarse” en diversas ocasiones, una de las más grandes fue con el surgimiento de los grupos de nueva canción, en especial con Convite. Su euforia culminó cuando celebramos Siete Días con el Pueblo. Bacho era un amante de la cultura, él tenía plena conciencia del papel revolucionario de la cultura. ¡El Bacho era un revolucionario!
La Guerrilla del 14 de junio, la Revolución de Abril, el desembarco de playa Caracoles, la heroicidad y la epopeya de Los Palmeros, la lucha antibalaguerista, etc. fueron parte de los acontecimientos no le fueron indiferentes. En cada uno jugó su papel, de responsabilidad y de compromiso. El Bacho no hacía pausas. Era un revolucionario a tiempo completo.
La lucha contra el olvido era una obsesión, tentaba a la historia y recurría a la patria. Su sueño para darle vida al Museo de la Dignidad era parte existencial de su vida. Estoicamente rechazó la indiferencia, las traiciones, las debilidades de compañeros que se cansaron y adjudicación de sus creencias, de camaradas que se vendieron. A pesar de eso, el Bacho no dudo, no cayó en tentaciones, siguió adelante con sus principios, sin importar obstáculos y adversidades. Eso sí, tenía compañeros, tenía a sus hijos y a su esposa, tenía amigos fieles a su lado, que compartían sus sueños y sus utopías. ¡El Bacho era la dignidad!
Nunca me hablo ni lo oí hablar de su vida personal. Una vez relató como sobrevivió a la guerrilla para que sirviera de pedagogía. Nunca pasó factura. De su boca solo salía las hazañas de Amaury, de Homero, de Amín, de Otto, de Caamaño, de Manolo, Fidel y el Che. ¡Yo creo que nadie ha admirado y querido tanto en este país a un héroe como a Manolo, como al 14 de junio como él! ¡Ambos eran su obsesión!
Era un admirador de la Revolución Cubana, una de las más hermosas del mundo, junto a la Revolución Haitiana y del 24 de abril del 65 Admiraba como Fidel, al Che, Camilo, etc. en Sierra Maestra, al oriente de Cuba, fusil en mano, derrotaron una dictadura tan cruel y maldita como la de Batista y enfrentaron al imperialismo.
Lo oí varias veces hacer anécdotas de las hazañas del generalísimo Máximo Gómez en Cuba. Lo conocía más de lo que yo pensaba. Lo admiraba y lo reverencia, para él era un ejemplo y un testimonio del patriotismo y del internacionalismo revolucionario dominicano como Gilbert en Nicaragua, con Sandino, el “General de Hombres Libres”.
Una vez me dijo que hubiera querido estar con Amaury y sus compañeros Los Palmeros en la cueva de la dignidad, sin importarle el final, para enfrentar a un ejército criminal, a un gobierno cómplice y a unos gringos indolentes. ¡Bacho toda su vida fue un antiimperialista consumado!
Recuerdo haberlo visto trajeado algunas veces. Era humilde, accesible, lejos de la arrogancia y la prepotencia, creía en la igualdad y una de sus banderas era el respeto por los demás. Su trinchera eran sus ideas revolucionarias, su estandarte era su ejemplo. Vivía como pensaba, pensaba como vivía. Su coherencia existencial era total.
Sentía orgullo por sus amigos revolucionarios, por el pueblo, por la vida, en su dignidad, en su ejemplo como revolucionarios, al mismo tiempo que era un ser humano excepcional. Por eso no fui a nada que se llamara funeral, no soportaba verlo inerte en una caja. Para mí está vivo, se fue a ser periodismo a una galaxia donde encontró a seres humanos como a Goyito García Castro y con Orlando Martínez y de una vez le preguntó por Manolo, por Caamaño, por Amaury, por Fidel y por el Che, Sé que antes pasó por las Manaclas a recoger flores y enterrar su fusil para el futuro. ¡A Bacho lo llevo en mi corazón, esperando toda la vida ser como él!