Nací en la parte más antigua de la ciudad de Santo Domingo. La llamada “ciudad ovandina”. En la calle Arzobispo Meriño. Entre las calles Luperón y Mercedes. Según nos han enseñado desde niños, “la primera ciudad de América”. Aunque Cusco, Teotihuacán, Tenochtitlan, Machu Pichu, Chichen Itzá o Mayapán existían desde hacia muchos años antes. La capital del imperio azteca, Tenochtitlan tenia 230.000 habitantes, superando a Constantinopla (200.000), a París (180.000), Venecia (130.000) o Sevilla (60.000) a inicios de siglo XVI.

 

Pasé mi niñez jugando en el Parque Colón, viendo los dobletes del Cine Capitolio, jugando en las ruinas de San Nicolás de Bari y comiendo sándwich de pollo y “Ice Cream Soda” de refresco rojo en Los Imperiales. Nunca escuché a mis padres o abuelos, tíos, primos, amigos o relacionados, llamarle a la antigua ciudad de Santo Domingo “Ciudad Colonial”. ¿De dónde, por tanto, salió este apelativo que hace de “lo colonial” algo de que sentirse orgulloso? ¿Quién se inventó ese cambio de nombre ideologizado? Después de la revolución de 1965, mi familia se mudó a Gascue, donde pasé mi adolescencia. Todos los comercios y tiendas importantes estaban en la calle El Conde. Mi hermana mayor iba a “condear”, a pasear con amigas por la principal arteria comercial de la ciudad. Mi madre cuando salía de compras de Gascue al Conde, decía “voy para la ciudad”. Es cierto que el crecimiento de Santo Domingo/Distrito Nacional a partir de los años 1960 fue muy acelerada. En el censo de 1960 la capital tenía 300.000 habitantes; en el 1970 se había duplicado a 600.000; once años después en el censo de 1981 llegó al millón de habitantes y la progresión posterior fue geométrica. En la actual estimación el Gran Santo Domingo, que abarca varios municipios, concentra más de 4.000.000 millones de habitantes.

 

Una vez instalado el gobierno de Joaquín Balaguer en 1966, se inició toda una política de restaurar monumentos históricos e iglesias, casas y parques de la Antigua Ciudad de Santo Domingo. Una idea de la “Ciudad Primada” comenzó propagarse. Una suerte de propaganda ideológica basada en el más abierto hispanismo católico y en el rechazo implícito a las demás influencias culturales, no solo francesa, sino africana y taina. Todo contenido en la obra del mismo Balaguer “Guía emocional de la ciudad romántica”. El cenit de esa política se alcanzó en 1992 con la construcción del Faro a Colón, en la Santo Domingo Este, a un costo de más de 70 millones de dólares.

 

Fueron intervenidas las ruinas de varios monumentos. Las del Convento de San Francisco, las del antiguo hospicio de San Nicolás de Bari, la Catedral de Santo Domingo, la Iglesia de las Mercedes, el conjunto de la Fortaleza Ozama y la llamada “Torre del Homenaje”, hoy conocida como La Fortaleza, el Palacio de los Capitanes Generales, la Casa de Bastidas y muchas otras edificaciones más. Hasta la guerra de abril, esa fortaleza era la sede de una de las divisiones de la Policía más temidas y odiadas: los cascos blancos, antimotines, encargados de reprimir las manifestaciones constantes contra el gobierno del Triunvirato. La Fortaleza Ozama, sede de los Cascos Blancos, fue asaltada por los combatientes constitucionalistas en un batalla de varios días, hasta que tomaron su control.

