“La democracia lleva en su seno, contiene la dinámica de la evolución y en su esencia estructural, expresa el peso y contrapeso, a través de límites, regulación y control. Lo contrario es barbarie, despotismo y autoritarismo”. (Pedro Escobar)
La reflexividad nos conduce a que el objetivo nodal de una sociedad ha de ser cobijarse bajo el paragua de la calidad de la democracia. La calidad de la democracia, su acierto, logra su validez y validación al encontrarse que responde, en gran medida, a la satisfacción cada vez más de las necesidades de su población. La calidad de la democracia se expresa en indicadores sociales, económicos, políticos y coyunturales.
Emerge una simbiosis entre la calidad de la democracia y lo electoral. Vale decir, todo el campo de lo electoral, del calendario electoral, del proceso electoral, es un fiel reflejo de la calidad de la democracia como un todo. Lo electoral es un mero campo refractario de un todo. Levine y Molina entienden la calidad democrática “como la medida en que los ciudadanos participan informadamente en procesos de votación libres, imparciales y frecuentes, influyen en la toma de decisiones políticas, y exigen rendición de cuentas a los gobernantes, y por la medida en que las autoridades elegidas por la población son quienes efectivamente toman las decisiones y lo hacen respondiendo a la voluntad popular”.
Una buena democracia, que constituye el corolario, el axioma de la calidad de la democracia, permea toda la estructura institucional que ha de dar cuerpo, contenido a la misma para que esta como régimen, como valor, deje de ser un ente abstracto que acuse una percepción de subjetividad bloqueada en cada individuo. El compromiso y responsabilidad con la calidad de la democracia es visualizar sus tres componentes:
- Como resultado, que es el grado de legitimidad.
- Como contenido, que es la libertad e igualdad.
- Procedimientos, que se validan en el marco de las instituciones.
Existe, por así decirlo, un claro abismo entre la calidad de la democracia con sus dimensiones de decisión electoral y participación, con la fuerte fragilidad que se da en nuestro país, entre confianza, actores políticos y resultados. Se da un peso muy grande entre libertad, transparencia, equidad y competencia. Esto indica un espejo difuminado y opaco en cuanto a las decisiones. En la sociedad dominicana para una efectiva democracia electoral deben tomarse en cuenta: capacidad administrativa, rendición de cuentas electoral, información de los actores que concurren en el calendario electoral y el órgano llamado a llevar a cabo la contienda y el proceso electoral. Esto se concita por la debilidad de las instituciones, la crisis de representación (Poder Legislativo).
El compromiso y responsabilidad de los actores políticos, es decir, la ética, tiene que ver enormemente con la integridad electoral en el calendario o proceso electoral. La integridad política es el grado en como los actores políticos toman decisiones, que relacionan su comportamiento y el marco facultativo, normativo, establecido. Dicho de otra manera, como asumen las reglas, las normas, tomando acciones y decisiones que operan en la legalidad y legitimidad. La integridad política “es la capacidad de obrar con rectitud y limpieza, donde cada acto, en cada momento se alinea con la honestidad, la franqueza y la justicia”. La base de la integridad política es la confianza y en ese importante valor social, estamos en un alto cuestionamiento.
La integridad política genera un loable capital reputacional. La reputación tiene como elemento crucial y cimiento la combinación, la coherencia entre lo que se dice, piensa y hace. La cultura de la integridad no se desarrolla positivamente por lo que se dice, sino por lo que se hace de manera cotidiana. Como decía Benjamín Franklin “solo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y reconocer sus errores”. ¿Por qué no sabemos diferenciar en la práctica una pre campaña y una campaña electoral cuando las normas establecidas (Ley 33-18 y 20-23 de Partidos políticos y Régimen Electoral) las tipifican y categorizan taxativamente?
Porque los actores políticos se siguen manejando en la vieja política, en la búsqueda de las ventajas particulares y personales, en prolongar en el tiempo el abismo entre las normas creadas por ellos mismos y la añeja cultura política de la imposición, del chantaje, de la manipulación, de la posverdad y de creerse que el consenso es la búsqueda de soluciones fácticas que satisfagan su interés, más allá de los mecanismos institucionales. El comportamiento oculto al ojo público es difícil de medir según Transparencia Internacional, que en 2021 elaboró un Diseño de Indicadores de Riesgo de Integridad Política construido en 11 pasos. Para Transparencia Internacional la Integridad política significa “ejercer el poder consistentemente con el bien común, no para los intereses, la posición o la riqueza de quien lo detenta”.
