En su Manual de Vida, Epicteto, nos ofrece una perspectiva interesante acerca del origen de nuestra felicidad centrándola en nuestros juicios, impulsos y deseos; como buen estoico, nos hace ver, por lo contrario, que la mayor parte de la infelicidad que experimentamos proviene precisamente de nuestros errores de juicio acerca de las cosas y las personas, como la creencia de que tenemos el control de la realidad que acontece a nuestro alrededor.

De ninguna manera debemos interpretar que para el filósofo griego es posible tener el control de toda nuestra vida mental. Por el contrario, según él, nuestra mente es incontrolable pues no elegimos las sensaciones que experimentamos al entrar en contacto con las cosas, como tampoco nuestros recuerdos y mucho menos, nuestras reacciones emocionales ante las realidades que vivimos diariamente.

Para Epicteto solo controlamos o podemos controlar los juicios que hacemos de las cosas como de las personas, es decir, lo que pudiéramos pensar acerca de ellos y de los acontecimientos de la vida. Sin embargo, esto es de mucha importancia pues nuestros juicios terminarán determinando o condicionando nuestra manera de actuar, nuestros comportamientos. En cierto sentido, los acontecimientos de la vida son una realidad en sí mismos, a los cuales les atribuimos ciertos significados a partir de nuestras estructurales mentales y esquemas morales, los que determinarán, finalmente, la manera cómo nos comportaremos.

Cuando miramos esta realidad desde la perspectiva de la Psicología Ayurveda[1], cuya fuente de referencia son los Vedas, libros o textos sagrados dentro de la tradición y cultura hindú, en la propia persona reside el núcleo de su enfermedad y el centro mismo de su sanación, la conciencia; la conciencia es la noción que la persona tiene de sí misma, por tanto, lo que la propia persona es, de ahí que al mismo tiempo en la persona reside la cura de todo aquello que quiere sanar y trascender.

Quizás vale la pena señalar que Vedas significa conocimiento fundamental relacionado con la causa subyacente, la función y la respuesta personal a la existencia. Según se dice son las obras religiosas más antiguas de las que se tienen nociones, pues según se cree fueron aprehendidos por sabios que se encontraban en estados meditativos profundos en algún momento antes del 1500 a.C.

Hay cuatro principios fundamentales que le dan sentido a esta psicología, el primero, que la persona tiene que desaprender todo lo aprendido en materia de salud y curación; el segundo, que hay que desaprender al mismo tiempo, los hábitos que hemos forjado sobre nosotros mismos; el tercero, también que hay que desaprender sobre nuestra percepción de la realidad y cuarto, hay que ayudar a la mente a reinventarse, como al cuerpo reencarnarse.

Tal perspectiva es muy difícil poder asumirla desde la noción que tenemos de la llamada psicología científica, que desde otras presunciones ha sido construida desde que Wilhem Wund en 1879 estudió la conciencia haciendo uso de la introspección como método de análisis. Tal hecho, según los historiadores, hicieron de la psicología una ciencia.

En la vida cotidiana, los seres humanos vamos construyendo realidades, relatos, acerca de nosotros mismos, de los demás, de la realidad que vivimos, como la inter-relación entre estos mismos elementos. Dichos relatos se van reconstruyendo a lo largo de la vida y a partir de las experiencias vividas, se van generando determinados hábitos y predisposiciones a comprender la realidad y actuar ante ella. El terapeuta procura que los sujetos que acuden a su consulta construyan nuevos relatos de las situaciones vividas, esperando de esta manera, que puedan generarse nuevos comportamientos en ellas.

Cualquier experiencia de la conciencia, desde la más mundana hasta la más elevada, posee cierta coherencia y al mismo tiempo, un alto grado de intimidad, pues existe siempre desde un punto de vista personal, lo que la hace completamente subjetiva.

De esta manera, la mente no puede ser entendida como algo homogéneo -monolítica si se quiere- sino todo lo contrario, la conciencia se compone de miríadas de estados mentales extremadamente variados y a menudo intensos: desde los explícitamente cognitivos, como la memoria, la fe, el reconocimiento y la atención, hasta los estados explícitamente afectivos, como son todas nuestras emociones y sentimientos.

Hay categorías de estados mentales que operan, primordialmente, como factores causativos o condicionantes que nos motivan a la acción, como son la voluntad, la resolución como decisión, pero también emocionales como son el deseo, el amor, el miedo, la ira, etc.

En la psicología dialéctica se habla del carácter regulador de la conciencia, identificando dos procesos totalmente diferentes que, aunque muy estrechamente vinculados, no terminan siendo una unidad. Estos son: el carácter regulador inductor de la conciencia, que es lo que proporciona el porqué y el para qué del comportamiento, incluyendo todos aquellos aspectos que incentivan, impulsan, dirigen y orientan la actuación de la persona, como son sus necesidades, motivos, emociones, sentimientos, etc.; y el carácter regulador ejecutor de la conciencia, que nos proporciona el cómo de la actuación, incluyendo todas aquellas cuestiones que posibilitan, hacen posible tomar en consideración las condiciones en que transcurre la actuación del individuo, lo que incluye las sensaciones, percepciones, pensamientos, etc.

Volviendo de nuevo a la psicología ayurveda, la conciencia tiene un rol primordial en la determinación del curso del bienestar, la felicidad y el sufrimiento humanos. Es decir, la enfermedad y la sanación, como opuestos dialécticos, nos ofrecen el camino para la vida plena o el sufrimiento. Acerca de estos temas quedan aún pendientes diversos asuntos sobre los cuales reflexionar.

[1] Garayerveda (2012). Psicología Hindú. Kindle Edition.