“…: la desigualdad es ante todo una construcción social, histórica y política. En otras palabras, para un mismo nivel de desarrollo económico o tecnológico, existen siempre múltiples formas de organizar un régimen de propiedad o un régimen de fronteras, un sistema social y político, un régimen fiscal y educativo”. (Thomas Piketty: Breve Historia de la Igualdad).

La desigualdad está permeada por la asimetría del poder y por la poca visión de la clase dominante con los sectores subalternos. La pérfida y oprobiosa desigualdad es el corolario de una estructura económica y social, totalmente desequilibrada en las relaciones de poder. La determinación aviesa de la desigualdad viene dada en cada salto de la historia en quienes son los ganadores de las decisiones y acciones, que tienen que ver con la repartición, distribución de la riqueza.

¿Quiénes ganan y en qué proporción cada acumulación: riquezas, conocimientos, propiedad? La desigualdad es la ausencia de lucha y transformación. Es la validación del statu quo. La desigualdad es la puesta en escena permanente del “don divino” de la naturaleza, en su oblicua malignidad de la exclusión y del nefando inicuo del ser humano como protagonista del planeta tierra.

La desigualdad es la expresión viva, in situ, del compromiso de las elites con la injusticia social, que se dibuja en el relato de la democracia electoral, de la igualdad jurídica, de la educación, de la salud, de la fiscalidad progresiva y/o regresiva. Ellas, en acción y determinación, nos dicen el hilo conductor del tipo de sociedad en que habitamos. El grado de compromiso cierto, colectivo, societal, está determinado por los niveles en que se cimentan los pactos sociales, políticos, jurídicos e institucionales en cada tramo del desarrollo de las fuerzas productivas. ¿Cómo se fragua el equilibrio precario, inestable, de largo alcance? ¿Cuáles son los niveles de fracturas en ciernes y cómo se tejen los hilos de acuerdos desde una perspectiva más armónica?

La desigualdad se acumula y se teje no importa el éxito económico del crecimiento. Por ejemplo, en el interregno del 2014 al 2020 constituyó el lapso donde más disminuyó la pobreza monetaria: 39 a 21. En 7 años disminuyó 72.41%. Sin embargo, la desigualdad creció según el Coeficiente de Gini, encontrándose para 2019 en 0.439. ¿Qué pasó? Lo primero fue que, en diciembre del 2012, el PLD volvió a ejecutar una Reforma Tributaria que no cumplió ningún objetivo que no fuera momentáneo, al aumentar un 1% la presión tributaria buscando más ingresos, empero, no neutralizaría ni mitigaría el peso galopante del endeudamiento. El Coeficiente de Gini en el 2012 era de 0.487; 2018 de 0.439; 2020 de0.396, y en el 2022 disminuyó 37 puntos.

Esa reforma del 2012, al igual que las anteriores, fue destrozando a los sectores más pobres, vulnerables y de clase media de la sociedad dominicana. El ITBIS se llevó del 12 al 16 y de 16 al 18. La fiscalidad más regresiva que se haya conocido en la historia económica del país en la época moderna. Incluso con la sombrilla de la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo como soporte, como ley, la desconocieron en los mejores momentos del ambiente económico nacional e internacional que se haya tenido en los últimos 24 años.

Profesionales de la política que pudieron negociar con cierta autonomía desde la esfera política una sociedad con menos desigualdad, con menos signos degradantes y despreciables para el cuerpo social de la formación social dominicana. Una pequeña burguesía en el poder político se transformó vía la acumulación originaria de capital, en una burguesía burocrática que exaccionaría más a los sectores menos favorecidos que los grupos de intereses del capital.

Esto quiere decir que las ideológicas están ahí, las creencias están ahí, las visiones se encuentran por doquier. Ellas se esconden, no obstante, se expresan en cada realidad concreta, en cada especificidad de los hechos y fenómenos que tienen que ver con la vida humana: a quien le quito, a quien le da más, como invierte en salud, en la calidad de la educación, si estamos frente a una sociedad más democrática, menos desigual, más solidaria, más inclusiva, más tolerante, más en la búsqueda de la comprensión de la diversidad.

