El cine es el arte del siglo XX. Nace con el siglo y continúa por nuevos caminos en el siglo XXI. Cine mundo, cine hablado, cine como arma de guerra, cine a color, cine histórico, cine romántico, cine de ciencia ficción…en fin, cuántas formas podemos pensar, hay un cine para ello. Gran industria de cientos de miles de millones de dólares, sin lugar a dudas, el cine hollywoodiense y sus grandes producciones están en el centro de una industria clave. Clave por el capital y ganancias que mueve, y clave por soft power que lleva a todo el mundo la idea de sociedad de los Estados Unidos como meta. Claro, no sólo existe el gran cine norteamericano de Hollywood, sino que también hay otras formas y modalidades de cine.
El llamado cine de Bollywood, el gran cine de la India que se produce fundamentalmente en la ciudad de Bombay, que incluye grandes producciones en varios idiomas indios y extranjeros. Más aún, Bollywood tiene una gran penetración en países de la región de Asia-Pacifico y Asia Central y hasta en el mundo árabe. Sus grandes producciones son esperadas en toda esa parte del mundo, aunque en países de occidente se considera intrascendente e inferior al cine occidental norteamericano y europeo. También existió una gran industria del cine latinoamericano hasta los años 70/80, que colmaba las salas de cine de México y el cine de Argentina, y de muchos países de habla española en toda América.
La imbricación del cine con la historia es fundamental. Para los proyectos políticos diversos, sean bolcheviques, de propaganda capitalista, o nazi-fascistas. De hecho, uno de los primeros desarrollos del cine a principios de siglo XX tuvo lugar en la Rusia revolucionaria, y luego en la Unión Soviética. Serguei Mijálovich Eizensthéin, uno de los más destacados del cine ruso/soviético, desarrolló un cine revolucionario e innovador, no solamente en las temáticas sino incluso en las técnicas. Además de El acorazado Potemkin (en ruso Bronenósets Potiomkin, del año 1925), hizo grandes producciones como Iván el terrible de 1944; Alejandro Nevsky de 1938; La huelga de 1925; Octubre de 1927; ¡Que viva México! de 1933 y el Diario de Glúmov de 1923 entre otros. Pero el cine también tiene producciones abiertamente racistas y reaccionarias, como “El nacimiento de una nación” de 1915 del realizador D.W. Griffith, que glorifica el bando sureño en la guerra civil norteamericana, el racismo contra los afroamericanos y el Ku Kux Klan y que fue estrenada en la misma Casa Blanca con la asistencia entusiasta del presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, su familia y su gabinete en pleno. Después de casi un millón de muertos en la guerra civil de 1861 hasta 1865, y que implicó la ocupación militar (Reconstrucción) de los estados del Sur y su sometimiento por mas de 12 años a un régimen para imponer “manu militari” la igualdad y los derechos de los afroamericanos, incluyendo el voto y el derecho a ser elegidos, la segregación y la discriminación regresaron a EEUU hasta la ley de derechos civiles de 1964. ¿Cómo entre 1872, fin de la época llamada de la Reconstrucción poco más de 40 años después el KKK y el film más racista de la historia era exhibido y glorificado en la Casa Blanca? Materia para otro artículo.
El cine en nuestro país es de muy reciente desarrollo. Las primeras películas filmadas y realizadas por dominicanas/dominicanos fueron en los años 1970/1980 a pesar que la primera proyección de un film mudo, realizado en Puerto Plata en 1900, fue seguida de cortos y pequeñas producciones realizadas por pioneros en el país. Después de la caída de la dictadura de Trujillo comenzó un camino que ha ido en crecimiento. Documentales políticos, religiosos y de folklore comenzaron su desarrollo. Durante esa transición del pensamiento artístico y cinematográfico dominicano, muchos se adentraron en la gran pantalla con realizaciones de más o menor impacto. Realizadores como Winston Vargas, Pericles Mejía, Camilo Carrau, Claudio Chea, Peyi Guzmán, Max Pou, Agliberto Meléndez –fundador además de la Cinemateca Nacional- José Bujosa Mieses, Onofre de la Rosa, Tuto Báez, Eugenio Fontana, Hugo Mateo y el precursor Pupito Sánchez, entre otros iniciaron el duro y difícil camino de la producción cinematográfica sin apoyo empresarial, ni incentivos, incluso con la persecución en algunos casos del régimen que siguió la revolución constitucionalista de abril de 1965.
No es hasta 1963 que el dramaturgo dominicano Franklin Domínguez lanza su largometraje “La silla” donde denuncia los horrores de la dictadura trujillista. Agliberto Meléndez realiza en 1988 “Un pasaje de ida”. Basada en la amarga realidad de la migración indocumentada por todo medio posible, narra el horror de ahogamiento de 22 dominicanos en el barco mercante Regina Express, film que resultó ganador de varios premios internacionales, incluyendo el Festival de Huelva (España) y el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, Cuba. Ahora bien, el cine de documentación histórica puede considerarse una excepción, con materiales escasos o desaparecidos en muchos casos, como el archivo gráfico de Radio Televisión Dominicana (RTVD) en el cual tiene un espacio fundamental. René Fortunato, muy conocido por sus trabajos como “Abril: La trinchera del honor”; “La violencia del poder”; “Bosch; Presidente en la frontera imperial”; “La herencia del tirano” y la trilogía “Trujillo: el poder del jefe”, entre los más destacados sobresalen.
El pasado 16 de febrero no hizo su última entrega. “Caamaño: de militar a guerrillero”, en el que hace un recuento de la vida del Coronel/Presidente de la República, Francisco Alberto Caamaño Deñó, desde su salida del país en 1966 hasta su regreso en una expedición guerrillera a inicios de febrero de 1973. Es un documental objetivo y que los dominicanos deberíamos de ver y rever para entender la historia de estos últimos 50 años. Cómo se pasó de una férrea y corrupta dictadura de 1930 a 1961, con un interregno de 1962 a 1965 en el cual fue electo el primer presidente demócrata de siglo XX, aprobada la constitución más progresista de la historia en 1963, derrocado el gobierno democrático en 1963, sustituido por una camarilla cívico-militar (el Triunvirato) y el estallido de una sublevación militar convertida en guerra civil y guerra patria al desembarcar en el país más de 45.000 soldados norteamericanos con el expreso propósito de impedir el retorno a la constitución de 1963 y el regreso sin elecciones del Presidente Juan Bosch.
Sin embargo hay interrogantes que el mismo Fortunato plantea. ¿Por cuál razón el grupo de Caamaño que se entrenaba en Cuba desde 1967 pasó de más de 100 integrantes a menos de 10? ¿Cuál fue el papel de la política interna y externa de Cuba, que pasó de apoyar mediante la Tricontinental la revolución en África, Asia, y América Latina, detuvo ese apoyo en 1970? ¿Por cuál razón Caamaño, Presidente Constitucional en 1965, acepta deponer las armas y más allá realizar elecciones generales con un país ocupado por los Estados Unidos de América? Muchas preguntas que quedan sin responder y que hay que investigar y debatir para la claridad de la historia.