 

Es indudable que la restauración y revalorización de los monumentos del Casco Histórico de la Antigua Santo Domingo fue y es una empresa enorme. Con un importante impacto en el turismo cultural. El Palacio del Correo, construcción modernista de la era trujillista, fue demolido para dar paso a la hoy denominada Plaza España. Una vez recuperada la Fortaleza Ozama se realizó un trabajo minucioso de puesta en valor de la Torre y del antiguo recinto militar. Sin embargo es llamativo que los barracones para soldados de la Fortaleza, construcción histórica hecha por los haitianos a partir de 1822 fue totalmente demolida. ¿Coincidencia o acción deliberada? La única construcción realizada por los haitianos entre 1822 y 1844 y conservada hasta nuestros días fue el llamado Palacio de Borgellá, que durante todo el siglo XIX y parte del XX, hasta 1947, fue la sede de la Presidencia de la República. El Palacio de Borgellá fue restaurado y entregado como sede de la Escuela de Bellas Artes, pero posteriormente fue regalado al Arzobispado de Santo Domingo, incluyendo la construcción lateral que alojaba el Congreso de República. Hoy ambas edificaciones están cerradas y no hay acceso al público aunque se supone que son museos abiertos al  público.

 

La elección del nombre transformado del Casco Histórico de Santo Domingo o Antigua Santo Domingo, proviene de la romantización de la hispanidad contenida en un libro del ex presidente Joaquín Balaguer “Guía emocional de la ciudad romántica” como ya mencionamos. Es una obra de puro enaltecimiento de lo hispánico y el carácter supuestamente español de la cultura y el pueblo dominicanos, sin considerar las influencias africanas, tainas o francesas, por mencionar las más importantes. Es claro que durante este periodo, que se restauraron muchas edificaciones, se hicieron museos hasta uno de la “Familia Dominicana” (¿?), de la Real Audiencia de Santo Domingo/Palacio de los Capitanes Generales, la llamada Casa de Francia que fue residencia de Hernán Cortés, el Colegio de Gorgón que ahora es Centro Cultural de España y muchos más. Sin embargo nunca se ocurrió reservar un espacio para poner en valor la herencia africana del pueblo dominicano u otro de la cultura y herencia taina en el Casco Histórico. En el llamado “Museo del Hombre Dominicano” –parece que la Mujer Dominicana no está incluida- se convirtió en un almacén de piezas arqueológicas prehispánicas y nada a la herencia africana, con excepción de una estatua de Lembá en su exterior. Ese Museo del “Hombre” Dominicano, que debería ser rebautizado como Museo Dominicano de Antropología, como sucede en muchos países hispanoamericanos, particularmente el insuperable Museo de Antropología de Ciudad de México, ha estado cerrado por años y la política cultural lo ha dejado en el abandono….como el Museo de Historia y Geografía o la Cinemateca Nacional, al igual que el Museo de Historia Natural. Prioridades culturales que reflejan prioridades ideológicas.

Lo “Colonial” no tiene nada para ser reivindicado. Sin lugar a equivoco somos el único país en América Latina que considera como una aspecto positivo “lo colonial” o la “historia colonial”. La colonización es la historia del saqueo y el genocidio de nuestros pueblos originarios. Como lo fue de África, Medio Oriente, Asia y Oceanía. La historia de la esclavitud y la destrucción de la cultura taina originaria anterior a 1492. Por tanto, considero que en lugar de “Ciudad Colonial o Zona Colonial” la parte antigua de Santo Domingo, el Santo Domingo original, debe ser llamado Casco Histórico o Santo Domingo Antiguo. En nuestro entorno están el Viejo San Juan, La Habana Vieja, Antigua en Guatemala y la Cartagena Histórica, por citar los más conocidos. Terminar con la colonización de nuestras mentes y asumir la dominicanidad como una mezcla sincrética de orígenes culturales, raciales y religiosos implica por tanto descolonizar primero nuestras mentes. Peor aún, el pasado 12 de octubre, un grupo de activistas culturales trataron de montar una obra teatral “decolonial”. Rebautizaron el Parque Colón como Parque Anacaona….pero fueron agredidas cobardemente por un grupo de neofascistas paramilitares, con el amparo de la policía allí presente.