Llegar a la presidencia de un país es siempre dificilísimo, más aún para una mujer. Claudia Sheinbaum fue electa presidenta de México el pasado 2 de junio, y el 1 de octubre asumirá el cargo. Como ella misma dijo, no llegó sola, llegó con una historia de esfuerzos de muchas mujeres y de un activismo social y político que la llevó a ocupar importantes posiciones públicas en su país. Desde la presidencia le tocará demostrar con hechos sus convicciones y compromisos.

Ha sido electa con una amplísima ventaja de votos (cerca del 60%) y una cómoda mayoría legislativa. Un espaldarazo del electorado mexicano en sus distintos segmentos de clase social, género, región y edad al Partido Regeneración Nacional (MORENA) y al Gobierno de su líder, Manuel Andrés López Obrador.

Desde su triunfo en el 2018, MORENA ha desplazado a los dos grandes partidos que estructuraron la política mexicana del último siglo: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN). También al Partido de la Revolución Democrática (PRD) que surgió de una división del PRI, y donde López Obrador participó antes de fundar MORENA.

Frente a una crisis de liderazgos y propuestas, el PRI, el PAN y el PRD (antiguos contrincantes) llevaron una candidatura presidencial conjunta, a Xochitl Gálvez. Juntos solo alcanzaron alrededor del 30% de los votos, lo que muestra el declive electoral de esos otrora fuertes partidos.

Sin duda, el liderazgo carismático-populista de López Obrador ha sido fundamental en el ascenso de MORENA y en la capacidad de desplazar las fuerzas políticas tradicionales de México. Sus mañaneras, o conferencias de prensa matutinas, han dado a López Obrador la oportunidad de comunicación constante con el pueblo, que, junto a los programas de asistencia social y el relativo bienestar económico y laboral dan cuenta del triunfo.

Uno de los principales desafíos de Sheinbaum será demostrar si MORENA logra mantener su hegemonía política sin López Obrador a la cabeza, y con su estilo de liderazgo más sosegado y tecnocrático. Su experiencia en las luchas sociales y política la avalan para gestar compromisos, y su formación científica y labor académica la habilitan para sustentar las políticas públicas en datos, como ella ha expresado. Y los inmensos desafíos están ahí, comenzando por la violencia.

Un Gobierno sólido de orientación progresista en México será de gran importancia para América Latina en este momento que la región atraviesa por una etapa de gobiernos democráticos débiles o autocracias impenetrables.

Entre las economías más grandes de América Latina, el liderazgo regional de Lula es importante, pero limitado porque va en edad de retirada. Gabriel Boric y Gustavo Petro encabezan gobiernos precarios en Chile y Colombia, y Argentina ensaya con un populismo de ultraderecha incapaz de generar acuerdos regionales.

En este contexto se abre la oportunidad para que México reasuma el rol de pivote regional que tuvo en la época de gloria del PRI.

Un liderazgo reflexivo y cooperativo de Claudia Sheinbaum podría convertirla en una presidenta de trascendencia no solo para México, sino también para toda la región.