En República Dominicana parte de los actores políticos tratan de confundir al no diferenciar actividad política y campaña del proceso electoral, generando un ruido que, en gran medida, propicia un clima de desconfianza frente al órgano electoral. El proceso electoral lleva en si todo lo atinente al calendario electoral con sus plazos legales establecidos y discutidos con los partidos políticos. Todo lo relacionado con los partidos políticos, que conlleva y conducen al proceso electoral, parecería cuasi una “guerra de baja intensidad” con la Junta. Muchas de las organizaciones partidarias no entienden lo que se denominan “ventajas comparativas” que puede ser fruto y expresión de una coyuntura determinada, empero, no un ejercicio en detrimento de la equidad.
Una ventaja comparativa, coyuntural, atendiendo a un contexto determinado, trae consigo ventajas y desventajas. Verbigracia: Supongamos que Joe Biden sea candidato, que se repostule, el solo hecho de ser presidente vigente, le concede cierta ventaja, sin embargo, también desventajas: El paquete contiene lo bueno y lo malo del producto final. Donald Trump era presidente, se repostuló, no obstante, no alcanzó a reelegirse y, sin embargo, la visibilidad mediática, todos los días, que le concedía el cargo, no fue suficiente.
Los actores políticos han de tener un compromiso o una responsabilidad meridiana a lo largo de todo el proceso electoral, del calendario que sustentan las pre campañas y la campaña electoral. Tiene que desarrollar la cultura del acatamiento de las reglas e internalizar las pautas normativas, que son las que en esencia propician el clima de armonía y de la verdadera competencia. Los partidos políticos no pueden seguir actuando como niños malcriados que desarrollaron una socialización del grito y el llanto para obtener siempre algo. De hablar alto y crear ruido para que les concedan algo, no importa el “bajadero”, no mirando las consecuencias de la cultura del “atajo” para lograr sus objetivos aún sea por la pendiente que crea la crisis de la gobernanza y la gobernabilidad.
El compromiso y responsabilidad en el proceso electoral pasa, necesariamente, porque los actores políticos comprendan la importancia en una democracia der asumir, de manera diáfana y nítida:
- La democracia interna en los partidos políticos.
- La representación política de las mujeres (40-60. 60-40. 50-50).
- La representación de la juventud en la participación.
- Que, en las elecciones plurinominales, nominación de las mujeres, no es general, sino por circunscripciones.
- Que los partidos políticos deben contribuir con la Junta Central Electoral para la fiscalización de los gastos de los partidos y toda la problemática del financiamiento.
- Que el tomar dinero de todos lados, incluso de países extranjeros, degrada y deteriora la democracia a mediano y largo plazo, incluyendo dinero del crimen organizado.
- Los partidos políticos tienen que dejar atrás el utilizar las encuestas como herramientas de “propaganda” electoral, propiciando “estudios de opinión” que ni ellos mismos se lo creen.
- Deben de asumir una comprensión cabal del voto en el extranjero, independientemente si le favorece o no. En el 2020 había partidos que no querían elecciones de la diáspora dominicana porque estaban en una amplia desventaja.
- Una campaña electoral debe ser un esfuerzo por marcar propuestas, la visión que se tiene frente a los problemas y oportunidades que hoy existen en la sociedad. No pueden seguir con el cinismo y la mentira. En la nueva política es mejor callar cuando no tenemos nada que decir o cuando opinamos sin tener la información efectiva. Solo por vanidad y apariencia, querer estar en los medios permanentemente. Por ejemplo, el incidente del sábado 16 en el Metro. Algunos políticos dijeron que fue una consecuencia de que era por tener empleados nuevos. La Oficina de Reordenamiento del Transporte (OPRET) dictaminó que fue una violación de los protocolos por parte de un empleado, contratado desde el 2012.
- Los partidos tienen que adecentarse, generar un mayor compromiso y responsabilidad en el proceso electoral para evitar los delitos y crímenes electorales. Lamentablemente, tenemos una estructura (Procuraduría Especializada en Delitos y Crímenes Electorales) para perseguir los desafueros de los actores políticos al desarrollar la cultura de la desviación, como fuente del tigueraje político. No negamos, todavía, la importancia de los partidos políticos. Es más, suscribimos que ellos son elementos esenciales de la democracia representativa.
- Asumir, como una disrupción con el pasado, con el viejo paradigma, la necesidad de los debates presidenciales. Hay una gran oportunidad para el 2024. Los debates son el espacio del género político más auténtico. Los actores actúan sin intermediación ni el marketing político ni la publicidad.
Sin embargo, se precisa de un Código Ético o Código de Conducta en el ámbito electoral, en donde ellos asuman en su praxis política lo que Max Weber denominaba “La ética de la convicción y la ética de la responsabilidad”. Nos recreaba ese eminente sociólogo “Solo hay dos pecados mortales en el campo de la política: la carencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad que no siempre, pero sí muy a menudo, coincide con aquel…”.