En la sociedad dominicana no estamos asistiendo a una redefinición de los equilibrios de poder, no existe una fragmentación ni mucho menos fractura en el bloque del poder. Sin embargo, es obvio que aun cuando no existen fuerzas políticas alternativas con articulaciones viables para causar franjas en los actores estratégicos del poder, la sociedad es otra como conjunto, no como opciones, por el momento. Las mediaciones, más allá de la instrumentalización clientelar, están bloqueadas. ¡Caminan de manera subterránea, subrepticia, sumergida, anidando todo un proceso de incubación!

Una sociedad más conservadora, empero, contestataria en su esencia, propiciadora de mutaciones que dilatan, sin embargo, trastocan, a veces subliminalmente y otro tanto, volcánicamente. Los ejemplos saltan en los últimos 40 años: 1978, 1990, 1994, 2000, 2020 y 2024. ¿Cómo se expresa la desigualdad en la sociedad dominicana de manera cuasi gráfica en el que nos damos cuenta y nos rasgamos las vestiduras cuando vienen los huracanes, las grandes lluvias?

Según ENHOGAR 2021:

  • Solo el 53.6% de los hogares del país recibe agua para uso doméstico dentro de la vivienda. Esto es, 46.4% no tiene agua en su casa.
  • El 28.1% de los hogares recibe menos de 5 horas por día de servicio de agua potable a la semana y en la Región Yuma este porcentaje asciende a 53.6%.
  • Mirando los datos del PNUD, del 22% de niñas y adolescentes embarazadas, el 98.5% es pobre y vulnerable y el 95%, no terminó la educación básica.
  • De cada 100 niños que ingresa a la escuela, solo 50% llega al bachillerato en los estratos más bajos del escalón de la pirámide social. En cambio, en los sectores más pudientes, estos alcanzas alrededor del 93%. A nivel del bachillerato, la deserción en los niveles pobres es: Mujeres terminan el 67%, los hombres solo un 47%. En los de la pirámide de mayores ingresos el 92% termina los 12 años.
  • La Esperanza de vida en República Dominicana es de 74 años promedio, 73 los hombres y 76 las mujeres. Auscultamos, nos damos cuenta de que en los pobres es de 63-65 años. En los de mayores ingresos es de 76-78 años.
  • En los niños que nacen en cunas de pobres, la Mortalidad antes de un año es de 18/1000. En los niños de cunas de ricos es de 1/1000.
  • La Mortalidad Neonatal en los niños de la pirámide más ancha del edificio social, es de 16/1000. En los que están en la punta más alta de la pirámide alcanza una mortalidad neonatal de 1.3/1000.
  • La Mortalidad materna es de 109/100,000 mujeres. Sin embargo, en las mujeres pobres y vulnerables esta alcanza 103/100,000. En los estratos más altos de la jerarquía económica y social es de 6/100,000.
  • La media de año de escolarización entre las estratificaciones sociales es abismal. En los pobres y vulnerables: 7 años. En los de mayores ingresos: 11.
  • Los niveles de participación universitaria se encuentran: en los sectores menos favorecidos por esta pésima construcción social y económica se sitúa en: 23%, en los más altos es de 52%. En nuestro país, la matrícula universitaria es un 4.5% del universo total. De los adultos, esto es, con más de 17 años, tenemos 7%.
  • En el Observatorio económico, social y ambiental del Ministerio de Economía, del 2022 nos dijeron que la pobreza promedio general era de 23, en cambio, el promedio en las siete provincias más pobres era de 42%, expresada así:
  • a Elías Piña: 64.56%.
  • b Independencia: 62.27%.
  • c Pedernales: 52.56%.
  • d Bahoruco: 51.86%.
  • e Dajabón: 38.91%.
  • f Montecristi: 37.73%.
  • g Santiago Rodríguez: 31.04%.
  • La Tasa de Alfabetización en esas provincias es de un 87%, y el promedio del país es de 94%. 60% usa letrina y solo un 30% tiene agua en su vivienda. ¡Todavía más de un 30% usa carbón!

Estos datos, a lo largo de los últimos 28 años, son los que han venido erosionando, lacerando, orillando la democracia dominicana como en otros países. La Región de América Latina y el Caribe representa un 8% de la población mundial, sin embargo, tiene el 36% de los homicidios que ocurren en el mundo. Los homicidios se cuadruplican con respecto al tamaño de la población. Ello es producto de LA DESIGUALDAD. Porque la desigualdad conlleva en sí misma violencia, porque es la construcción social más excluyente, más innoble, oprobiosa y cruel.

Vivimos en una sociedad con una organización social muy jerarquizada y desigualitaria, con una singularidad y especificidad en la distribución real de la riqueza muy asimétrica; mirándola en una perspectiva multidimensional: educación, salud, la alimentación, la vivienda, el transporte, el acceso al agua, el ocio, la cultura. Por ello, no existe desarrollo sostenible si no se miden las desigualdades.

Nuestro país no pudo alcanzar ninguno de los objetivos del MILENIO: 2000-2015. Ahora, vamos muy rezagados con los Objetivos del Desarrollo Sostenible: 2015-2030. Son 17 Objetivos: 1) Fin de la pobreza, 2) Hambre cero, 3) Salud y bienestar, 4) Educación de calidad, 5) Igualdad de Género, 6) Agua limpia y saneamiento, 7) Energía asequible y no contaminada, 8) Trabajo decente y crecimiento económico, 9) Industria, innovación e Infraestructura, 10) Reducción de las desigualdades, 11) Ciudades y comunidades sostenibles, 12) Producción y consumo responsable, 13) Acción por el clima, 14) Vida submarina, 15) Vida de ecosistemas terrestres, 16) Paz, justicia e instituciones sólidas; y, 17) Alianzas para lograr los objetivos.

La falta de concreción con lo que firmamos nos lleva a esta erosión y recesión de la democracia, donde merced a la alta desigualdad, se verifica un poder sin balances, auscultada en la crisis de gobernanza (deficiencias y carencias de los servicios públicos). Tenemos que abocarnos, como sociedad, a disminuir la pobreza, la desigualdad, no contentarnos con ver y verificar la humillante y abyecta inequidad social. Como nos decía Isidoro Cheresky en su libro “El rostro de la democracia”, citamos “… la democracia sería a la vez voluntad popular en expansión y Estado de derecho garante, pero también, regulador de esa voluntad. La democracia, no es tan solo un régimen de gobierno que asegura la representación sustentada en el voto ciudadano y la competencia política, sino, además, una forma de sociedad”.

Hace más de 12 años Abhijit V. Banerje y Esther Duflo en su libro Repensar la Pobreza, escribieron “… Si los pobres aparecen de algún modo, suele ser como los personajes de alguna anécdota edificante o de algún episodio trágico, como alguien a quien admirar o por quien sentir pena, pero no como una fuente de conocimiento ni como personas a quienes se deba consultar lo que piensan, lo que desean o lo que hacen”. Tanto tiempo después es lo que se sigue haciendo en nuestra sociedad. Instrumentalizando a los pobres, no como sujetos de derechos, ni como ciudadanos.

Como nos dice Joseph E. Stiglitz en su libro La Gran Brecha “Una economía que funcione bien necesita el equilibrio entre los sectores público y privado, con inversiones públicas esenciales y un sistema de protección social debidamente financiado. Para todo ello son necesarios los impuestos. Un sistema tributario bien pensando no se limita a recaudar dinero, sino que puede ayudar a mejorar la eficiencia económica y reducir las desigualdades”.